"(...) El desgaste de la democracia y del propio contenido político de la
nación italiana habían de resultar inevitables. Con razón el portavoz de
la separatista Lega Nord, en el programa más seguido de la televisión
italiana, aprovechó el clima de inseguridad para plantear la necesidad
de un Estado independiente en el norte de Italia, la Padania, siguiendo
el ejemplo Cataluña en España.
Puede decirse que todo el despliegue
demagógico del Movimiento 5 Estrellas ha tendido involuntariamente a ese
mismo fin: hacer de Italia un país ingobernable, donde la política se
convierte en una expresión de malestar social, del cual emerge una
descalificación radical de las instituciones y de la convivencia
política. Italia como caos. La crisis de un sistema político, llegada a
un cierto punto, precipita un proceso de destrucción de la nación.
Sabemos bien que las naciones no son la expresión de unas esencias, de unos rasgos inmutables existentes desde la prehistoria o desde la Edad Media que se proyectan sobre la historia a partir de un determinado momento, sea este al paleolítico del que surgiera el pueblo vasco, o la pintada de barras por Guifré el Pilós [Vifredo el Velloso] hace más de mil años. O desde el Cid.
Las naciones son formaciones históricas, resultados de
procesos de construcción y de consolidación en cuanto tales, pudiendo
asimismo experimentar dinámicas de desagregación y de destrucción,
constatables, si se me permite decirlo, de modo empírico. La existencia
de factores tales como una historia singular, más o menos reforzada con
mitos, de un idioma y de un desarrollo cultural propios, determinan la
existencia de una identidad.
Son los que configuran una personalidad
nacional, y hacen posible el proyecto de una comunidad, sobre la base de
ese sentimiento identitario, perfectamente observable asimismo en el
plano empírico. (...)
Finalmente, la proyección política de ese hecho se concretó en la
presencia de subsistemas políticos, en cuyo marco coexistían partidos
nacionalistas (dominantes) con otros de ámbito estatal.
En un grado
inferior de materialización, esa dinámica se inició también en Italia,
con el apoyo de la derecha estatal (Berlusconi) hasta conseguir una
preeminencia política la Lega Nord en la recién inventada Padania
(Lombardía, Piamonte, Véneto): una crisis del Estado como la que estuvo a
punto de estallar hubiese favorecido una subida en flecha de esa
orientación centrífuga. (...)
Es claro que por unos u otros caminos los nacionalismos vasco y catalán
han actuado para alterar ese equilibrio, a efectos de imponer su
concepción unitaria de la nación. La singularidad lingüística –la lengua
‘propia’ cuya posición hegemónica ha de verse reconocida como
‘normalización’– y, en general, el sistema de enseñanza, intervinieron
en ese sentido.
Con recurso sistemático a la violencia terrorista por un
sector del nacionalismo vasco; ateniéndose a pautas democráticas hasta
fecha reciente en el catalanismo. Y con notable éxito en ambos casos, si
bien en Euskadi las ventajas del Concierto económico en tiempo de
crisis han intervenido a la hora de congelar las demandas de soberanía. (...)
La mutación experimentada por el catalanismo ha coincidido además con la
aparición de fracturas cada vez más graves en el Estado-nación español,
al conjugarse una durísima crisis económica, en buena parte buscada,
con altos niveles de corrupción económico-política, llevando al
consiguiente desprestigio de partidos e instituciones. La debilidad de
la resistencia intelectual, observable en el reverencialismo dominante
sobre Cataluña, es un signo evidente de ese desplome de la conciencia
nacional. (...)
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