"(...) Los independentistas quieren acabar con España, tal como la hemos
conocido en los últimos quinientos años. Y se proponen crear un nuevo
Estado, que sería un centro de poder distinto.
Se trata por lo tanto de un objetivo político, con consecuencias
políticas de largo alcance. Ahora bien, alcanzar ese objetivo político
exige tener la capacidad política para hacerlo. El problema de los
independentistas catalanes es que no la tienen. No la tienen porque
acabar con España no es algo tan sencillo. Ellos quizá creen que sí,
porque detrás del independentismo catalán siempre ha existido un
sentimiento de superioridad de Cataluña y de menosprecio al resto de
España.
Pero España no es tan débil como piensan. Es un Estado
democrático, desarrollado, rico a pesar de su crisis actual. Un Estado
de Derecho que tiene los medios para hacerse respetar si alguien trata
de violar sus leyes fundamentales. Un Estado plenamente integrado en
Europa y en el mundo atlántico. Apreciado en su otro entorno natural
latinoamericano, entre sus vecinos mediterráneos, y por los grandes
países del mundo.
España no es una nación de alpargateros, ni son franquistas todos los
que desean que sus símbolos sean respetados, como deben serlo los de
cualquier otro país. En España hubo muchos franquistas, es cierto, pero
también los hubo en Cataluña. Muchísimos, de hecho. La España que surgió
tras la muerte de Franco es una gran historia de éxito, una de las
mayores de la Europa contemporánea. (...)
Por eso los independentistas no han encontrado ningún apoyo exterior a
sus objetivos. Un apoyo que necesitan, porque de llevarse a cabo sus
planes las repercusiones internacionales serían muy grandes.
Naturalmente, tampoco lo están encontrando en el resto de España, que no
puede aceptar que una parte del país pretenda decidir sobre el destino
de todos. Ni siquiera lo tienen en la propia Cataluña, donde las
repetidas consultas han demostrado que no existe la mayoría social
necesaria para llevar adelante un proceso con efectos tan traumáticos.
Por todo ello, los medios de que disponen para alcanzar su objetivo
político son claramente insuficientes. Es cierto que hoy creen estar más
cerca que nunca de conseguirlo, y por eso es tan importante la unidad
de los principales partidos en defensa de la Constitución. Pero siguen
sin tener la capacidad necesaria para lograrlo.
Si a pesar de ello lo
intentan, se producirá un choque, una situación traumática, y perderemos
todos. Todos. Pero perderá más la parte más débil, que no es el
conjunto de España, sino el proyecto político independentista.(...)
Y, como todas las situaciones traumáticas, eso tendrá repercusiones.
Sobre el catalanismo como posición política. Sobre el debate en
relación al sistema autonómico establecido por la Constitución de 1978.
Un sistema que solo puede funcionar sobre la base de la lealtad mutua y
del respeto a las reglas del juego.
Si esa lealtad y ese respeto no
existen tendremos que sentarnos todos a pensar qué hacemos. Y,
fundamentalmente, sobre la cohesión interna de la sociedad catalana, que
habrá sido arrastrada a un enfrentamiento que la mayoría no deseaba.
Todo eso tendrá un coste no menor, y de ello deberán responder
quienes han llevado a Cataluña y al resto de España a esta situación.
Quienes han dividido. Quienes han enfrentado. Quienes han querido
decidir por todos sin contar con todos. Quienes se han equivocado
pensando que podían romper España sin demasiada dificultad. (...)
Muchos se preguntan, dentro y fuera de España, qué es lo que quieren
los independentistas catalanes. Ya tienen una identidad política
reconocida, un parlamento y un gobierno propio, una policía, una
televisión. La respuesta es sencilla. Lo que quieren es poder. Y por
conseguir ese poder están dispuestos a destruir lo que haga falta.
España, desde luego. Pero también la convivencia en el seno de esa
sociedad plural que es Cataluña, y que tan diferente es de sus sueños
esencialistas.
Algo para terminar sobre la actitud de algunos sectores –no todos,
desde luego- de la izquierda española. Izquierdistas y nacionalistas
estuvieron codo con codo en la oposición a la dictadura franquista. Su
objetivo común era la libertad. Pero Franco murió hace cuarenta años. Es
difícil de entender que esos sectores de izquierda continúen
secuestrados por el nacionalismo, que es un movimiento de raíz burguesa.
El nacionalismo se fija como veíamos unos fines superiores, y a ellos
lo supedita todo: supedita el respeto a la ley (que siempre ha sido la
principal defensa de los más débiles en cualquier sociedad), la igualdad
de derechos, el concepto de ciudadanía, el pensamiento crítico. Todos
ellos principios esenciales del pensamiento de izquierdas en la Europa
del siglo XXI.
Todos están siendo ignorados hoy, cuando no pisoteados,
con la aprobación de algunos que dicen ser de izquierdas, y que parecen
creer que apoyar a los nacionalistas es propio de la izquierda. Qué
difícil debe resultar entenderlo para los demás partidos de izquierda en
Europa.
Después de lo que ha sido la historia de este continente, el
papel mortífero que en ella ha jugado el nacionalismo, y los graves
dilemas que en el pasado todo eso ha causado a la izquierda europea. La
actitud de esos sectores de la izquierda española podría ser uno de los
últimos síntomas del aislamiento que España padeció en el siglo XX, hoy
felizmente superado, y que la llevó a desconectarse de la modernidad y
de los debates globales." (Rafael Dezcallar
, El País, 10 NOV 2015)
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