"En el caso de Euskadi, y dejando de lado nuestra historia desde el
paleolítico, el nacionalismo vasco, más allá de las cuatro batallas de
Sabino Arana, quiere fundar la comunidad vasca en el mito de haber
ganado la paz aun habiendo perdido la Guerra Civil.
Y si Euskadi ganó la
paz en la Guerra Civil, los vencedores no la ganaron, sino que se
quedaron con la guerra y con la mala conciencia. Este mito se basa en
que la Guerra Civil fue española, pero no vasca, que fue una guerra de
España contra Euskadi, creando la dicotomía fundamental que ha dado
sentido a la visión nacionalista.
El nacionalismo de la izquierda radical vasca asume esta dicotomía
como punto de partida, y la asume basada en el mismo mito de que los
vascos preservaron la buena conciencia frente a la mala que anidaba en
el alzamiento nacional y en la dictadura de Franco.
La dicotomía
Euskadi-España creada tras la guerra se radicaliza con ETA y se
convierte en elemento estructural de la mentalidad de muchos vascos.
España es una cosa y Euskadi es otra. Y en Euskadi no hay, ni debe haber
rastro de lo que se llama y denomina España. Sólo entonces se dará la
verdadera Euskadi, que ahora vuelve a llamarse Euskal Herria, y sólo
entonces se podrá decir que existe por parte de España el verdadero
reconocimiento de la nación vasca.
En estos juegos con la historia suele gustar a los nacidos más tarde
dotarse de una genealogía aceptable. A los nacionalistas de hoy les
interesa subrayar que ya sus padres fueron antifranquistas, y que ya sus
abuelos lucharon por una Euskadi independiente. El problema radica en
que la sociedad vasca es una sociedad pequeña y en muchos casos se
conoce la historia de las familias desde hace varias generaciones.
Y la
supuesta limpieza genealógica que funda la buena conciencia de los
actuales no siempre es posible sustentarla. De carlistas fueristas
pudieron surgir franquistas, y de éstos radicales nacionalistas. Lo que
permanece en el tiempo es la voluntad de definir el conjunto de la
sociedad vasca desde una visión exclusiva de parte.
Del
euskaldun=fededun al euskaldun=abertzale o nacionalista. Sólo hay, sólo
debe haber una única forma de ser vasco. En la historia de la Iglesia
católica hubo una fórmula que expresaba esta idea a la perfección:
«extra ecclesiam nulla salus», fuera de la Iglesia no hay salvación,
fuera de la visión de Euskal Herria de la izquierda abertzale radical no
hay identidad posible, no hay forma posible de ser o llamarse vasco.
Y a
esta fórmula respondía la otra que hablaba del ‘compelle intrare’, de
obligar a entrar en la Iglesia, en la comunidad. Estás fórmulas
sirvieron de base a la Inquisición, y sirven a todos los planteamientos
totalitarios.
Hace algún tiempo que el dirigente de la izquierda
nacionalista radical Pernando Barrena, preguntado por un periodista si
no reconocía que hubiera en la sociedad vasca personas que no veían a
Euskadi o Euskal Herria de la misma forma que ellos, contestó diciendo
que «ya los convenceremos», es decir, ya los convertiremos.
Y es que el totalitarismo cuando eleva la parte a totalidad realmente
sueña con una totalidad, con construir la totalidad, dar forma al
conjunto tal y como lo ve él. Y quiere que esa totalidad, ese conjunto
contenga a todos. Pero para ello primero tiene que hacer que todos sean
como ellos, los tiene que convencer, los tiene que convertir, los tiene
que transformar, tienen que dejar de ser distintos a él para que entren
en la homogeneidad sin la que son incapaces de pensar la totalidad. (...)" (JOSEBA ARREGI, EL CORREO 12/12/13, en Fundación para la Libertad)
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