"(...) Hablando de apellidos: en una de sus últimas columnas, no
está recogida en el libro (¡menos mal!), es de diciembre de 2019,
critica a un catedrático de secundaria jubilado por decir lo que todo el
mundo piensa aunque sea políticamente incorrecto: que a día de hoy solo
son catalanes los independentistas. Los otros, aunque viven en Cataluña
y lleven 200 años entre nosotros, serán lo que serán pero no son
catalanes. Els catalans som el que som, que quedi clar!
Virgili
se apellida el tío. Como le decía antes, los apellidos no sirven de nada,
porque ya manda huevos que tamaño analfabeto se llame como el gran poeta. Esas
manifestaciones darían miedo, porque son evidentemente filofascistas. (...)
Pero como sucede en Cataluña, donde toda la fuerza se les va por la boquita
porque -no nos engañemos- vivimos demasiado bien como para arriesgarnos a
perder tantas libertades y comodidades, a mí me da la risa. No puedo evitarlo.
Sé que hay gente que vive esta situación como un drama, pero yo hace cuatro
años que no paro de reír. ¿No sabrá usted por casualidad la dirección del vivales
en Waterloo? Quisiera mandarle un jamón como agradecimiento a tantos buenos
ratos. (...)
Otra cosa que me ha molestado como lector es su
pitorreo ininterrumpido sobre el sagrado -digo sagrado, y digo bien-
principio-derecho de autodeterminación (lo que antes llamábamos derecho a decidir,
para que no se nos viera tanto el plumero, para ser “más pedagógicos”). ¿Qué
problema tiene usted con este principio indiscutible y con la secesión?(...) Por si tiene alguna duda, hay miles y miles
de estudios científicos reconocidos internacionalmente que demuestran que más
del 80% de la población catalana están por el derecho de autodeterminación.
Hablan de él todo el día, noches también. Es su sueño, nuestro sueño, nuestra
máxima aspiración. Después, felicidad plena, un orgasmo existencial-nacional
ininterrumpido.
Lo
malo es que a los lacistas no sólo les importa un pimiento la situación de los
trabajadores extremeños y andaluces, es que les importa otro pimiento la
situación de los trabajadores catalanes. No les importa nada que no sea su
propio bienestar, a poder ser a costa de los demás, sean o no catalanes. No sé
de dónde han sacado esa patraña del “derecho a la autodeterminación”, pero más
les valdría a tantos tontos útiles espabilar en defender otros derechos más
tangibles e importantes, que mientras tanto se les están hurtando.(...)
Hay otra arista que quiero destacar. También usted
habla de ello en su libro pero desde una perspectiva equivocada. Le hablo de
nuestro talante. No sé si oyó o vio la intervención de la representante de ERC
el día en que Pedro Sánchez fue investido presidente (¡gracias a nosotros!,
¡que no lo olviden!). Dijo con claridad lo que todos pensamos: ¡nos importa un
comino la gobernabilidad de España! ¡Un comino, un higo, un pito! (...) ¿qué hubiera pasado si
alguien en el parlamento de Cataluña, de algunos de esos partidos españolistas
que tenemos en nuestras sagradas instituciones, hubiera dicho que le importaba
una fava la gobernabilidad de Cataluña?
Porque
es mentira. Todo lo que se quiere
destacar del talante catalán es falso, de ahí que crean necesario destacarlo.
La revolución de las sonrisas fue un camelo, en realidad sonreían sólo mientras
nadie les llevaba la contraria. Cuando empezaron a salir voces discordantes,
empezaron también los escraches, los boicots a actos no afines al régimen, las
pintadas e insultos a la sedes de partidos no lacistas, las listas de
periodistas o empresarios desafectos al régimen, etc. Filofascismo, sin más,
como en todas partes desde que el mundo es mundo.
¿Por qué se mete usted tanto con los líderes del
nacional-secesionismo, con Junqueras, con Raül Romeva, con nuestra heroína, con
Carme Forcadell, y con tantos otros?
Porque
son unos memos, y los han condenado por sedición porque no existe el delito de
gilipollas. Por supuesto que han mostrado un poco más de dignidad que los que
salieron por patas, com el Vivales y su pianista, pero tampoco exageremos.
Dignidad es ir al juicio y, como Fidel Castro, aceptar todos los hechos y
apechugar con la condena. Dignidad no es ir a juicio a decir que todo fue una
broma, un simulacro, una manera de pasar el rato. ¿Dignidad? Anda ya!
Otra cosa que tampoco le perdonaré (¡nunca!) son sus
críticas al molt honorable Jordi Pujol y a la más que honorable doña Marta
Ferrusola. (...)
Pujol
fue un precursor. Mucho antes que el Vivales y Junqueras, ya se presentó a las
elecciones para quedar inimputable de sus delitos, en su caso el pufo de Banca
Catalana. Lo de después era lo que en buena lógica debía suceder: si tú pones
un banquero corrupto de presidente de un gobierno, lo normal es que siga
haciendo lo que mejor sabe, que no es otra cosa que sisar dinero de los demás
en provecho suyo y de su familia. Quizás pensó que si pese a su historial los
catalanes lo elegían, era porque éstos querían que siguiera con sus
chanchullos. Y a lo mejor tenía razón. (...)"
(Entrevista a Albert Soler sobre Estàvem cansants de viure bé, Salvador López Arnal, Rebelión, 15/04/20)
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