3/4/18

Hay ciertas cosas que la izquierda y la clase trabajadora de este país no deberían olvidar nunca, como ese abrazo el 9 de noviembre de 2014 entre David Fernàndez de la CUP, con el presidente de la Generalitat Artur Mas... el de los recortes más brutales. Aquí comienza la etapa dorada del nacionalismo catalán

 Abrazo entre David Fernàndez(CUP) y Artur Mas(CiU)

"Hay ciertas cosas que la izquierda y la clase trabajadora de este país no deberían olvidar nunca, como ese abrazo el 9 de noviembre de 2014 entre David Fernàndez de la CUP, con el presidente de la Generalitat Artur Mas, el día que se celebró la consulta sobre la independencia de Cataluña. 

Aunque fuese un gesto de cariño humano, no era con una simple persona más, sino un abrazo con el responsable de uno de los mayores recortes en derechos sociales de toda la etapa democrática moderna en Cataluña. 

Otra imagen que se debe recordar, es el espectáculo bochornoso que dio el Govern en manos de CiU, cuando ordenó “limpiar” la Plaza Cataluña de indignados acampados por el 15M desalojándolos a palos; en aquellos tiempos los Mossos aún eran cuerpos represivos –no como ahora que son el adalid de la paz y la no-violencia– provocando cientos de heridos. 

Y el gran punto de inflexión que muestra el inicio de la escalada del independentismo en Cataluña, ese 15 de Junio de 2011 con Aturem el Parlament, donde entre 2000 y 4000 manifestantes –según fuentes oficiales y de otros medios– lograron impedir la entrada de los diputados al Parlament, consiguiendo imágenes como Artur Mas y Núria de Gispert accediendo en helicóptero. 

Aquí comienza la etapa dorada del nacionalismo catalán, que daría al mundo las imágenes de manifestaciones multitudinarias el 11 de septiembre de aquel mismo año, con su estrategia por desmovilizar a las masas de indignados con sus protestas en contra de todas las élites y poderes financieros.

 Así se logró borrar cualquier cuestionamiento a las castas regionales y se fijó el enemigo en un Madrid expoliador lejos de quienes ejercían el mando en Cataluña, que culminó con el referéndum celebrado el pasado 1 de Octubre.

Durante estos últimos años se ha impuesto el relato identitario de una Cataluña que debía ser soberana frente al maltrato del Estado español. Se debe incidir en que las comunidades autónomas tienen uno de los mayores niveles de autogobierno de todos los países de la UE.

 Pero mientras una parte ha estado hablando en nombre de todo un pueblo, las instituciones catalanas dejaban de lado los derechos inherentes a la democracia, como lo son las políticas sociales a favor de la igualdad, la justicia social, sanidad pública, mejora en la educación, una vivienda asequible, la creación de puestos de trabajo estables y dignos. 

A pesar de todo eso, el independentismo ha sido visto por muchos como una fuerza progresista dentro de la bochornosa España, aunque sus actuaciones y políticas demostrasen lo contrario. 

Pues bien, desde que la derecha hizo olvidar a la izquierda independentista –y a la que aún no se ha decidido si la independencia es algo bueno o malo– que para ser de izquierdas se necesita algo más que el carnet del partido y el nombre, se han llevado a cabo las mayores aplicaciones de políticas neoliberales en Cataluña de toda la historia de la comunidad, sin que apenas ningún partido haya dicho, ni hecho nada. 

Sólo una débil oposición de los Comunes y Podem han plantado algo de cara –también sumidos en muchas disputas internas por la falta de una postura clara respecto a la independencia–; visto con perspectiva el Procés ha disuelto a la izquierda y la poca que queda está muy desavenida. 

¿Quién se podría haber imaginado algo así? ¿Desde cuándo el nacionalismo ha sido un movimiento de derechas? Quizá lo que se ha querido ocultar bajo la Estelada son justamente las corruptelas, la lista infinita de escándalos de Convergència i Unió: Adigsa, Cas Palau, Millet, las ITV, Pallerols, el 3%… que ejemplifican los desmanes de esa élite catalana incrustada en el poder desde los tiempos de Franco y de la pequeña burguesía que reclama su parte del pastel.  (...)

Los datos también reflejan la precariedad del cinturón rojo, la periferia de Barcelona, donde un tercio de los trabajadores apenas es mileurista, a la vez que la ciudad encabeza la lista de los precios más altos en vivienda y alquiler de pisos de todo el país. 

Los jóvenes sufren mucho la entrada al mercado laboral y la brecha generacional es enorme; según datos de CC.OO los que entran ahora al mercado laboral cobran un 33% menos que en 2008. Toda esta presión del mercado y precarización también ha afectado a la salud de los trabajadores, un 65% de asalariados catalanes ha sufrido estrés laboral en los últimos dos años. 

El modelo neoliberal de servicios es total, con un 90% de la ciudad dedicada al sector terciario, generado un 12% del PIB catalán y un 14% del empleo –unos 452.300 trabajadores–. Recordemos por otra parte que los salarios no crecen al nivel de la inflación y por lo tanto la pérdida de poder adquisitivo es mucho mayor. Además el empleo que se crea es temporal y mucho de estos puestos son a tiempo parcial, en 2014 los contratos temporales sumaban unas 529.300 personas. 

Volvemos a toparnos con un trato desigual a las mujeres, llegando a ser un 78% de los trabajadores dedicados a tiempo parcial en Cataluña; de este tipo de contratos unas 100.000 personas trabajan a jornada parcial porque no encuentran un empleo a tiempo completo. Los recortes también han llegado a nuestros mayores, afectando a los pensionistas, que han perdido 674€ anuales de poder adquisitivo desde 2010.

Vistos estos demoledores datos de pérdida de calidad de vida en los ciudadanos catalanes, convendría saber qué significa la democracia para los partidos independentistas que van de derecha a izquierda estética –y cosmética–, pero de hechos pocos, se entiende. ¿Libertad para qué? ¿Libertad para quién? ¿Y con respecto a dónde? 

En una Europa donde se intervienen los países a conveniencia de los poderes en la sombra, donde se rescatan bancos con intereses ridículos del 1%, pero la deuda de los países se ha llegado a financiar al 4%, 5% o incluso al 9%, no se entiende una independencia de una España que no es soberana para entrar de cabeza a esa Unión Europa que poco tiene de hermandad y mucho de empresa –si se mantiene al margen de la UE es para convertirse en paraíso fiscal, peor aún–. Donde el expolio fiscal de las grandes empresas, de las élites, transnacionales y las oligarquías financieras es permitido por todos los gobernantes del continente.

 La independencia como país la tenemos que retomar quitándole el poder a una Europa dirigida por la Troika –el BCE, el FMI y la UE–, de la que estamos intervenidos pagando los intereses de una deuda que los ciudadanos no elegimos contraer y donde los grandes capitales y rentas no pagan ni un céntimo. 

Por no hablar del proceso de desindustrialización y creación de una economía enfocada a los servicios y turismo, impidiendo desarrollar economías de bienestar de la periferia europea, sobre todo del sur subdesarrollado con el que se apuntala a unas élites y se condena a la pobreza y miseria al común de los trabajadores; el poder de los sindicatos y el movimiento obrero es nulo, viéndose incapaces de exigir ningún tipo de mejoras sustanciales. 

En Cataluña, el modelo que plantean de crecimiento de la economía tanto PDeCAT como ERC es más de lo mismo: un país de servicios y turismo, totalmente dependiente del capital extranjero. Una independencia a la moda de los tiempos que corren: neoliberal.  (...)"                      (Patricia Castro, Mientras Tanto)

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