"El filósofo Manuel Reyes Mate (Pedrajas de San Esteban, Valladolid,
1942) piensa, habla y actúa con el convencimiento de que la democracia
debe aprender del pasado para construir el futuro. Cree en la razón, en
los hechos, en las obligaciones morales de las democracias para con las
víctimas de la barbarie fascista. Premio Nacional de Ensayo en 2009 por La herencia del olvido, es una autoridad en la aplicación de la razón a la política. (...)
Doctor por la Wilhelms-Universität de Münster y la Universidad Autónoma
de Madrid, profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de
Filosofía, expone a las claras su preocupación ante el fenómeno nacionalista catalán, que ve construido con los mismos mimbres que armaron las peores tragedias del siglo XX.
PREGUNTA:
42º aniversario del 20-N. Hay voces que alertan de que rebrota en
España un nacionalismo excluyente, de raíz franquista.
RESPUESTA: El nacionalismo excluyente no es patrimonio del franquismo ni surge con él. (...)
Construimos la gran identidad española en el siglo XV excluyendo a los
judíos y en el XVII a los moriscos. Esa forma de entender la identidad
excluyendo se ha producido bajo formas muy distintas en España.
Posiblemente el último episodio sea lo que pasa en Cataluña. El
franquismo es la forma de construir identidad excluyendo que nos ha
tocado a nosotros, pero es un fenómeno muy anterior. (...)
P: Es que en España la guerra sí la ganó el fascismo.
R: Es la gran diferencia. En Europa el fascismo perdió, aquí no. La República fue vencida dos veces. Primero, por el fascismo. Pero después la derrotaron los aliados al dejarla de lado y legitimar el franquismo. Esa doble derrota ha complicado el deber de memoria.
P: Estos días, en las
crónicas internacionales sobre el conflicto catalán, reaparece el
franquismo como si fuera un elemento más de la política española. ¿Es
justo?
R: Creo que es una manipulación del pasado. Si hay una expresión del franquismo en el caso catalán, no está tanto es la brutalidad de la policía reprimiendo el simulacro de referéndum, sino en la forma de entender la construcción nacional catalana.
Tirarse a una piscina como
era esa apuesta por una república catalana teniendo en cuenta que la
mitad estaba en contra, que no se daban las condiciones... Ese gesto
expresa una forma de ser hispana: construir excluyendo. Ahí se
representa el esquema español más castizo. En esto los nacionalistas
catalanes son los más españoles de todos.
Esto lo tiene el nacionalismo
español, el castellano, el vasco y también el catalán. Todos son
profundamente españoles. No tiene sentido enfrentar el nacionalismo
español al catalán. Los dos son resultado de la misma forma histórica a
la que se refería Américo Castro.
P: Eso les va a escocer a los nacionalistas catalanes.
R: Es que lo que ocurre en Cataluña sería impensable en Europa. El prestigio del nacionalismo sólo se da en Europa en la ultraderecha. Las generaciones posteriores al holocausto, al repensar las piezas que llevaron al desastre, vieron que había caminos que no se podían seguir. El nacionalsocialismo, que es la expresión máxima del nacionalismo.
Y no
hay que analizarlo en su origen, en el siglo XIX, sino en sus efectos
en el XX. Por eso es impensable que un intelectual crítico, que un
hombre con conciencia histórica, sea nacionalista en Europa. Éste es el
problema que hay en Cataluña. Se ha embarcado en una aventura que va
contra la historia sin que quepa explicación racional. Yo tuve un debate
con un monje benedictino de Montserrat al que le hacía estas
reflexiones.
Cómo el deber de memoria nos prohíbe ser nacionalistas, por
esa conciencia de que el nacionalismo llevó a la catástrofe de los
campos de exterminio. El me decía: "¿Quieres decir que los nacionalistas
somos fascistas?". No. Para mí el fascista no es el que tiene ideas
fascistas, sino quien comete un crimen contra la humanidad.
El fascismo
es reprobable por lo que hizo. Y el nacionalismo catalán no ha creado
ningún campo de exterminio. Jamás diría que los nacionalistas catalanes
son fascistas. Lo que sí digo es que hay determinadas prácticas que
pueden llevar al fascismo.
¿Qué diferencia hay entre lo que decían los
nazis a los judíos en Berlín, "juden raus!" ["¡judíos fuera!"], y
algunas inscripciones que se observan ahora en Barcelona, diciendo "ésta
no es vuestra tierra"? Apropiarse de una tierra, decidir quién puede
vivir en ella, es una práctica fascista.
Hannah Harendt, que fue muy
crítica con el proceso a [Adolf] Eichmann, acabó de acuerdo con la
sentencia a muerte, pero por una razón diferente. Había sido miembro de
un gobierno que se había apropiado de la tierra. Para ella eso era más
grave que el crimen. Porque el crimen es consecuencia de la apropiación
de la tierra.
P: ¿Se puede ser nacionalista y de izquierdas?
R: Es imposible por lo que acabo de decir. La construcción del nacionalismo en el siglo XIX está íntimamente ligada a figuras antimodernas. El romanticismo, que es la madre del cordero, tiene como principios la tierra, la sangre, la religión y la lengua. Todo eso va en contra de los tres principios revolucionarios, liberté, égalité, fraternité.
Claro que hay nacionalismos que son pragmáticos, que se se
adaptan, pero nuestras generaciones post-Segunda Guerra Mundial tenemos
que ver el nacionalismo no desde sus orígenes, sino a partir de lo que
acabó dando de sí. Y lo que dio de sí es el nacionalsocialismo.
P: Le opongo un caso.
Un militante del BNG, que cree que con un Estado propio Galicia
defenderá mejor la justicia social. ¿No es un nacionalista de
izquierdas?
R: Recordemos lo que dijo Jorge Semprún. Una de sus últimas intervenciones, que fue una especie de testamento a los jóvenes. Decía: "No olvidéis que la Unión Europea nace en los campos de exterminio". La Unión Europea es la respuesta al fracaso de los nacionalismos. Es un autoengaño relacionar izquierda y nacionalismo. Sólo es posible en España, además.
Mi generación, yo tengo 75 años, se ha autoengañado.
¿Por qué? Porque el nacionalismo [periférico], al ser perseguido por el
franquismo, pasó a ser considerado como una forma antidictatorial y
democrática. Y eso es un grave error, porque el nacionalismo era
efectivamente antidictatorial, pero profundamente antidemocrático. Pero
como fue objeto de persecución, ha tenido esa vitola de izquierdas.
P: A veces, al criticar al Gobierno, se le acaba
acusando de "franquista", "autoritario", "fascista". ¿Hay un abuso de
esos términos?
R: Hay palabras tan elásticas que valen para todo. Vamos a ver, la actuación de la policía [el 1 de octubre] es condenable. Esa brutalidad. Pero para criticarla no hace falta utilizar esas palabras. (...)" (Ángel Munárriz, InfoLibre, 20/11/17)
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