23/10/20

Una manipulación, una descomunal y planificada manipulación. Eso fue el 1-O de 2017... nunca tantos fueron engañados tanto y durante tanto tiempo. Recordemos: “jugábamos al póquer e íbamos de farol” (Clara Ponsatí). Los ñordos, xarnegos, botiflers, castellanufos, españoles de m., etc. quedamos fuera. ¡No formamos parte del país! Duele el oportunismo y claudicación de muchos sectores de la izquierda .Cat

 "Una manipulación, una descomunal y planificada manipulación. Eso fue el 1-O de 2017 si atendemos a las bases del nacional-secesionismo: nunca tantos fueron engañados tanto y durante tanto tiempo. Recordemos: “jugábamos al póquer e íbamos de farol” (Clara Ponsatí, la ex consellera: “De Madrid al cielo”); “las estructuras de Estado estaban aún inmaduras”, etc. Desde el punto de vista de las élites del movimiento, un gran éxito: su Luxemburgo-Andorra-paraíso fiscal del Mediterráneo, con Eurovegas como apuesta “estratégica”, parecía estar más cerca… O eso decían.

Para su narrativa, así lo siguen diciendo, el 1-O fue un ejercicio legítimo, limpio y democrático del que afirman “derecho inalienable de Cataluña a la autodeterminación”. Casi imposible discutir con el amarillismo en sus diferentes variantes sobre ese supuesto “derecho inalienable” de una de las comunidades más ricas (y más desigualmente enriquecidas) de España.

 Para ellos: un axioma, un postulado político-cultural. También para los soberanistas y confederalistas que dicen ser no secesionistas (aunque actúan casi siempre como tales), y para un sector nada marginal de la izquierda, la de aquí y la del conjunto de España, que sigue pensando desde una perspectiva idéntica. Por convicción o porque sus alianzas políticas lo exigen.

Desde un punto de vista no nacionalista, el 1-O fue una estafa antidemocrática, un momento marcadamente excluyente de una diseñada y exitosa movilización nacional-secesionista que contó, cuenten lo que cuenten, con la complicidad de los Mossos, de sus medios (TV3 en lugar destacado), de la Iglesia nacional-católica catalana (Montserrat en lugar preferente) y de todas las instituciones del poder autonómico. 

El 1-O fue una estudiada y cuidada agitación-movilización que ahondó aún más (al mismo tiempo, y para muchos, muchos años) la división de la sociedad catalana y la incomprensión y lejanía del resto de la ciudadanía española. La desafección que siente, que sentimos la ciudadanía no secesionista no se disolverá por arte de magia. Ni nos fiamos ni nos fiaremos. ¿Sería razonable hacerlo?

La agitación amarrillista estaba fundamentada, según ellos mismos reconocieron y airearon, en el resultado de las elecciones del 27S de 2015, y en la (lo digo muy suavemente) provocación parlamentaria (“golpe posmoderno” le han llamado algunos analistas), en el profundo desgarro de los días 6, 7 y 8 de septiembre de 2017.

Repasemos brevemente. El 27S de 2015, con la dirección y ‘astucia’ de Artur Mas, entonces presidente de la Generalitat y alguien que se reconoció repetidas veces en el legado político de Jordi Pujol, todo el ámbito secesionista, sin excepciones y con el apoyo explícito -y vergonzoso- de ex dirigentes de izquierda (¡del PSUC!) que pidieron explícitamente el voto en clave estrictamente nacional y nacionalista, intentó conseguir una mayoría “significativa”, con todo a su favor, en las elecciones que ellos mismos llamaron plebiscitarias. Pero ni mayoría ni significativa. Antonio Baños, el candidato de la CUP en aquellas elecciones, lo reconoció la misma noche electoral: hemos perdido, otra vez será.

Ni le oyeron. Olvidaron instantáneamente ese reconocimiento y transformaron su derrota electoral en victoria parlamentaria por la vigencia de una ley electoral (¡española!) en absoluto proporcional. Dos días después, empezaron (siguieron más bien) a crear “estructuras de Estado” desde el gobierno de la Generalitat e instancias próximas, haciendo lo que les vino la gana una y otra vez, y contradiciendo el mandato de las urnas al que muchas veces aludían, por no hablar de su total menosprecio de la legalidad vigente (Estatut, Constitución). Sus brazos “civiles” en la operación, siempre bien alimentados y subvencionados y con mucho mando en plaza, son conocidos de todos: ANC y ÒC fundamentalmente. “Todo por la Patria”, esa era la consigna.

Los días 6, 7 y 8 de septiembre quedarán en la historia como un descarado ejemplo antidemocrático de utilización del Parlamento, marginando y despreciando no sólo a las fuerzas políticas no nacionalistas con representación parlamentaria sino a más de la mitad de la ciudadanía catalana. Huérfanos en su propio país, país que el amarillismo-nacional-secesionista considera de exclusiva y excluyente propiedad: para ellos, para los “verdaderos catalanes” y para nadie más. Los ñordos, xarnegos, botiflers, castellanufos, españoles de m., etc. quedamos fuera. ¡No formamos parte del país!

El 1-O, con todos los medios a su favor, con las numerosas e ininterrumpidas torpezas del gobierno Rajoy (la ayuda que les prestó fue inconmensurable), caldeando el ambiente todos los segundos del día y de la noche durante semanas, haciendo caso omiso de todas las advertencia jurídicas, llamaron al ejercicio de lo que hipocráticamente denominaron “dret a decidir”, el sagrado “derecho de autodeterminación” del pueblo de Cataluña. 

Sin control alguno, contando los resultados como quisieron, sin juntas electorales ni organismos afines. Lo cocinaron con su propia salsa y sus propios cocineros. Resultado: hablaron de una participación de un 43%, abrumadoramente favorable a que Cataluña fuera un Estado propio. ¿Pudo ser eso? Nunca lo sabremos con certeza pero tengo para mí que los resultados reales fueron muy inferiores.

Algunos porcentajes de esa participación estuvieron directamente relacionadas con la torpe actuación de la policía nacional (cayeron en todas las trampas que les tendieron), tal como fue retransmitida una y otra vez (con graves distorsiones) por TV3, un elemento básico en su estrategia. Pasaron imágenes reales, otras no, de la intervención policial en algunos colegios, una y otra vez, machacando. Muchos ciudadanos (tengo varios amigos entre ellos) que jamás hubieran participado en el pseudoreferéndum unilateral de independencia se sintieron obligados a intervenir en contra de los “verdugos” y en solidaridad con lo que ellos consideraron “víctimas”. Por reacción, no por convicción.

Luego vino la “huelga patriótica” del 3 de octubre, el discurso de Felipe VI y la gran manifestación popular antisecesionista del 8 de octubre. Hablamos en otra ocasión.

¿Lo que más duele de todo aquello? Duelen muchas cosas, casi todo. Además del manifiesto desprecio a los no-nacionalistas, es necesario recordar el oportunismo y claudicación de muchos sectores de la izquierda .Cat. (Recordemos la imagen de Ada Colau acudiendo a votar y mostrando a quien quisiera verlo su voto en blanco). Fueron muy pocos los colectivos, los líderes de la izquierda (de Cataluña y del conjunto de España) que supieron estar a la “altura fraternal y crítica de las circunstancias”. Nos tienen acostumbrados. Su abandono de la ciudadanía trabajadora no secesionista pasará -debe pasar- a la historia de los despropósitos. De ahí las reacciones positivas al discurso de Felipe VI; sintieron que alguien les protegía.

¿Agua pasada? ¿Han abandonado para siempre más las vías unilaterales? ¿No estamos ya en ¡esa pantalla’ (como decían hace años)? Nada de eso. Por si tuviéramos dudas de las posiciones actuales del amarillismo basta leer la entrevista de Ferran Espada a Marta Rovira: (18 de setiembre de 2020, https://www.publico.es/entrevistas/marta-rovira-marta-rovira-preparar-1-octubre.html). El titular: «Nos tenemos que preparar para otro 1 de Octubre y el Estado lo tiene que saber». ¿Alguna duda? ¿Esa es la confrontación inteligente de la que ahora hablan? Lo mismo de siempre: el eterno retorno de una excluyente y disonante canción mil veces oída que desearíamos no oír nunca más. Un sueño imposible. (...)"                                     (Salvador López Arnal, Rebelión, 26/09/20)

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