"(...) El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (...) Tras salir de la cárcel ha exigido “a las autoridades españoles la inmediata puesta en libertad” de los presos.
También diálogo, una mediación internacional y que alguien le eche
una mano porque, a pesar de la decisión del tribunal alemán, pintan
bastos.
Hombre, el diálogo se pide antes de liarla. No cuando la justicia se
ha puesto en marcha. La agenda judicial funciona al margen de la
política.
Aunque lo mejor ha sido cuando ha dejado claro que no renunciará al
escaño. Ponsatí, Serret y Puig deben de haber visto que hicieron el
primo. Iban de pardillos. El más listo para estas cosas siempre fue
Comín. Sólo hace falta ver el carrerón que hizo.
Pero es curiosa la idea que tiene Puigdemont de la separación de
poderes. Tanto criticar al PP por politizar presuntamente la justicia y
ahora está pidiendo a Rajoy que de carpetazo al asunto.
A ver quien es el valiente que llama al juez Llarena. Visto como las
gasta el magistrado es capaz de meterlo en el trullo por coacción u
obstrucción a la justicia.
Lo cierto es que el procesismo siempre ha tenido un peculiar
concepto del funcionamiento de la justicia. Ya saben que el artículo
66.4 de Ley de Transitoriedad (2) establecía que el presidente del
futuro Tribunal Supremo catalán “es nombrado por el presidente de la
Generalitat”. Así cualquiera.
Pero Puigdemont sigue en su mundo. Animado, sin duda, por una
decisión judicial favorable. Y el haber recobrado la libertad después de
más de diez días en la cárcel.
Que no se haga ilusiones: no habrá negociación y me temo que tampoco
habrá indultos a no ser que gane Podemos y se instaure la III República.
Con franqueza, lo veo difícil.
Simplemente ha condenado a sus compañeros a penas más duras si cabe.
Veremos qué pasa cuando lleven varios mesos -o años- en la cárcel y el
otro siga haciendo tuits desde Berlín como un verso libre." (Xavier Rius, director de e-notícies, 07/04/18)
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