"El candidato a la presidencia de la Generalitat fue mi editor en tres
ocasiones y mantuvimos una relación de amistad a lo largo de algunos
años. Creo poder asegurar que muchos de los análisis que leo y escucho
acerca de su persona son, como poco, superficiales y omiten aspectos
básicos de su carácter. Les invito a dejar de lado los brochazos de
trazo grueso y entrar en la delgada línea de Torra. Hay mucho que decir.
A Quim Torra me lo presentó el sobrino de Xavier Trías, Jordi Cabré.
Corría el 2010 y servidor andaba a vueltas con un libro que recogiese
la Barcelona de los años sesenta vistos a través de la mirada del niño
que yo era por entonces, junto con la de mi padre, camarero, murciano,
alegre y anarquista. Torra, sin conocerme de nada, se interesó por el
proyecto y, fruto de ello, me publicó “El dia que David Niven va venir a
esmorzar al Paral·lel”.
Después de eso, aún colaboramos en dos novelas
más, centradas en los casos de una cocinera jubilada que resolvía
misterios. Cuento todo esto para dejar sentado que publicar tres libros
con un editor artesanal – eso era Torra- da de sí lo suficiente como
para conocerse. Las conversaciones literarias son, quizás, la mejor
manera que tiene uno de atisbar a la persona que todos escondemos detrás
de esa cáscara que llamamos apariencia.
Ahí descubrí su pasión por los
escritores y periodistas catalanes de la época republicana como Eugeni
Xammar, Paco Madrid, Jaume Passarell y otros muchos que recuperó en su
editorial A Contravent.
Torra es, antes que nada,
independentista a machamartillo. Y católico a ultranza, una mezcla que,
unida a su ideología de señor de derechas de toda la vida, le da un
perfil político mucho más cercano al de Jordi Pujol que al de Carles Puigdemont.
A través suyo y de un amigo común, Kim Dorca – descendiente de los propietarios de la famosa Banca Dorca que compró Fulgenci Pujol,
padre del que fue President, para convertirla en la base de la que
sería Banca Catalana – tuve acceso a Reagrupament, formación que
aglutinaba por aquellos tiempos a los que estaban cansados tanto del
tacticismo convergente como de Esquerra. Cuando vi que aquello acabaría
por sumarse – como la ANC, Ómnium y demás parafernalia – a la estrategia
de Convergencia, me retiré desengañado.
Sin militar en el sentido
clásico, puesto que juré no tener nunca más un carnet desde que rompí el
del PSC hace muchos años, sí que viví lo suficiente aquel ambiente de
reagrupados como para asegurar que todo lo que hizo el ahora candidato
no tenía más que una meta, la de lograr un papel importante en la
política catalana.
A lo mejor, el origen de todo fue su trabajo como abogado
de la compañía Winterthur, donde Torra se aburría soberanamente, de ahí
su aventura personal como editor, político y activista.
Ahora bien,
aquellos que hacen análisis de urgencia sobre su persona obvian quizás el dato más importante: es un intelectual.
Fanático, sí, pero un intelectual. Torra ha sabido dar cada paso cuando
tocaba. Con el pacto entre Reagrupament y Convergencia, se aseguraron
él y un puñado de militantes de la formación radical independentista un
puesto de trabajo en el Ayuntamiento de Trías.
A Torra le tocó primero
el de responsable de Las Ramblas, fuese lo que fuera aquello; después
llegó el espaldarazo: le nombraron Comisionado de El Born, la Meca del
independentismo. Amigo de Muriel Casals,
por entonces presidenta de Ómnium, se pasaba las tardes conspirando con
ella en el café del Hotel Colón, intentando darle forma al proyecto
separatista.
Que todo eso acabase en su presidencia de
Ómnium, para terminar yendo en la lista de Puigdemont, desembocando en
su designación como candidato, no me ha parecido anormal, de hecho, yo
mismo lo decía en unos de estos artículos. Es un tipo que sabe caer bien
a los suyos, tranquilo, erudito, con cara de sabio despistado y buenas
lecturas. Ahora bien, ¿va a ser el títere que ansía el cesado? Pues
miren, más allá de los gestos y la ceremonia, lo dudo mucho.
Que haya aceptado la imposición de Puigdemont de no ocupar ni su despacho ni los lugares emblemáticos del Palau no hace a Torra un mero títere
como se apunta por ahí. Qué poco lo conocen. Por su carácter, por su
trayectoria, por su entorno tanto familiar como social, piensa ir mucho
más lejos que sus predecesores. El conflicto catalán no tan solo no va a
disminuir, sino que se acrecentará y muchísimo en los próximos meses.
Los del PDECAT van a dejar claro en los próximos días que ni están de
acuerdo en cómo se ha llevado a cabo su designación ni en los planes de
futuro que tiene el candidato a President. Pero a Torra eso le da igual.
Cree que su misión es traer la república a Cataluña, separar el grano
de la paja, apartar a los españolistas, a los malos catalanes, a los
tibios, a los traidores – imagino que debe considerarme entre estos
últimos – y hacer una sociedad ex novo basada en la patria, Dios, y la
cultura catalana. Si fuera de izquierdas, les pasaría la mano por la
cara a los CDR y las CUP con quienes, por cierto, mantiene excelentes
relaciones.
El panorama que se abre a partir de ahora es mucho más inquietante que
el vivido hasta el momento. Puigdemont solo ha sido un chico de pueblo
más bien tonto al que le venía muy grande el cargo, pero Torra está
hecho de otra pasta. Su vocación lo lleva a hacer todo lo que el de
Bruselas no hizo.
Cuando Torra proclame la república catalana, y esto
será así, que nadie lo dude, no será para dejarla en suspenso a los
pocos segundos. Cuando Torra haga que se aprueben las leyes de
transitoriedad hacia la república, las mantendrá hasta sus últimas
consecuencias.
Cuando Torra salga al balcón de la plaza de Sant Jaume,
que lo hará, para llamar a la resistencia a los separatistas, lo hará
plenamente consciente de lo que eso supone. No estamos ante un
chisgarabís cualquiera, un atolondrado o un simple comisionista. Todo
eso le importa un pito. Se cree con una misión histórica y hará lo que sea,
al precio que sea, con tal de llevarla a cabo. Con él, el
independentismo ha llegado a la última estación, la de un movimiento de
extrema derecha como el de la Lega veneciana.
Hay que estar atentos a esto, porque desde el gobierno se
suele pensar en el independentismo como algo que se acabará por
desactivar a cambio de más dinero o algunas concesiones, y eso se ha
terminado. Sepan, además, que Torra es un devoto admirador de Jordi Pujol
y que este, a su vez, le tiene en gran aprecio y lo valora muchísimo.
Resumiendo, con Joaquim Torra como President el conflicto no tan solo no
habrá terminado, sino que solo habrá comenzado su andadura.
Añadamos el desprecio intelectual que siente hacia Arrimadas y Albiol,
a los que considera poco menos que unos ágrafos. Ese desprecio, esa
arrogancia, es otra de sus características. Para este hombre, todo aquel
que no conozca la historia de la peña del Ateneu, los avatares de la
formación política Acció Catalana o la vida y milagros de gente como Josep Carner
no tienen ni puñetera idea de lo que es Cataluña.
Ese es su error, el
mismo que cometen los integristas del separatismo. Todo eso ha sido
parte de la historia de Cataluña, pero conocerla no te hace ni mejor ni
peor político. Al contrario, esa permanente idealización de un pasado
que no fue, ni de lejos, como Torra imagina, puede llevarte a
confundirlo todo. Cataluña es mucho más compleja que las disquisiciones
entre intelectuales de uno u otro signo.
De ahí que, por lo que lo conozco, va a perseguir su
sueño pese a quien pese, aunque nos lleve a la peor de las pesadillas.
Que no es otra que un enfrentamiento civil. El mismo que destrozó las
carreras y las vidas de todos aquellos periodistas y escritores a los
que tanto admira.
Ese es el hombre que puede presidir la Generalitat. Avisados están todos." (Miquel Giménez , Vox Populi, 12/05/18)
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