"(...) ¿En qué momento irrumpe en la política catalana el asunto del dret
a decidir? ¿Por qué en ese momento y por qué con tanto éxito?
El dret a decidir(dad)
es una invención del nacionalismo vasco que tiene un origen tenebroso
(básicamente vinculado a ETA-Batasuna pero puesto en forma digerible por
Elkarri y el tercer espacio).
Hay una relación entre estos sectores de
la sociedad civil vasca y catalana y son decisivas unas pocas
organizaciones: Herria 2000 Eliza, Elkarri, Ciemen y el Centre Unesco de
Cataluña (no puedo detenerme aquí en otras organizaciones pero citaré
por su posición típicamente elkarriana la Escola de Cultura de Pau de
Vicenç Fisas).
La creación de la Plataforma con ese nombre significa un
impulso, las consultas de 2009 otro y la asunción por ANC, Òmnium
Cultural y luego por el conjunto del soberanismo incluida buena parte de
la izquierda aseguran la implantación. Las razones del éxito tienen
acaso relación con las miserias de los programas políticos y el
desahucio ideológico de la izquierda. Además tiene el atractivo de que
viste mucho (parece progresista y emancipatorio) sin decir nada.
Permite
quedar bien gratis y aparecer como radical de diseño. El dad es un
producto de marketing; si me permites una nota de humor, es una marca de
gaseosa. El busilis es que en determinados momentos hay gente que
compra, “compramos”, gaseosa ideológica (he hablado antes de ello).
Su
trazabilidad es mucho más elocuente que su semántica oportunista. En
cierta manera da cuenta de lo que podría llamarse un proceso de batasunización de la sociedad catalana. Pero es difícil mostrar su inanidad (y los elementos de impostura) en unas pocas líneas.
Proceso de batasunización de la sociedad catalana. ¿No es un poco fuerte? ¿No exageras?
Quizás debo explicarlo. Los temas de la territorialidad y el derecho de
autodeterminación eran propios del nacionalismo radical (el MLNA, ETA,
Batasuna y sus variantes), cuyo soporte electoral debía frisar el 15%.
Un sector del PNV, capitaneado por los sargentos irlandeses
Egibar, Aguirre y Ollora –el teórico del ámbito vasco de decisión y
antecedente inmediato del derecho a decidir- tras las movilizaciones de
Ermua decide declarar muerto el pacto de Ajuria Enea (transversal) y
sustituirlo por otro (frentista) que es Estella/Lizarra (en el que la IU
de Madrazo sirvió de hoja de parra). Ahí se produce la asunción por el
nacionalismo moderado del programa de Batasuna e Ibarretxe hace de él su
bandera.
En Cataluña vemos hoy como el programa minoritario de ERC se ha convertido en central. El proceso
indica una etnificación del espacio social y la asunción por actores
moderados de posiciones que eran marginales antes. (O si se quiere una
marea de identititis). Hay una semejanza también en la importación de la
semántica pero hay una diferencia crucial que hay que subrayar una y
otra vez: en Cataluña no se ha matado a nadie por el derecho a decidir.
Luego puede haber algunas observaciones más sutiles que explican
retrospectivamente ciertas cosas, por ejemplo, la ceguera de una parte
de la izquierda catalana a los componentes totalitarios presentes en ETA
y la consiguiente indiferencia frente a las víctimas que ETA causó en
la misma Cataluña (Hipercor, Vic), y la incalificable iniciativa de
Carod para establecer un compromiso podrido (léase el concepto en
Avishai Margalit) con ETA para que pusiera las bombas solo en España.
Es decir, en el resto de España.
Exacto. Es bien conocida, por otro lado, la estrecha relación que ha
existido entre Ciemen y el nacionalismo radical vasco. Lo cual debe
poner por cierto en apuros a quienes siguen viendo un alma de izquierdas
en Batasuna.
Y es también conocido aquel colofón en la manifestación
contra el asesinato de E.Lluch estableciendo una equiparación entre ETA y
el Estado y llamando a dialogar con los asesinos (otro compromiso
podrido). Ilustra esto un cierto sentir que ha hecho su recorrido ahora
en el proceso y permitido presentar a asesinos de ETA como hombres de
paz (Otegi fue un actor destacado en el comando que secuestró a Luis
Abaitua y se colocó del lado de los que optaron por seguir con el terror
cuando se planteó la cuestión; es llamativo cómo quienes hacen del
pasado un argumento principal para sus reivindicaciones se desentienden
del propio, que dependía de la voluntad no de ningún destino o espíritu
del pueblo, sino de la suya propia, de su obligación de decidir.
Uno
puede entender la rabia de David Fernàndez –con acento mudado- contra
Rodrigo Rato y el mensaje del zapato pero le cuesta hacer lo propio con
su amistad con Otegi).
¿Recordamos, para un test retrospectivo
de inteligencia política, aquella reivindicación de Batasuna, que ahora
denuncia la baja calidad democrática española porque no acerca a los
presos, que, frente a las ofertas de reinserción, hacía valer “el
derecho de todo preso al cumplimiento íntegro de su condena”?
No sabía de la existencia de ese derecho. Hablas en varios ocasiones de
pujolismo (en el mismo título del capítulo está el término-concepto).
¿Qué sería un pujolismo? ¿Un populismo nacionalista? ¿De qué tipo de
populismo hablamos? ¿A qué “pueblo” se dirige con tanto éxito en muchos
momentos? Pienso, por ejemplo, en el exitazo defraudador y movilizador
de Banca Pujol Catalana, S,A,
El libro de Laurentino Vélez-Pelligrini perfila bien lo que sería el
pujolismo. Es un populismo nacionalista, personalista (no en el sentido
de la filosofía de Mounier que le gustaba invocar sino caracterizado
por su impronta personal) y basado en unas relaciones clientelares (el
3% es casi una redundancia en este esquema) que favorecía el oasis de
las cuatrocientas familias.
Al pueblo al que se dirige es a la Cataluña
profunda, conservadora, tradicional y católica, que es su caladero de
votos (por eso nunca impulsó una ley electoral catalana -a l revés, CiU
bloqueó los intentos de implementarla, la última vez en julio de 2015,
rechazando la propuesta de PSC, PP, ICV-EUiA y C,s partidarios de una
circunscripción única que facilitara la igualdad del peso del voto- ni
hizo causa de agravio de utilizar la española). Le dice lo que quiere
oír y exhibe una campechanía que le hace popular.
El éxito de Banca
Catalana es la clave del funcionamiento del régimen de Pujol. Es su
fórmula: convertir un delito en capital, el desastre productivo
transmutado en impostura santificada. No hubiera sido posible sin esa
red clientelar, ese sistema capilar que permeaba el conjunto de la
sociedad catalana.
¿Catalunya profunda? ¿Deberíamos hablar en estos términos? ¿No ofendemos sin querer?
Es una denominación generalmente aceptada, para Cataluña, España y el
resto del mundo. Es una división que responde a patrones repetidos. El
apoyo a los catecismos étnicos vino particularmente del campo en las
guerras de los Balcanes. Sabemos donde tenía sus apoyos principales el
carlismo. Y la superposición de aquellos feudos electorales con las
posiciones de hoy. (...)" (Entrevista a Martín Alonso sobre El catalanismo, del éxito al éxtasis, Salvador López Arnal
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