"Rompo un compromiso de confidencialidad sobre los planes
reales del independentismo. Lo hago por una obligación moral. ¿Por qué
habría yo de guardar lealtad a quien se comporta de manera tan desleal
con sus conciudadanos? (...)
Estoy seguro de que muchos de mis conciudadanos, preocupados por el cariz que están tomando los acontecimientos en Cataluña, se hacen estos días esa clase de preguntas.
De ahí que haya tomado la decisión de
revelar un episodio que tuvo lugar pocos días después de las elecciones
del 27-S, concretamente la noche del 5 de octubre, cuando compartí mesa y
mantel con el actual presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC),
Jordi Sánchez.
El resto de los comensales eran empresarios, académicos,
algún que otro periodista e incluso un político: el consejero de
Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell. En total, 16 personas. (...)
A pesar de que Junts pel Sí no alcanzó la mayoría absoluta en
escaños, Sánchez dijo estar satisfecho con los resultados: “Si llegamos a
obtener la mayoría absoluta, no quiero ni imaginarme la presión que la
CUP, que no tendría la fuerza que tiene ahora, nos estaría metiendo para
que diéramos pasos irreversibles hacia la independencia. Es mejor así”.
Es decir, que si Junts pel Sí llega a obtener la mayoría necesaria para
formar Gobierno sin necesidad de recabar el apoyo de la CUP, tendría un
problema aún más gordo que el que tiene ahora, porque entonces estarían
fatalmente obligados a cumplir su programa electoral y no podrían
escudarse en la formación antisistema para justificar sus propios
desafueros. Legalidad aparte, se trata de una tomadura de pelo a los
votantes de Junts pel Sí, muchos de ellos persuadidos de que la secesión
estaba a la vuelta de la esquina del 27-S. Con todo, eso no fue lo más
preocupante que dijo Sánchez aquella noche.
El líder independentista
asumió abiertamente que el resultado del 27-S no legitima a los partidos
separatistas para declarar la independencia, en contra de lo que el
resto de los líderes independentistas y el propio Sánchez defienden
públicamente. Se refirió, concretamente, al hecho de que no alcanzaran
ni siquiera la mitad de los votos y reconoció que “fuera de España nadie
entendería” que, así las cosas, se proclamase la independencia desde el
Parlament.
“Hay que reconocer que eso es muy difícil que alguien te lo
compre fuera de aquí”, concluyó. No estaría mal que Sánchez y compañía
empezaran por reconocer todo eso ante los ciudadanos de Cataluña,
empezando por sus propios votantes.
Conscientes en su fuero interno de que el resultado del 27-S no
legitima su hoja de ruta, Sánchez expuso sin inmutarse que los partidos
independentistas deben seguir actuando como si la independencia fuera
cuestión de horas, como si estuvieran plenamente legitimados para
culminar el proceso.
“A partir de ahora lo que tenemos que hacer es
hacer actos de soberanía, dar a entender que la cosa va en serio para
forzar la situación”. Cuando le preguntaron qué entendía él por “forzar
la situación”, contestó que de lo que se trataba era de obligar al
Estado a reaccionar. Reconoció que al independentismo le iría de perlas
que el Gobierno aplicase el artículo 155 de la Constitución, pero
admitió que no lo veía probable porque entonces “el Estado estaría
perdido” ante la comunidad internacional.
Descartada la aplicación del 155, Sánchez explicó que de lo que se
trata es de proyectar al mundo mediante esos artificiosos “actos de
soberanía” la imagen de que el Parlament ya actúa como si fuera de facto
independiente de la legalidad española, con el objetivo de forzar la
mediación internacional para resolver el “contencioso entre Cataluña y
España”.
Confía Sánchez en que esos resultados electorales que él mismo
reconoce insuficientes lleven a la comunidad internacional a imponer al
Estado español la celebración de un referéndum de autodeterminación para
Cataluña. No parece que las recientes declaraciones sobre Cataluña del
secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, vayan en esa línea.
Para los ideólogos del proceso el objetivo ahora es llevar la
situación a un punto de no retorno. Conviene recordar que no cuentan ni
siquiera con el apoyo de la mitad de los catalanes. Bajo la anuente
mirada del consejero Mascarell, sentado a su derecha, Sánchez estaba
anticipando el trasfondo de medidas como la propuesta de resolución
presentada la semana pasada en el Parlament, reconociendo que van de
farol en su desafío al Estado.
Un “acto de soberanía” para provocar la
reacción del Estado, esto es, una provocación, como dijo el presidente
del Gobierno, Mariano Rajoy. La propuesta supone además un menosprecio
al Parlament, pero sobre todo una deslealtad para con los ciudadanos de
Cataluña y de toda España." (
Ignacio Martín Blanco
, El País, 4 NOV 2015)
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