"(...) En su artículo La violencias del procés cuestionaba que este movimiento haya sido totalmente pacífico.
En efecto. De entrada, proponerse romper un Estado no
tiene nada de pacífico: conlleva una violencia implícita. A veces, no
es necesario que haya puñetazos para que se perciba violencia en el
ambiente.
Un ejemplo de ello es que en la sociedad catalana ciertas
opiniones no tienen cabida.
En mi caso, la violencia simbólica la percibí claramente en el año 13. De camino a una calçotada
en la Cataluña interior recorrimos rotondas y pueblos repletos de
esteladas. Me sentí mal, golpeado. Era una forma de decirnos: “Ya hemos
decidido”.
También es violencia simbólica que las instituciones sean una
maquinaria de agitación y propaganda. O que asociaciones y entidades
como las universidades se manifiesten continuamente rompiendo su propio
código deontológico. Todo eso ejerce una gran presión sobre el que no
está de acuerdo.
En este sentido, ¿es cierto que no hay fractura social tal y como asegura el separatismo?
Está claro que tenemos una sociedad rota. Un amigo
que vive en Estados Unidos me decía hace poco: “Se nota más tensión en
Cataluña que en Estados Unidos con Trump”. Es normal, porque en Cataluña
lo que se pretendía era un salto al vacío. Es decir, que una minoría
impusiera un proceso de ruptura sin legitimidad para ello.
Y es que a
veces deberíamos preguntarnos: “¿La secesión en democracia es legítima?”
Puede ser legal, pero no legítima. ¿Cómo podría serlo cuando los
catalanes gozamos de los mismos derechos que los españoles? ¿O cuando
España es uno de los países que más y mejor recoge la diversidad
lingüística? ¿Es legítimo que los ricos no paguen impuestos?
Por otro
lado, ¿se puede ir a unas elecciones con un programa de golpe
parlamentario? En nuestro país, la Constitución no es militante y
permite reformar cualquiera de sus partes. Pero se debe tener la mayoría
necesaria para hacerlo.
En cualquier caso, es innegable que el procés ha quebrado la convivencia y fracturado la sociedad. Ha sido tremendamente dañino.
Con frecuencia se escucha que no debe “judicializarse la política”. ¿Es una reclamación sensata en lo que respecta a Cataluña?
Se trata de un tópico muy nocivo. Los políticos deben
estar sometidos al Estado de derecho: si cometen delitos, tienen que
ser juzgados. En la vista del juicio, hemos escuchado: “Eran políticos
haciendo política”.
Sí, pero al mismo quebraban leyes constitucionales y
estatutarias. Ese tipo de frases dan a entender que no han hecho nada,
pero eso no es cierto. Iniciaron un golpe parlamentario, nada más y nada
menos. Y este, obviamente, debe tener consecuencias.
También ha cuestionado que Oriol Junqueras sea el político moderado que algunos ahora aseguran que es.
En mi opinión, Junqueras es uno de los máximos
responsables del desastre actual. Es quien más ha fanatizado a parte de
la sociedad con el discurso de “España nos roba”. Recordemos que llegó a
decir que, con lo que nos sustraía España,
cada catalán podía comprarse un coche nuevo todos los años. Aunque Pujol
ya diseminó esas ideas, Junqueras hizo una magnífico trabajo para que
calase en el cuerpo social.
En el fondo, ha desempeñado el mismo papel
que Farage en el brexit.
Asimismo, estamos frente a un fanático esencialista.
Sostenía que él seguiría siendo independentista aunque España fuese el
mejor país del mundo. Nunca le han movido motivos sociales, sino
nacionalistas y románticos. Y, bajo ese aire de sacristía, ha perseguido
el poder a toda costa.
En conclusión, fiarse de alguien así —que además fue
quien en un momento tan grave como el 1 de octubre empujó a Puigdemont a
la DUI— es una enorme insensatez.
Por otra parte, en la entrevista que Junqueras ha concedido a El Periódico no reconoce haber cometido ningún error.
Esto es común a todo el secesionismo. Critican
siempre la actuación policial del 1-O, pero nunca muestra empatía hacia
la otra Cataluña. En aquellas fechas, muchos ciudadanos sufrían ante la
amenaza de la DUI.
¿Quién se responsabiliza por ese sufrimiento?
Mientras muchos constitucionalistas han criticado el desastre del 1-O,
los nacionalistas no admiten error alguno. Eso sin contar que solo
conceden voz de ciudadanía a los catalanes que, no siendo
independentistas, dan su visto bueno a un referéndum. Si cuestionas la
idoneidad de una consulta, no existes. (...)
Pablo Iglesias disculpó las
palabras de Quim Torra en la que reivindicaba la vía eslovena porque,
según Iglesias, Torra “dijo algo que no piensa, se le calentó la boca.
Nadie está libre de ello”. ¿Comparte esa valoración?
No, es evidente que la vía eslovena era uno de los
referentes del secesionismo. De hecho, fue lo que se intentó llevar a
cabo: referéndum unilateral y secesión de hecho. Al final, no dieron el
salto definitivo por una serie de circunstancias que aún no están
claras.
¿Qué ocurrió? ¿Cómo es que personas que no piensan en otra cosa
gestionasen tan mal el pos uno de octubre? Es uno de los grandes
misterios. Tal vez, les faltó un liderazgo claro.
En cuanto a la posibilidad de la violencia, no han
faltado intervenciones de sus líderes en las que no descartaban un
escenario de esas características. Es más, el nacionalismo no hizo nada
para que todo aquello no se le fuera de las manos. Y es que de fanáticos
como Quim Torra, que afirma que “fuera del hecho nacional, no existe la
vida”, puedes esperar cualquier cosa. (...)" (Entrevista a Joaquim Coll, Óscar Benítez, El Catalán, 01/01/19)
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