"(...) Las pensiones son otro ejemplo que ilustra las complejidades del
proceso. Una Cataluña independiente sustituiría al Estado español como
titular de los derechos y de las obligaciones de un sistema de pensiones
de reparto que en la actualidad es deficitario.
En el corto plazo, el sistema de pensiones catalán tendría que hacer
frente al pago de las pensiones de todos los jubilados que hubieran
devengado derechos pensionables en Cataluña, vivieran donde vivieran, y
de todas las pensiones no contributivas de sus pensionistas residentes.
Para financiarlas, contaría con las cotizaciones de los trabajadores que
siguieran residiendo en Cataluña después de la secesión y con la parte
que le correspondiera a Cataluña del fondo de reserva de las pensiones.
Cuantificar estos ingresos en una Cataluña inmersa en un proceso de
independencia —del que desconocemos cómo afectará a la tasa de
crecimiento, los movimientos migratorios, etcétera— es pura
especulación.
Además, los sistemas de reparto de los países pequeños son más
vulnerables que los de los países grandes ante las perturbaciones
económicas y demográficas porque sus principales ingresos provienen del
territorio del Estado que los garantiza. Por ejemplo, cuando España,
Grecia o una Cataluña independiente van bien, sus pensiones de reparto
también van bien.
Pero apostar a que las cosas le van a ir bien a las
economías española y catalana durante el periodo transitorio de una
secesión disputada es una apuesta arriesgada. Desafortunadamente, sobre
las pensiones se pueden hacer pocas promesas y menos ante tal
incertidumbre. (...)" (
Ramon Marimon /
Javier Díaz-Giménez /
Juan F. Rubio Ramirez /
Sevi Rodríguez Mora
, El País, 26 SEP 2015)
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