4/11/15

La propuesta de resolución del Parlament es una afirmación descarada de la voluntad de saltarse la legalidad -la que garantiza derechos y deberes, los de todos- por parte de unos partidos respaldados por el 47,8% de los catalanes

"(...) El pasado martes, cuando se conoció la propuesta de resolución que Junts pel Sí y la CUP presentaron en la Mesa del Parlament, mucha gente tomó conciencia de la dinámica aislada en la que ha quedado atrapado el independentismo. 

En lugar de formular alternativas en función de los resultados electorales para adecuar el proceso a la realidad (como el 16 de octubre planteaba Rafael Nadal en el lucidísimo “El gran desconcierto”), la propuesta de resolución era una afirmación descarada de la voluntad de saltarse la legalidad -la que garantiza derechos y deberes, los de todos- por parte de los partidos a quienes votaron un 47,8% de los ciudadanos que acudieron a las ­urnas. 

Así el peligro de descarrilamiento del proceso es más alto que nunca porque no sólo se ha reactivado afirmando que la vía que seguirá será la de la ilegalidad (pudrien­do relaciones institucionales carcomidas, hipotecando su hipotético re­conocimiento internacional) sino que lo hace en un momento en el cual, al margen del tóxico de la corrupción que afecta a su pilar -Convergència Democràtica-, su potencial legitimidad ha quedado debi­litada por unos resultados que fueron ­insuficientes para impulsar la acción ­rupturista que se desprende del texto de la resolución.

El barco va a la deriva. El iceberg está allí. Hay que decirlo sobre todo desde el catalanismo, desde sus ruinas, porque sí, el catalanismo clásico ha quedado liofilizado como consecuencia de la tensión que el proceso ha impuesto a nuestra vida política e intelectual. 

Toda vez que ha cuajado la idea de que el pacto es imposible, en la medida en que ha interesado esquematizar nuestra sociedad entre los unionistas traidores y los revolucionarios de las sonrisas -un vómito argumental como tantos otros, como decir, con esa alegría, que estamos en guerra-, el catalanismo ha quedado prisionero de un chantaje patriótico que ha contado con la coartada permanente de la mala política del Gobierno popular (entre el autismo presidencial y los mamporros de una Constitución capada).  (...)"             (En el tumulto, Jordi Amat, La Vanguardia, 1.11.15, en Arxivador)

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