"La elección de un presidente racista sitúa a la Generalitat en las
antípodas de los valores de la UE, el club que, según prometían los
tramposos secesionistas, iba a recibir con los brazos abiertos la
quimérica república. La Cataluña liderada por el xenófobo Quim Torra
jamás sería admitida en Europa, que exige la defensa de la dignidad
humana, la democracia, la igualdad y la no discriminación.
Cuando Bruselas propone castigar a la Hungría de Víktor Orban o la
Polonia de Andrzej Duda por sus políticas extremistas y xenófobas, la
irrupción de Torra deja a esos mandatarios como aprendices de la
intransigencia. Llamar a los castellanohablantes en Cataluña “bestias
con forma humana que destilan odio” y decir que sufren “un pequeño bache
en su cadena de ADN” ha escandalizado a historiadores como el francés
Benoît Pellistrandi, que en Le Figaro relaciona el nacionalismo de Torra con “la Yugoslavia de Milosevic o la Italia de Mussolini”.
A racistas tan descarados no los admite en sus listas ni la
neofascista Marine Le Pen, que en 2015 purgó a candidatos por haber
difundido tuits xenófobos. En Cataluña, en cambio, los diputados
nacionalistas han premiado al fanático Torra convirtiéndolo en el nuevo
Molt Honorable Senyor.
La Cataluña de Torra no superaría ni la primera criba como candidato a
la UE, porque los aspirantes deben respetar el artículo 2 del Tratado:
“Respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado
de derecho […] en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no
discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad
entre mujeres y hombres”.
Ni Torra ni quienes le han investido han
debido de leer ese artículo. Tampoco el 21 de la Carta de Derechos
Fundamentales de la UE, con igual fuerza jurídica, que dice así: “Se
prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de
sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características
genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de
cualquier otro tipo”.
O quizás sí los han leído y por eso ya no insisten en que la soñada
república estará en la UE. Algunos de esos extremistas conocen el
artículo 7 del Tratado, previsto para sancionar a los Estados en los que
exista “un riesgo claro de violación grave de los valores contemplados
en el artículo 2”. Si la fantaseada república estuviera en la UE,
Bruselas plantearía ahora mismo aplicarle ese artículo.
Los catalanes son las primeras víctimas. Mirando a Bruselas, muchos
estarán adjudicando a Torra la famosa frase de Groucho Marx: “Nunca
pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”. (Carlos Yárnoz, El País, 18/05/18)
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