26/10/17

El Proceso ha sido, escuetamente, una operación de propaganda... la distancia entre lo real y lo falso es mucho mayor en el caso de Cataluña, que en el Brexit o el trumpismo

"En el otoño de 1950, el psicólogo Leonard W. Doob publicó un importante artículo que sistematizaba los 19 principios de la propaganda nazi. Todo el análisis, clásico y severo, tiene gran interés. 

Llama la atención el principio 16: "La propaganda en el frente nacional debe crear un nivel óptimo de ansiedad". Así lo han hecho. El thriller nacionalista empezó hace cinco años y el crescendo se ha mantenido con rigor gracias, sobre todo, a una cláusula que han aplicado a rajatabla: todo lo que se dice se hace. 

Teniendo en cuenta que se trataba de un delirio la circunstancia tiene un mérito indudable. Y teniendo en cuenta que los políticos no cumplen lo que dicen, incluso cuando se trata de propósitos realistas, se explica el crédito obtenido. Lo que nos lleva al principio número 7 de la doxa goebbelsiana: "Solo la credibilidad debe determinar si los materiales de la propaganda son ciertos o falsos". 

La operación de posverdad del nacionalismo catalán ha sido la más grandiosa de que yo tenga noticia. Puede que su trascendencia acabe siendo menor a la del Brexit o a la del trumpismo, pero la distancia entre lo real y lo falso es, a mi juicio, mucho mayor en el caso de Cataluña. La verdad del caso es que el Proceso ha sido, escuetamente, una operación de propaganda. 

Y como dice Goebbels pasado por Doob es la credibilidad la que determina la verdad o falsedad de lo narrado. Hace décadas que el nacionalismo catalán empezó a acumular el crédito que, entre otras instancias, le otorgaron las instituciones españolas y buena parte de sus ciudadanos. 

Ahora la confianza ha desaparecido, y por muchos años, pero fue un eficacísimo vector del virus. Tan potente, que en sus últimas pero peligrosas boqueadas, estuvo a punto de dictaminar, incluso, que el primero de octubre hubo un referéndum y que la policía española desató una represión sanguinaria. No eran los hechos lo que contaba, sino la impronta dejada en ellos por los serios, fiables, civilizados y amigables catalanes cultivados en décadas de engaño y autoengaño."              (Arcadi Espada, El Mundo, 14/10/17)

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