" ¿El 155? ¡Quia! Cataluña lleva años dulcemente intervenida y el
único mérito del poder político catalán es haber convencido a la opinión
pública de que eso no ha sucedido. La Cataluña política es la historia
de un gran fracaso moral, político y económico. De un fracaso tan
abrasador que incluso ha provocado que los ciudadanos se hayan mostrado
remisos a la hora de pedir cuentas.
Ni siquiera por el corrupto Pujol
las han pedido. Cuando Pujol y sus sucesores han dicho que ellos eran
Cataluña no exageraban. Para que Cataluña se pida cuentas a sí misma
habrá de pasar algún tiempo y alguna generación.
En esta operación de camuflaje de la realidad intervenida el Gobierno
catalán ha contado con el Gobierno central como gran aliado. Por
razones difíciles de resumir, pero que se vinculan a una oscura e
impostada mala conciencia, el Gobierno central no ha querido explicar
que lleva tiempo soportando una gran parte de la carga económica de la
autonomía y ha sido de una timidez inconcebible a la hora de difundir la
evidencia de que el conjunto de la economía española marcha mejor que
el de su parte catalana.
La última expresión de esa política apaciguada
es la escala del ministro Guindos en el aeropuerto de Barcelona para
reunirse con el consejero Junqueras y ver qué ha de hacer el Estado para
evitar la quiebra de Cataluña.
La hipotética quiebra de una región que supone el 19 por ciento del
Pib sería una pésima noticia española y comprendo que el Gobierno Rajoy
haga lo imposible por evitarla. Ahora bien, la ayuda del Estado debe
tener contrapartidas y las principales son el control y la
transparencia, factores de dudosa aplicación en encuentros histéricos y
semiclandestinos en los aeropuertos.
No hace falta decir, además, hasta qué punto esta necesidad se
agudiza cuando se piensa que el Estado está ayudando a un Gobierno cuyo
objetivo político más nítido, por no decir el único, es la destrucción
de ese Estado.
La relación entre dinero y secesión puede explicarla bien
Artur Mas, no en vano la más peligrosa acusación judicial que afronta
es la malversación de fondos públicos para la organización de la
consulta del 9-N.
Estoy de acuerdo con que el Estado aporte a Cataluña el dinero que
necesite. Solo pido que el dinero lo lleven hasta Cataluña, de un modo
visible y celebrado, casi en volandas, un grupo escogido de hombres de
negro.
Es la mínima lección que merecen los irresponsables que gobiernan
Cataluña y los irresponsables que les han votado, y la garantía que
deben exigir los españoles acerca del uso que se da al dinero público.
Cataluña es hoy tan sistémica como sistemáticamente caótica y desleal." (Arcadi Espada, El Mundo, 10/03/16)
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