"(...) Pierre Vilar dice que, con los Decretos de Nueva Planta, “lo que se
suprimió fue lo que quedaba de un Estado medieval (y en este caso, el
término Estado es discutible)” (Breve historia de Cataluña,
página 91).
Y Vicens Vives, sobre el mismo tema, y en una obrita seria,
escrita para todos los españoles, dice que “el desescombro de
privilegios y fueros benefició insospechadamente a Cataluña, no sólo
porque obligó a los catalanes a mirar hacia el porvenir, sino porque les
brindó las mismas posibilidades que a Castilla en el seno de la común
monarquía” (Aproximación a la historia de España, páginas 131-132).
Menos lobos, pues. La realidad fáctica histórica es que la Cataluña
moderna y contemporánea se ha construido y crecido en el marco de la
unidad de España y se ha beneficiado de esa unidad y de sus mercados, el
colonial, y el peninsular.
Todo español mínimamente informado,
incluidos los catalanes, sabe que Cataluña se desarrolló industrialmente
gracias, en muy fundamental medida, a los capitales repatriados de las
colonias; a las políticas proteccionistas arrancadas al poder central
español; a la alianza objetiva, en torno a los dominantes en Madrid,
“del textil catalán, la ferretería vasca y los cerealistas castellanos”
(Vicens Vives, Los catalanes del siglo XIX, página 67), y a la
explotación —posiblemente la más desnuda y cruda de España en su
historia moderna— de las capas trabajadoras que allí buscaban la
supervivencia.
En aquellos momentos, las élites dirigentes catalanas no
tuvieron el menor empacho en recurrir a las fuerzas del orden público
central o en impulsar la llegada de una dictadura con tal de defender
sus propiedades y el sistema establecido. Menos agravios permanentes y
menos victimismos eternos, pues, a estas alturas de la Historia. Aunque
en lo cultural la realidad fuera otra muy distinta. (...)" (José Rodríguez de la Borbolla , El País, 14/09/17)
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