"(...) La tesis del «dolor por ambas partes» resulta ofensiva para las
víctimas. Ser victimario requiere tener la voluntad de matar a alguien.
Ser víctima es una condición ajena, impuesta por quienes sembraron tanto
odio.
El relato sí importa. No se puede confundir a un ex preso de la
banda terrorista que ha cumplido su pena y busca un acomodo laboral, con
un reinsertado. Porque un asesino que no se ha arrepentido de su
trayectoria y que, al contrario, está orgulloso de lo que ha hecho, no
está adaptado a la sociedad.
Podrá estar camuflado en un trabajo. O
cobrando una pensión como si hubiera trabajado en su vida. Pero si sigue
pensando que estuvo bien matar a ciudadanos inocentes, no está
preparado para reinsertarse en la sociedad.
Otros piensan que fue un error político. Pero no es suficiente.
Cuando mataban empresarios porque no pagaban su impuesto, cuando
eliminaban a políticos y concejales democráticos, lo que hicieron fue
una limpieza ideológica en toda regla. Por eso resulta perverso que
desde la izquierda abertzale se intente hablar del sufrimiento
generalizado y que algunos partidos caigan en esa tela de araña.
¿O no existe una diferencia entre quienes abandonaron el país por
temor a ser detenidos al haber estado implicados en «delitos de sangre» y
quienes tuvieron que irse de Euskadi porque estaban amenazados de
muerte por ETA?
El paso del tiempo, los monumentos y reconocimientos están bien, pero
no cicatrizan las heridas. No es honesto pretender extender la idea de
que aquí todos hemos sufrido mucho. El asesino y el muerto.
Si de
quienes mataron se dice que fueron «abertzales» que actuaron en defensa
propia, lo que quedará para futuras generaciones es la mistificación de
la barbarie. Como una vía más de presión para imponer las ideas. Es
decir: la justificación del terrorismo. (...)" (TONIA ETXARRI, EL CORREO – 20/10/14, en Fundación de la Libertad)
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