"En la Cataluña de los últimos 35 años hay una insoportable espiral de silencio, hay un atávico temor de los ciudadanos no nacionalistas
a manifestar públicamente su discrepancia.
El esfuerzo del separatismo
por imponer entre la población sus planteamientos y su simbología ha
surtido efecto en una parte importante de la población que ha
interiorizado acríticamente un supuesto dret a decidir, tomado
como la única solución a un mal llamado “problema catalán”. Esta visión
ha sido inducida tanto entre catalanes como –y esto es lo más llamativo-
en el de la clase política madrileña.
Este cambio en las percepciones políticas no es casual sino fruto de una onerosa campaña separatista de propaganda y manipulación
que ha contado y cuenta con una inversión ilimitada de recursos
públicos así como de una llamativa incomparecencia de un Estado español a
menudo situado contra las cuerdas, (...)
Las autoridades educativas catalanas han renunciado de facto al deber de neutralidad política e ideológicade
los centros públicos de enseñanza y no velan para que ese deber se
extienda a los propios empleados públicos, especialmente cuando tienen
bajo su custodia a menores de edad.
Las escuelas catalanas hacen la
labor de formación de un “espíritu nacional” en el que se fuerza la diferenciación simbólica y afectiva con España.
Una encuesta elaborada recientemente apuntaba a que el 82% de los profesores
de la enseñanza pública catalana votaba a partidos separatistas (“Junts
pel Sí” y las “CUP”), con lo que el control de los magísteres es
absoluto para imponer la doctrina secesionista.
Esta situación no es
casual ni inocente; ya Jordi Pujol apuntaba la
necesidad de controlar las escuelas como ariete de su programa de
“construcción nacional”, convirtiendo a muchos profesores en comisarios y
formadores separatistas.
El movimiento independentista
tiene tentáculos en todos los ámbitos de la llamada sociedad civil
catalana. La obsesión por el control de todos los relatos y todos los
ámbitos sociales es asfixiante, es totalizante. De hecho, ése es su
objetivo: evitar que surjan grupos que se atrevan a disentir públicamente
y mantener así la espiral de silencio a la que aludíamos más arriba.
Menudean los ejemplos de ello, desde la cultura culinaria hasta las
fiestas populares; desde el mundo de los castells hasta
cualquier tipo de manifestación popular; desde la Iglesia hasta lo
rural, copando todo lo que alcanzan de la “Cataluña tradicional”. (...)
Hoy el frente independentista está constituido por un conjunto de partidos, asociaciones y entidades coordinados por la Asamblea Nacional Catalana.
Cuenta esta entidad con no menos de 30.000 personas liberadas para
promocionar la independencia en Cataluña y con ingente cantidad de
recursos a su disposición. Son subvenciones, ayudas, personajes
liberados por las asociaciones y una tupida red de negocios financiados
por el gran promotor del separatismo, la propia Generalitat.
Todo esto
compone un ejército de liberación que apenas halla
oposición. Hay en Cataluña un independentismo hipertrofiado por la
subvención y el talonario (3 %), capaz de activar a diario una
propaganda atronadora, efectiva y convincente. (...)" (Josep Ramon Bosch, Ferran Brunet, Josep Rosiñol, Vox Populi, 03/03/16)
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