"(...) Algún día se nos pedirán cuentas por más que nuestra capacidad para
encontrar justificantes y disculpas sea infinita, incluso yendo más allá
de lo que se solicita. Uno de los mantras de mayor éxito en los últimos
meses consiste en proclamar “no son posibles las soluciones jurídicas a los problemas políticos”.
La formulación es tan impecable como las que acostumbraba a hacer Carl
Schmitt antes de que le metieran en la cárcel. Se entiende que la
formulación niega que los problemas políticos puedan traducirse en
consecuencias jurídicas.
Me admira la actitud de esos abogados del turno
de oficio, lo mismo que algún catedrático penalista que conozco y de
los que sigo, no sin perplejidad, su estrambótica carrera política y
académica -pongamos que hablo de Pérez Royo-… Me admira, digo, que no le
den importancia al carácter de amenaza de un delincuente político. “Lo he hecho y lo volveré a hacer”. (...)
Como suele ocurrir en Cataluña, todos lo sabían, pero nadie decía nada.
Los Pujol eran, son, una mafia orientada por El Padrino. Le han pillado un agujero tributario de 885.000 euros,
pero como se le aplica el principio de que los problemas políticos no
tienen soluciones judiciales, helo ahí, tan pancho.
El delito ha
prescrito. ¿No hay algún intelectual de la pomada que ose describir lo
que supuso para la vida cultural catalana Jordi Pujol? Ni hay, ni se le
espera, porque las prendas de la familia se lavan en casa y en privado.
Ya empezó arrasando ideológicamente la Enciclopedia Catalana, a la que
sometió a un furor inquisitorial reaccionario.
Saqueó Banca Catalana.
Usó fraudulentamente en beneficio de su familia y demás parientes
ideológicos las arcas de la Generalitat. Se ciscó en los partidos del
Gobierno central, dispuestos a todo con tal de mantenerse fielmente al
principio de “los problemas políticos no deben abordarse judicialmente”,
frase que de haber conocido Al Capone la hubiera enmarcado en su gabinete de organizador mafioso. (...)" (Gregorio Morán, Vox Populi, 28/12/19)
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