"Algunos de mis más queridos lectores se han tomado la decisión de la
justicia alemana sobre Puigdemont com si fuera un disgusto personal para
mí. Yo siempre he dicho que me parece una barbaridad lo de rebelión.
E incluso lo de sedición. Me suena a Franco, que iba fusilando a los militares que no se apuntaron al Alzamiento por sedición militar. Pese a que, en realidad, el sedicioso era él.
Pero también he dicho que no lloraré por Puigdemont en el caso que finalmente lo metan en la cárcel. Lo digo y lo mantengo.
Desde luego no querría ver a todo un expresidente de la Generalitat
en semejante sitio -sobre todo por una causa que no es de corrupción-
pero se me han acabado las lágrimas.
Ya lloré el día de la proclamación de la República porque se veía que
aquello no iba a ningún lado. Y estábamos echando literalmente por la
borda 40 años de autgobierno. Poco o mucho algo era.
También la primera vez que metieron a los consejeros en prisión. A
algunos los conocía personalmente desde hace muchos años. Y fuera
crítico o no con el proceso eran consejeros del Gobierno de mi país.
Puigdemont es otra cosa: si hay un hombre que ha dividido la sociedad
catalana -después de Mas- es él. Llegó al cargo porque le tocó la
lotería, no estuvo a la altura de las circunstancias. Lo he escrito y lo
mantengo: no tendría que haber llegado nunca a la presidencia.
Le faltaba temple, altura de miras, cintura y olfato político. Desde
luego, me saco el sombrero por su capacidad de supervivencia. Los
exconsejeros que están en Estremera -empezando por Junqueras, que no
huyó- deben pensar lo mismo. Ha nacido, en otras palabras, con una flor
en el culo. Más que una flor, un jardín entero.
Sigo pensando, sin embargo, que el tiempo corre en contra suyo.
España puede retirar ahora la petición de extradición y Puigdemont
quedarse en Alemania. Habrá que trasladar en este caso la casa de
Waterloo a Berlín.
Políticamente sigue estando al margen: cualquier opción de volver a
presentarse topa con el propio reglamento del Parlament y con la
justicia española, que no lo permitirá.
Catalunya, tarde o tremprano, tendrá también un nuevo gobierno y un
nuevo president. Carles Puigdemont podrá entonces agarrarse al
legitimismo pero ya no será la mismo.
En el fondo, Esquerra y el PDECAT tienen un problema: Puigdemont se
ha convertido en una figura incómoda. Hasta el propio Mas, que fue su
padrino político, pedía el pasado domingo que dejara paso.
Los jueces, por otra parte, seguirán su camino. Los procesados aquí
serán juzgados por rebelión -a diferencia de Trapero, sólo sedición- y
previsiblemente condenados. La posibilidad de indultos queda muy lejos.
Carles Puigdemont será juzgado también en rebeldía y supongo que
condenado. El marco judicial europeo no es lo mismo con una sentencia en
firme que con una simple petición de extradición.
Da igual, soberanistas y unionistas deberían sacar sus propias
conclusiones de la decisión de la justicia alemana: ni es una victoria
total para unos ni una derrota final para otros. Habría que aprovechar
la ocasión para mostrarse magnánimos con el rival e intentar tender
puentes. Sólo con una vía intermedia saldremos del atolladero." (Xavier Rius, director de e-notícies, 06/04/18)
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