"(...) La Unión Monetaria no solo está incrementando la disparidad y el
enfrentamiento entre los países de la Eurozona, sino que propicia las
fuerzas centrífugas dentro de cada país. De hecho, algunas regiones
aspiran a copiar el modelo de desarticulación fiscal europeo y a que se
incurra dentro de los Estados en unos desequilibrios territoriales
semejantes a los que se están generando en la Eurozona.
Tradicionalmente,
el Estado social y de derecho se ha venido basando, con mayor o menor
intensidad, sobre una cuádruple unidad: comercial, monetaria, fiscal y
política. Es sabido que las dos primeras generan desequilibrios
regionales, tanto en tasas de crecimiento como en paro, desequilibrios
que son paliados al menos parcialmente mediante las otras dos unidades,
la fiscal y la política.
La unión política implica que todos los
ciudadanos tienen los mismos derechos y obligaciones independientemente
de su lugar de residencia, y que por lo tanto pueden moverse con
libertad por el territorio nacional y buscar un puesto de trabajo allí
donde haya oferta.
La unión fiscal, como consecuencia de la unión
política y de la actuación redistributiva del Estado en el nivel
personal (el que más tiene más paga y menos recibe), realiza también una
función redistributiva en el nivel regional, que compensa en parte los
desequilibrios creados por el mercado.
La Unión Monetaria Europea
ha roto este equilibrio creando una unidad comercial y monetaria pero
sin que se produzca ni se busque la unidad fiscal y política, lo que
genera una situación económica anómala. Cataluña o la Italia del Norte
pueden preguntarse por qué tienen que financiar ellos a Andalucía o a la
Italia del Sur cuando Alemania no lo hace, obteniendo, no obstante,
beneficios similares o mayores de la unión mercantil, monetaria y
financiera.
Resulta ilustrativo que en Cataluña los nacionalistas
se nieguen a aceptar que la teórica independencia conllevaría la
exclusión de la Unión Europea y de la Unión Monetaria. Pretenden seguir
teniendo el mismo acceso a los mercados, pero sin pagar por ello. En una
palabra, pretenden convertirse en Alemania. Conviene no olvidar que el
afán independentista de Más comienza cuando se le niega el pacto fiscal,
es decir, un trato privilegiado similar al que -contra toda lógica- la
Constitución otorga al País Vasco.
No se puede negar que en los
movimientos independentistas se aglutinan muchos factores sentimentales y
emotivos que nada tienen que ver con el dinero y que, hábilmente
agitados y mezclados con toda clase de deformaciones históricas y de
patrañas sin cuento, son muy efectivos a la hora de movilizar multitudes
y de despertar fervores y paroxismos, pero detrás de todo ello y sobre
todo en el ánimo de los que agitan lo que se persigue prioritariamente
es la ruptura de la unión fiscal.
Los procesos secesionistas que
están surgiendo en Europa son sin duda un peligro para la Unión Europea,
pero al mismo tiempo son su consecuencia, sus hijos bastardos. Una vez
más, el resultado de sus contradicciones, la consecuencia de haber
creado una unidad comercial y monetaria sin unión política y fiscal.
Al
igual que se está originando un movimiento de huida del capital y de las
grandes fortunas hacia los países más cómodos fiscalmente, se generan
también fuerzas centrífugas en las regiones más ricas para evitar ser
contribuyentes netos. De ahí la importancia dada por los nacionalistas a
las balanzas y a los déficits fiscales.
La imposición fiscal no es un
asunto de solidaridad, sino de justicia. Si los catalanes o los
madrileños contribuyen más por término medio, es porque también por
término medio son más ricos que los habitantes de otras Comunidades. Y
si reciben del sector público menos, es por el mismo motivo.
La
Unión Monetaria está contribuyendo también por otras vías a la
potenciación de los nacionalismos. La crisis económica, que en gran
medida la misma Unión Monetaria ha generado, y la loca política de
austeridad implantada han creado situaciones de extrema gravedad en las
poblaciones de muchos países, constituyendo el caldo de cultivo adecuado
para los movimientos xenófobos y separatistas.
Por una parte, el
nacionalismo prende dentro de los países señalando a los emigrantes, a
los extranjeros, como los causantes de las desgracias; por otra parte,
el nacionalismo toma cuerpo en las regiones ricas señalando al resto de
regiones como culpables. Si no fuese un tema tan serio, resultaría
jocoso y grotesco -y hasta pueblerino- el discurso de ciertos
nacionalistas cuando apuntan como causante de todos los males de
Cataluña al Estado español, aun cuando no sepan concretar quién o
quiénes lo componen, porque, para bien o para mal, Cataluña y los
catalanes han estado presentes por todas las vías posible en el gobierno
del Estado." (Juan Francisco Martín Seco, Artículo publicado en República.com, en Attac España, 30/09/)
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