"¿Se puede ser al mismo tiempo de izquierdas y nacionalista? La
izquierda siempre ha proclamado su vocación internacional, pero en la
práctica, a menudo, ha asumido la causa nacionalista.
En nuestro país,
la crítica radical a toda autoridad y la desconfianza hacia el Estado
condujeron a una parte muy importante de la izquierda a inclinarse por
el federalismo; en versiones más extremas, por el cantonalismo, e
incluso por posiciones casi comunales.
El juego político, basado en la
alternancia de partidos burgueses y en el caciquismo, marginaba a los
movimientos populares y a la izquierda. No es extraño por tanto que
parte de esta -en algunos sitios como Cataluña casi en su totalidad- se
recluyese en el sindicalismo y en el anarquismo adoptando aptitudes
apolíticas, y considerando que cuanto más dividido estuviese el poder
político, mejor.
Esta desconfianza ante el Estado se vio mantenida e
incluso acrecentada durante la dictadura. El Estado era franquista y
opresor, opresor no solo de las libertades individuales sino también de
las de los pueblos. La lucha, la resistencia, eran en primer lugar
frente al poder político, frente al Estado.
Tales recelos pueden tener su razón de ser ante un Estado liberal, y
por supuesto ante regímenes dictatoriales, pero carecen de todo sentido
cuando se trata de un Estado social y democrático de derecho. A una
parte de nuestra izquierda le cuesta comprender que el único contrapeso
posible al poder económico y a las desigualdades que derivan del mercado
se encuentra en el Estado.
Bien es verdad que hoy en día estamos
inmersos en un proceso involutivo que pretende retrotraernos al Estado
liberal, pero la forma de combatirlo nunca puede estar en propugnar
menos Estado, sino en, por el contrario, reclamar más Estado; la manera
de superarlo jamás podrá centrarse en un proceso disgregador que trocea
el Estado en comportamientos estancos.
El Estado constituye el único ámbito en el que, mejor o peor, se
cumple el juego democrático, y en el que resulta posible establecer
contrapesos al poder económico.(...)
No existe ninguna contradicción, todo lo contrario, en que la
izquierda abrace la causa de las naciones o de los pueblos pobres y
oprimidos por la dominación colonial; pero cuando en Estados
teóricamente avanzados, como Italia o España, el nacionalismo surge en
las regiones ricas, enarbolando la bandera de la insolidaridad frente a
las más atrasadas, la izquierda difícilmente puede emparejarse con el
nacionalismo sin traicionar sus principios.
En este ámbito, izquierda y
nacionalismo son conceptos excluyentes. ¿Cómo mantener que la Italia del
norte, rica y próspera, es explotada por la del sur, que posee un grado
de desarrollo económico bastante menor?
¿Cómo sostener que regiones
tales como Extremadura, Andalucía o Castilla-La Mancha oprimen a otras
como Cataluña, País Vasco o Navarra? ¿Puede la izquierda dar cobertura
al victimismo de los ricos? ¿No resulta contradictorio escuchar a una
fuerza que pretende ser progresista quejarse del déficit fiscal de
Cataluña?
Hoy, esta contradicción no solo ha hecho presa en la mayoría de las
izquierdas de Cataluña y del País Vasco, sino que se ha trasladado de
manera edulcorada a los partidos nacionales. Tanto IU como Podemos se
han dejado enmarañar en el concepto del derecho a decidir, eufemismo
empleado por los nacionalistas catalanes para eludir hablar del derecho
de autodeterminación, del que saben perfectamente que no es aplicable a
Cataluña, según la extensión que de él hace el ordenamiento jurídico
internacional.
El derecho a decidir presenta, además, el atractivo de revestirse de
la apariencia de democracia y libertad. Es fácil tachar de
antidemócratas a los que se opongan. Se olvidan, no obstante, al igual
que lo hacen los defensores del neoliberalismo económico, de la paradoja
de la libertad, que viene a recordarnos que la libertad, como ausencia
de todo control restrictivo, termina destruyéndose a sí misma y
convirtiéndose en la máxima coacción, ya que deja a los poderosos vía
libre para esclavizar a los débiles.
Sin Estado, sin ley, no hay
libertad. Precisamente lo que cada individuo pide al Estado es que
proteja su libertad, pero en contrapartida tiene que renunciar a una
parte de esa libertad, aquella que se opone a la libertad de los demás.
Mi derecho a mover mis puños en la dirección que desee queda constreñido
por la posición de la nariz del vecino. Es de la limitación de la
libertad de donde emerge la propia libertad. La carencia de leyes
limitativas de la libertad hunde a la sociedad en el caos, imponiéndose
la ley de la selva, la ley del más fuerte.
Todos tenemos el derecho a decidir. Es más, estamos compelidos, como
dirían los existencialistas, a un sinfín de elecciones, pero también hay
otras que nos están vedadas. (...)
¿Serían capaces de mantener que un grupo social, el constituido por
los ciudadanos de mayores rentas, tiene el derecho, si lo decidiese por
mayoría (la mayoría sería aplastante) de excluirse del sistema público
de pensiones, de la sanidad y de la educación pública, por ejemplo, con
la correspondiente rebaja proporcional en sus impuestos? El supuesto no
es tan forzado como pudiera parecer si tenemos en cuenta que las
regiones que proponen la autodeterminación son de las más ricas de
España.
¿Cuál sería su postura si la Moraleja (una de las urbanizaciones
de más altostanding de Madrid) pretendiese (ya lo intentó)
independizarse del municipio de Alcobendas (municipio de clase media),
creando su propio ayuntamiento? Amparados en el derecho a decidir,
¿estarían a favor, por ejemplo, de convocar un referéndum sobre la pena
de muerte?
La independencia de Cataluña no solo afectaría a esta región sino a
toda España. El derecho de un grupo de catalanes aunque fuese
mayoritario (ahora no lo son) chocaría con el derecho de otros catalanes
e incluso con el derecho del resto de españoles. ¿Puede la mitad de
Cataluña cambiar sustancialmente las condiciones de vida de la otra
mitad, obligándole a separarse de España, a la que se encuentran unidos
desde hace muchos siglos?
Por otra parte, ¿quiénes son los catalanes?,
¿los que ahora residen en la Comunidad Autónoma aunque hayan llegado
ayer o todos los nacidos en Cataluña vivan donde vivan? ¿Por qué pueden
votar los catalanes residentes en Costa Rica y no los residentes en
Madrid?
Tanto IU como Podemos deberían preguntarse quién es el sujeto de ese derecho a decidir que se invoca. (...)
¿Qué ocurriría si la mayoría en Barcelona y Tarragona se pronunciase
en contra de la escisión aunque la mayoría de la Comunidad se mostrase a
favor?, ¿se independizarían tan solo Lérida y Gerona? ¿Y qué sería de
los municipios que se pronunciasen en contra de lo decidido por sus
correspondientes provincias?
El derecho a decidir es solo una trampa (y tanto Podemos como IU
harían bien en no caer en ella), pergeñada por los partidos
nacionalistas detrás de la cual se oculta únicamente la aspiración de
una región rica de separarse de las de peor fortuna. Es una trampa
parecida a la que crean las clases altas cuando invocan el término
libertad aplicándolo a la economía.
En cuanto se rasca un poco en el
discurso nacionalista, debajo de las palabras democracia, pueblo,
libertad, decidir, se encuentra siempre el “España nos roba”. Acabo de
leer uno de esos comentarios en prensa en los que los independentistas
son tan asiduos; después de no sé cuántos alegatos el autor termina
diciendo que los niños extremeños tienen en la escuela ordenadores
gratis y los catalanes no.
No sé si es cierto o falso, pero en cualquier
caso debería preguntarse si tiene algo que ver el 3% y que el
presidente de la Generalitat sea el presidente de Comunidad que más gana
en España, y el que percibe, por cierto, casi el doble que el
presidente del Gobierno." (La izquierda y el derecho a decidir, de Juan Francisco Martín Seco en República de las ideas, en Caffe Reggio, 07/11/15)
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