"(...) Mariano Rajoy no da sorpresas.
Ya sabíamos desde hace años que detrás de
esa aparente tranquilidad, de ese como-dios-manda, de esa impostada
serenidad, solo hay inseguridad, falta de talento y unos posos amargos
de autoritarismo (...)
Tampoco están sobrados de decencia Puigdemont, su
Govern y los partidos que les sostienen. En una insensata carrera contra
la realidad, bien organizada, sí, pero profundamente excluyente y
antidemocrática, han olvidado las matemáticas electorales, han
ninguneado al Parlament y han tomado una ruta, empujados por los más
radicales, que solo puede conducir a una declaración unilateral de
independencia (DUI).
Entre unos y otros han conseguido colocarnos a todos
en un escenario nuevo y sin duda peor. En un tiempo de incertidumbre
absoluta y duradera. En una época, que no será breve, plagada de
incógnitas, tensiones y, probablemente y por desgracia, incidentes
dentro de las instituciones y fuera, en las calles de las ciudades y
pueblos de toda Catalunya.
Dos hombres torpes, sí, Rajoy y Puigdemont, Puigdemont y Rajoy, que llevan meses jugando con nosotros con las cartas marcadas. (...)
Dos hombres torpes y unas circunstancias en las que en ambos casos, por
encima del interés general se han impuesto estrategias particulares. (...)
Los independentistas debieron pensar tras los
resultados de las últimas elecciones autonómicas que nunca volverían a
tener una oportunidad similar. No obtuvieron el respaldo esperado, pero
sí un gran resultado. ¿Por qué esperar?, debieron pensar. ¿Por qué
respetar a la mitad de los catalanes? Y tomaron la vía que nos ha traído
hasta donde estamos.
La suma de dos torpes con tanto poder solo podía
llevarnos al desastre. Y en el desastre estamos, o al menos muy cerca de
él. En medio los trabajadores, los pensionistas, los estudiantes, los
parados, las empresas, la sociedad toda de Catalunya y del resto de
España que sufre ya y sufrirá más aún en el futuro los efectos de esta
insensatez, de esta innecesaria crisis, de esta irresponsable situación (...)" (Gumersindo Lafuente, eldiario.es, 26/10/17)
"Junqueras rechazó la Presidencia de la Generalitat que le ofreció Puigdemont para no ser inhabilitado.
(...) La trama fue tan enrevesada que incluso Puigdemont ofreció a Junqueras hacerse cargo de la presidencia de la Generalitat, que formulara él la DUI y convocar elecciones. Junqueras se negó para no ser inhabilitado por los tribunales y poder así presentarse a las próximas elecciones. (...)
Empezó en la noche del miércoles, a las 22.00, con una decidida apuesta por Declaración Unilateral de Independencia (DUI), durante una primera reunión con direcciones de ERC y PDCat, además de diputados y dirigentes de ANC y Omnium Cultural, que se prolongó hasta las dos de la madrugada del jueves; cita tumultuosa tras la cual el consejero Santi Vila, junto a la consejera Meritxell Borras y otros amenazaron con dimitir por entender se llevaba Cataluña al abismo.
Fue la reunión del "café, más café",
del presidente de la Generalitat, que continuamente salía y entraba de
su despacho en el Palau. Todos se fueron a la cama convencidos de que la
DUI al día siguiente era inminente.
Todos menos los mejores informados,
que sabían de los contactos que el lendakari Urkullu estaba manteniendo
discretamente a dos bandas con Puigdemont y con Rajoy. Con una idea
básica: renuncias a la DUI, convocas elecciones autonómicas -no
"constituyentes"- y el 155 se para.
Aunque los periódicos, todos, habían comprado
la tesis de la DUI, en medio de editoriales dramáticos llamando a la
sensatez, lo cierto es que al mismo tiempo que eran leídos a la hora del
desayuno ayer eran convocados otra vez al Palau los diputados de Junts
pel Si para oír al president que no.
Santi Vila y los moderados se
frotaban otra vez las manos y los independentistas empezaron a rasgarse
las vestiduras; alguno de ERC -Gabriel Rufián- comparando a Puigdemont con Judas: "Por 155 monedas de plata", colgó en Twitter.
Todo parecía a mediodía preparado para la
traición de Judas/Puigdemont en una declaración institucional prevista
para las 13.30 en la cual anunciaría elecciones autonómicas el 20 de
diciembre, pero entonces empezó a hacerse bueno el dicho de que el diablo está en los detalles...
El mandatario catalán y el presidente del Gobierno empezaron a jugar al gato y al ratón.
Puigdemont le exigió "garantías" de que no se intervendrá el Govern
catalán vía artículo 155 de la Constitución -algunas fuentes sostienen
que incluso exigió un trato de favor penal para los Jordis encarcelados- y Rajoy se negó.
Quería el jefe del Ejecutivo oírle antes lo que los interlocutores -Iceta y Urkullu- aseguraban que iba a decir: convocatoria conforme a la legislación española (la LOREG) y no como una estratagema para luego formular la Declaración Unilateral de Independencia (DUI).
La sola presentación de este escenario
electoral como inminente agitó las aguas de tal manera en el
independentismo dio un paso atrás sobre la marcha en su declaración de
las 13.30 y montó un caos considerable, con anuncios y contraanuncios.
Finalmente, compareció a las 17.00 en el Parlament -pero no habló en el
Pleno- tras una tormentosa reunión en el Palau Sant Jaume con el líder
de ERC y vicepresidente de su gobierno, Oriol Junqueras, en un duro
pulso de poder. (...)" (Gabriel Sanz, Vox populi, 26/10/17)
"(...) Altos responsables de La Moncloa y del Govern de la Generalitat
estuvieron a punto de cerrar un acuerdo el jueves por la mañana que
hubiera supuesto la convocatoria de elecciones el 20 de diciembre en
Cataluña, descartar la declaración de independencia y congelar la
aplicación del artículo 155 de la Constitución. En el último momento,
todo se vino abajo (...)
El jefe de Gabinete de Rajoy, Jorge Moragas, y el
director de la Oficina de Puigdemont, Josep Rius, contactaron durante la
mañana y lo dos ‘fontaneros’ estuvieron a punto de sellar un acuerdo.
Tan es así que hasta el presidente de la Generalitat llegó a tener
elaborado un discurso solemne para anunciar a las 13:30 la convocatoria
de elecciones. Así se lo hizo ver a personas de su confianza, con las
que consultó su intervención. Finalmente, tal anuncio no se produjo.
La razón fundamental fue la desconfianza entre ambas
partes o lo que Puigdemont definió a última hora de la tarde como “falta
de garantías” por parte de La Moncloa. Por otro lado, el Gobierno
consideraba excesivas las peticiones de la Generalitat, sin ofrecer nada
a cambio.
“No era un acuerdo equilibrado, ellos no cedían
nada”, asegura un destacado ministro, que explica que Puigdemont exigía
la suspensión del 155, la libertad de ‘los Jordis’ y la salida de la
Guardia Civil y la Policía Nacional de Cataluña, y solo ofrecía la
convocatoria de elecciones y la retirada de la DUI.
El ministro
considera que el cambio de última hora de Puigdemont se debió a las
presiones internas y al temor a la calle. La versión de los soberanistas
e independentistas es que su propuesta suponía un elevadísimo coste por
la reacción de sus bases en Cataluña y la ruptura del bloque
secesionista.
Los acontecimientos comenzaron a precipitarse en la
madrugada del jueves. A las dos de la mañana de ese día, concluía una
larga y tensa reunión del Govern, con agrias discusiones entre
Puigdemont y Junqueras.
Finalmente, llegaban a un acuerdo para la
convocatoria de elecciones a cambio del compromiso de Rajoy de suspender
la aplicación del 155, tras analizar las propuestas que les habían
llegado por diferentes contactos con el Gobierno y estudiar las
consecuencias penales de cada paso.
En los días previos se habían producido multitud de
intentos de mediación que habían llevado a esa conclusión a los miembros
del Govern. El más eficaz y el que más a fondo se ha empleado ha sido
el lendakari Íñigo Urkullu, vinculado políticamente a los soberanistas
catalanes, socio presupuestario de Rajoy y aliado del PSOE en Euskadi. (...)
Miquel Iceta, líder del PSC, también intervino los días previos y se
reunió con Puigdemont y llamó a Rajoy. Y un veterano diputado del PDeCAT
contactó el viernes pasado con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de
Santamaría, para pedirle una salida antes del 155.
Aunque La Moncloa
insistía en que se negaba a retirar el 155 antes de que se aprobara en
el Senado, sí estaba abierta a buscar una fórmula para una suspensión
inmediata, antes de publicarse en el BOE y ejecutarse. (...)
La Generalitat filtró la convocatoria de las
elecciones a mediodía. Se produjo la reacción del mundo independentista y
ERC amenazó con salir del Govern, lo que tenía un valor relativo,
porque con la convocatoria electoral ese Ejecutivo tenía ya los días
contados.
Puigdemont preparó su discurso, convocó a los medios
para las 13:30 y sus negociadores exigieron a La Moncloa el borrador del
decreto que debía aprobar el Consejo de Ministros el viernes. No hubo
tal envío, el acuerdo entre los ‘fontaneros’ autorizados no se cerró y
se aplazó la comparecencia de Puigdemont hasta horas después, cuando ya
rechazó la convocatoria electoral. Del alivio se volvió a lo peor. (...)
Destacados miembros del PDeCAT culpan al entorno de Puigdemont de la
falta de acuerdo, pero también a la ausencia de gestos desde La Moncloa
para favorecer a última hora el pacto, sobre la base de que el propio
Rajoy ha transmitido estos días incesantemente su voluntad de evitar una
aplicación del 155 que será muy difícil de gestionar en la práctica. (...)
Sin el acuerdo, el Gobierno de Rajoy aprobará ahora los decretos de
aplicación centrados en el control de los Mossos, la intervención de las
finanzas y del Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la
Información (CTTI) de la Generalitat.
Tendrá un papel destacado el
delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo. Y si hay declaración de
independencia, Puigdemont estará en los próximos días sin cargo y con
muchas posibilidades de ingresar en prisión acusado de rebelión ante el
Tribunal Supremo." (Fernando Garea, El Confidencial, 27/10/17)
"(...) Cataluña es independiente
en el orden retórico, se ha emancipado de España en la
política-ficción.
Y semejante placebo aspira encubrirse ahora con una
llamada a la resistencia y con la coreografía de las movilizaciones
organizadas.
Cataluña es una república fantasma, y una comunidad
autonómica real cuyo porvenir, credibilidad, seny, madurez, economía se
ha visto expuesta a una implosión que ha maniobrado el cinismo de
Junqueras.
Tendrá que responder a su grey del engendro que le ha
construido. No ya con la devastación de los espacios democráticos, con
la ferocidad del pucherazo y con la vacua superstición de la represión
franquista, sino porque ha perseverado en la ruptura sin haber asumido
el rechazo de la comunidad internacional, la fuga de la economía y el
trauma de un pueblo dividido.
Cataluña no es independiente, pero experimenta al
mismo tiempo las peores consecuencias de su anomalía y excepcionalidad
"indepe". En sentido conceptual, por el estupor del oscurantismo
nacionalista.
Y en sentido práctico, por cuanto el simulacro de una
patria amañada y malparida ha precipitado una situación de aislamiento,
de regresión y de empobrecimiento. (...)" (Rubén Amón, El País, 27/10/17)
"Por unas horas, pareció en la mañana de ayer que el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, disolvería el Parlament, convocaría elecciones y resituaría a Cataluña en la senda del Estatut y de la legalidad.
Se cumpliría el doblete: “Ni DUI” (Declaración
Unilateral de Independencia) “ni 155” (por el artículo de la
Constitución que autoriza a intervenir puntualmente una comunidad
autónoma). Muchos parecían felices con que se atenuara la tensión.
Hasta que a las cinco de la tarde, la hora torera de Lorca —“una espuerta de cal ya prevenida”—, se desinfló la expectativa.
¿Qué ocurrió en esas horas de desconcierto (habitual) y de esperanza (insólita)?
La explicación del protagonista fue sencilla, incluso
simple. A cambio de descabalgarse del impulso de declarar la
independencia, con la retirada concomitante del artículo 155 en ciernes, había “intentado obtener” algunas “garantías”.
¿Cuáles? No las detalló, las insinuó. La libertad de los dos Jordis
(que no depende del Gobierno, sino de la Audiencia Nacional); la
retirada de la Policía Nacional y de la Guardia Civil del territorio
catalán (algo exorbitante, visto lo visto desde el 1-O); la renuncia de
los fiscales a ejercer su oficio (más bien esotérico, para ser firmado).
La posibilidad de la salida racional que reclama Miquel Iceta es ahora infinitesimal (...)
Porque incluso el Gobierno mensajeó que si el retorno a la legalidad era claro, no habría obstáculo: otra cosa eran las declaraciones públicas, de intención disuasoria, esa ventaja de los poderosos, y de los aspirantes a serlo. Y el halcón Xavier García Albiol retuvo su bilis y dejó de amenazar.
Habrá pues que recordar los hechos.(...)
Nunca como en estos días, un Gobierno fue más eficaz en la destrucción de las instituciones de un país, Cataluña.
El Govern y el Parlament han sido sustituidos, en el caos nocturno, por
la amalgama desnortada o la mayúscula anomia, por un estrambótico
estado mayor del secesionismo.
Un sanedrín o pinyol oscuro, irresponsable y en nada transparente, que no responde a ningún control democrático, sino que manda a los consejeros —estos sí, responsabilizados en cuerpo y patrimonio ante la justicia— en total desprecio al arrumbado (por ellos) Estatut y sus normas.
Esa mezcla de soviet aficionado, somatén titubeante y patrulla boy scouts desbrujulada, marcará época y les perseguirá en los sueños de por vida, en contraste con aquella “cierta manera de hacer las cosas” que practicó el Molt Honorable Josep Tarradellas... y el general De Gaulle, o el canciller Helmut Kohl, o el presidente Franklin Roosevelt, todos ellos líderes (de distintas raigambres ideológicas) que remaron a contracorriente de las pulsiones más bajas alimentadas por sus respectivos populismos autóctonos.
En su día más dramático y decisivo, Carles Puigdemont careció ayer de la osadía de extraer las consecuencias del agujero en que él mismo se había metido, también empujado por su predecesor, y por sus socios, y por sus periodistas de cámara. (...)" (Xavier Vidal-Folch, El País, 27/10/17)
Un sanedrín o pinyol oscuro, irresponsable y en nada transparente, que no responde a ningún control democrático, sino que manda a los consejeros —estos sí, responsabilizados en cuerpo y patrimonio ante la justicia— en total desprecio al arrumbado (por ellos) Estatut y sus normas.
Esa mezcla de soviet aficionado, somatén titubeante y patrulla boy scouts desbrujulada, marcará época y les perseguirá en los sueños de por vida, en contraste con aquella “cierta manera de hacer las cosas” que practicó el Molt Honorable Josep Tarradellas... y el general De Gaulle, o el canciller Helmut Kohl, o el presidente Franklin Roosevelt, todos ellos líderes (de distintas raigambres ideológicas) que remaron a contracorriente de las pulsiones más bajas alimentadas por sus respectivos populismos autóctonos.
En su día más dramático y decisivo, Carles Puigdemont careció ayer de la osadía de extraer las consecuencias del agujero en que él mismo se había metido, también empujado por su predecesor, y por sus socios, y por sus periodistas de cámara. (...)" (Xavier Vidal-Folch, El País, 27/10/17)
"…Y Montilla huyó del Senado.
José Montilla Aguilera, cordobés, primer secretario del PSC durante 11 años, alcalde de Cornellá, ministro de España
durante 2 años, presidente de la Generalitat durante 4 años. Llevó a
sus hijos al Colegio Alemán de Barcelona, un privado sin laimmersió. Su
mujer ocupó simultáneamente 14 cargos en empresas públicas y privadas.
Durante su presidencia de la Gene fomentó el nacionalismo y su vice
presidente Carod Rovira se entrevistó con la ETA en Perpiñán. (...)
Hoy Montilla ha abandonado el Senado para evitar pronunciarse sobre las medidas para restablecer el orden Constitucional en Cataluña.
Hoy
Montilla ha abandonado el Senado y a los millones de catalanes que un
día votaron PSC y que hoy el nacionalismo pretende hacer extranjeros en
su país. (...)
Montilla, què has fet?" (Dolça Catalunya, 27/10/17)
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