"(...) Pero el kairos del independentismo no llegó hasta que estalló la
crisis económica. Era el momento adecuado y el tiempo preciso para dar
un salto cualitativo. El nacionalismo abandonó su discurso herderiano y
esencialista, y apostó por un relato mucho más persuasivo. La lengua y
la historia pasaron a un segundo plano.
La socialización de la causa
independentista exigía una estrategia más eficaz, aunque fuera ruin e
inmoral. Así se inició la campaña del agravio fiscal y del “España nos roba”,
que tan hondo ha calado. Este marco discursivo funcionó hasta que sus
promotores se dieron cuenta de que provocaba rechazo en el resto de
Europa. La mezquindad era demasiado descarada.
Los independentistas han dibujado entonces dos nuevos frames,
que se han desplegado en paralelo. Por un lado, los estrategas
nacionalistas han decidido centrar el debate en la apelación constante a
la legitimidad democrática. La palabra democracia se repite como un
mantra que derriba con maniquea rapidez otros argumentos más rigurosos,
pero menos pirotécnicos.
El ‘marco’ de la democracia cabe
en 140 caracteres. En cambio, la argumentación de por qué el principio
democrático no justifica ni ampara cualquier cosa no cabe en un canutazo
televisivo. (...)
La apelación a la democracia va acompañada de otro marco, bien
construido por ERC. La independencia se presenta como la oportunidad de
construir un país nuevo. Un nuevo Estado para diseñar un nuevo futuro.
La independencia permite un nuevo comienzo. Es la solución drástica a la
quiebra del sistema. (...)" (Antropología del soberanismo, de Fernando Sánchez Costa en El Confidencial, en Caffe Reggio, 24/10/2014)
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