15/1/20

Guardans: llegó Artur Mas, uno de los principales responsables de todos los daños actuales, que quiso asegurar su poder apoyándose en un núcleo duro de talibanes, (les llamaban entre risas). Y decidieron jugar con fuego, poniendo en riesgo el bienestar personal y colectivo de millones de personas...

"Ignasi Guardans (Barcelona, 1964) ha conocido desde dentro la evolución de CiU hacia una fuerza política que fue tomada por el independentismo.  (...) Abogado y consultor, pasó por la política, como diputado de CiU en el Parlament a finales de 1995, y también conoció la política española como diputado en el Congreso entre 1996 y 2004. Justo después fue elegido eurodiputado, también con CiU, hasta 2009.(...)

--Si asistimos con perplejidad a lo que ocurre con el Brexit en el Reino Unido, ¿cómo se puede explicar lo ocurrido en Cataluña desde 2012?


--Eso lo deberán decir los historiadores. De entrada, yo no creo que esto empezara en 2012. Yo fui testigo de síntomas muy graves de la enfermedad ya en 2008. Y confieso que me sentí entonces muchas veces como ese personaje que aparece en todas las películas de catástrofe, ése al que no cree nadie cuando dice que tiene pruebas de la epidemia a punto de estallar o del terremoto inminente. 

Varios 'sismógrafos' o 'pruebas de análisis' indicaban ya riesgos graves para la convivencia y para la estabilidad del país. Pero nadie quería ser el primero en gritar '¡tiburón!' en una playa llena de gente y con la temporada turística a rebosar.  

En Cataluña ha habido mucho silencio resignado en el poder económico. Y por supuesto, también contó una pésima actitud desde muchos responsables de los poderes del Estado (no hablo solo de políticos), y de parte de lo que en inglés llaman 'opinión makers', que no ayudó o incluso agravó la situación.

--¿Se trata de un movimiento, en Cataluña, que han liderado las élites, que buscan ‘escaparse’ de sus territorios nacionales para competir con otras grandes aglomeraciones urbanas globales, como señala el geógrafo francés Guilluy?


--En nuestra sociedad nadie discute que fue buena idea prohibir la publicidad del tabaco. O vigilar el sexismo o el racismo en los anuncios, que pueden fijar estereotipos e impulsar conductas que queremos combatir. Lo mismo con las tallas en la moda y la anorexia. Eso lo acepta todo el mundo sin ofenderse: aceptamos todos que esa publicidad deformada nos puede llevar a consumir lo que no queremos, difunde modelos sociales que rechazamos y afecta a las conductas, especialmente entre los más jóvenes. 

¿Quién dice que puede ser menos dañina la publicidad con fines políticos? No hablo del anuncio que pide el voto a unas siglas. Hablo de la construcción publicitaria de un imaginario, de estereotipos buenos y malos. Y sin embargo ahí muchos se indignan si les dices que están manipulados o que alguien les ha influido a la hora de votar. 

Durante años, ese esfuerzo constante y planificado por dirigir “al pueblo” a ver todo el ideal de “lo catalán” en cierta dirección se acompañó de resultados de progreso colectivo muy positivos. Pujol siempre habló de cuánto admiraba a los que habían construido el Estado de Israel: en muchas cosas, era su modelo de construcción de una identidad colectiva. Y Cataluña fue un claro referente en España y en Europa en muchos frentes durante esos años. 

Pero luego llegó Artur Mas, uno de los principales responsables de todos los daños actuales, que quiso asegurar su poder apoyándose en una nueva generación de dirigentes frívolos, ambiciosos, muy ignorantes e irresponsables. Eran falsos patriotas que actuaban sin el mínimo sentido de Estado ni conciencia social, a los que Mas les dio todo el poder durante un tiempo. El núcleo duro de talibanes, les llamaban entre risas. 

Y decidieron jugar con fuego, poniendo en riesgo el bienestar personal y colectivo de millones de personas. Hace poco pensé en ellos y en Artur Mas cuando vi Chernobil, esa serie de televisión extraordinaria. Igual que los responsables de la central, decidieron experimentar sin medir las consecuencias. Y a veces cobardemente, escondiéndose detrás de terceros. Y ¡boum!. Y aquí estamos.


--¿Se puede considerar un engaño que una clase política que ha dominado Cataluña desde los años ochenta –CiU—haya derivado hacia el independentismo sin calibrar las consecuencias?

--No toda la clase política ha empujado hacia este desastre. Tampoco dentro de CiU.  Ahí existió durante años un equilibrio entre unos y otros que es lo que se empieza a romper a partir del 2008, y ya con fuerza a partir del 2010. 

Alcaldes, consellers y altos cargos, diputados en Madrid y en el Parlament, gente en el partido, formaban todo un ecosistema político en equilibrio en el que coexistían independentistas que aportaban su contribución y sus ilusiones a largo plazo con otros mucho más cercanos a una idea de Estado y de España que hoy llaman traición (pero que entonces era parte esencial de lo que representaba CiU). 

Por eso CiU era tan potente: cubría un inmenso espectro donde nos respetábamos y colaborábamos gente distinta,  sin imponernos. Pero a partir de cierto punto, ya bajo ese liderazgo cínico que he mencionado antes, muchos se fueron sumando al carro de lo absurdo e imposible sabiendo a ciencia cierta que era absurdo e imposible, pero creyendo -en muchos casos de buena fe- que así obtendrían otras ventajas para el país. 

A veces con reclamaciones justas: la inversión pública, las infraestructuras… Pero no se dieron cuenta de que a base exagerar sus discursos, muchos les tomaron la palabra en su sentido literal. En un esquema de fraude piramidal solo unos pocos son conscientes de la mentira en su conjunto y del fraude que supone. (...)

--Una de las razones que algunos expertos señalan es la competencia entre Madrid y Barcelona. Eso llevaría a un movimiento independentista, parecido al que se creó en Quebec, para compensar que Toronto crecía con más vigor y fuerza desde los años setenta. ¿Lo cree así? ¿Madrid ha centrifugado el poder del conjunto de los territorios?


--No creo en paralelismos artificiales con otros problemas territoriales como el de Canadá. Ni creo que el debate independentista se base en esa tensión entre las dos capitales. El “Madrid” de las pesadillas independentistas no es la ciudad llena de vida junto al Manzanares. Su “Madrid” es una entelequia monstruosa construida a lo largo de años, que incluye al Estado, a las empresas cotizadas, a los jueces y a veces hasta al Nuncio papal. Si hablamos de verdad de las ciudades, Madrid y Barcelona tienen muchísimo que ganar trabajando juntas en muchos ámbitos

Y en otros, es muy sano que compitan. No dentro de España: en Europa, en el mundo. Y para eso necesitan que el juego sea limpio, y que el poder “federal”, pues eso es casi en realidad la Administración General del Estado, sea neutro. Y hoy todavía no lo es. Madrid se ha convertido en una ciudad fantástica, llena de vida y muy atractiva para residentes e inversores, por méritos de mucha gente y por la actitud de los propios madrileños. 

Pero especialmente en materia de inversiones y gestión de infraestructuras el Estado todavía actúa con desequilibrio en su favor. Y eso se debe corregir, con urgencia. Barcelona tiene derecho a disponer de todos los recursos posibles para competir con cualquier otra ciudad del mundo de similar capacidad y ambición.  (...)"                (Entrevista a Ignasi Guardans, Manel Manchón, Crónica Global, 22/09/19)

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