"¿Hay algún Estado democrático cuyo gobierno permita a los políticos que
lo representan en una parte del territorio y a los empleados públicos
que allí prestan sus servicios exhibir símbolos cuyo significado,
implícita o explícitamente, es que la policía y los jueces encarcelan
arbitrariamente a ciudadanos inocentes? Conozco uno, España, y una
Comunidad Autónoma, Cataluña, donde este tipo de falsedades y
humillaciones son moneda corriente.
Digo falsedades, porque la mera
exhibición de esos símbolos contradice la pretendida falta de libertad y
ausencia de las garantías democráticas reclamadas.
Y digo
humillaciones, porque quienes no compartimos tales falsedades hemos de
soportar estoicamente la falta de neutralidad y respeto exigibles a
representantes políticos y empleados públicos.
Hace pocos días, me atendió un anestesista (de cuyo nombre prefiero no
acordarme) en un hospital público con un lazo amarillo prendido en la
solapa, y mientras me hacía preguntas rutinarias y me explicaba los pros
y contras de cada tipo de anestesia, me debatía entre llamarle la
atención o dejar correr el asunto.
Al final, callé consciente de la
pérdida de tiempo y energía que me supondría reclamar neutralidad a un
médico anónimo, cuando el presidente del gobierno español recibe en La
Moncloa y se reúne en Barcelona con el enlazado y apretado president
Torra. (...)
El problema de Cataluña no es la pretendida falta de libertad y
democracia en España, sino precisamente que las instituciones de
autogobierno empleen su ámbito de libertad para alentar, promover y
financiar el proceso insurreccional.
Por ello, la solución no pasa por
abrir un espacio de diálogo con Torra y demás líderes secesionistas sino
por desmantelar el entramado administrativo-mediático-asociativo que lo
sostiene.
La hoguera, como se ha podido constatar el 21-D, está medio
apagada, pero si se les permite seguir acumulando material inflamable
acabaremos pagándolo muy caro mañana."
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