"(...) A sus raíces históricas y los sentimientos identitarios muy
enraizados en amplias capas de la ciudadanía, se unen los inconfesables y
tradicionales deseos de sectores de la burguesía catalana de conseguir
privilegios, la falta de visión de unos cuadros políticos cuyo único
mérito ha sido pegar codazos certeros para ascender en el seno de las
estructuras burocráticas de sus partidos y que están poseídos por la
ensoñación de manejar Cataluña como un huerto propio.
Pero, en mi opinión, la razón fundamental está generada por la
implosión de amplias capas de las clases medias hacia una identificación
temporal, que pudiera transformarse en permanente, con el
independentismo, porque supone el camino para superar los rigores de las
consecuencias de la crisis económica. Pertenecer a España limita las
posibilidades del bienestar de los ciudadanos catalanes y drena los
recursos generados.
Esta falacia y este argumento populista son los inspiradores de
aquella campaña de las balanzas fiscales, fundamentan el eslogan “España
nos roba” y suponen una simplificación de las complejas relaciones
económicas y sociales que acrisolan la identidad española de Cataluña en
el marco europeo y que sitúan la manipulación de los independentistas
como una de las mayores falsificaciones en la política contemporánea.
Los fundamentos del agitprop de este nacionalismo catalán de vocación tardía y ahistórico son, por encima de todo, profundamente reaccionarios.
Desgraciadamente, entra en lo previsible que Artur Mas, llegado el
momento oportuno, para eludir sus responsabilidades y la impopularidad
consustancial a las medias necesarias en la gestión de la crisis
económica, abanderara esta política de manera tan mezquina.
Pero
resultan poco admisibles las simpatías que semejantes propósitos
políticos despiertan en algunos círculos de la izquierda y entre los que
destaca el carácter bailón por errático del secretario general de los
socialistas catalanes y el circunspecto líder de la UGT, que por el
momento ha aparcado en un armario el principio del universalismo de la
lucha obrera y va por barrios. Comenzando por los más pudientes.
La terapéutica que el problema demanda combina la firmeza
institucional y desplegar políticas que combatan las verdaderas
inquietudes de las clases medias.
El debate en Cataluña no es hoy en día identitario como pretenden los
representantes del independentismo, ocultando y tergiversando la
verdadera cuestión que preocupa como en todo el mundo a las clases
medias en un universo cargado de interrogantes económicas de futuro y
donde los mecanismos de distribución del bienestar están lesionados de
manera severa. La aparición de los nacionalismos con sus fórmulas
milagrosas es algo que consta en los libros de historia y sus
consecuencias ensombrecieron a Europa en el siglo pasado. (...)" (Alberto Delkáder, El País, 16/12/19)
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