14/10/15

Ningún país europeo concentra tantísimo su comercio en un socio tan pequeño como es el resto de España... porque Cataluña no es Suecia

"(...) Con la independencia, Cataluña será un país nórdico. 

Una declaración unilateral de independencia probablemente termine por ser muy costosa para ambas partes, a pesar de la insistencia de muchos independentistas en afirmar lo contrario. Aparecerán nuevos costes y riesgos que se deben tener en cuenta.
Uno de estos costes sería la disrupción del comercio. 

Si comparamos los patrones de comercio que Cataluña tiene hoy en día con el resto de España y con los demás países de la Unión Europea, resulta evidente que Cataluña no se comporta como un “país normal”. Cataluña vende más a Aragón, o la Comunidad de Madrid, o a Valencia, que a Francia; y a Andalucía más que a Alemania.

 Ningún país europeo concentra tantísimo su comercio en un socio tan pequeño como es el resto de España. El motivo de esta concentración no es que las fricciones comerciales de Cataluña con el resto de Europa sean altas —son las esperables—, sino que las fricciones con el resto de España son extraordinariamente bajas.

Como aproximación a cómo los patrones del comercio catalán con el resto de España pueden cambiar, podemos realizar el ejercicio intelectual de sustituir las fricciones comerciales que Cataluña tiene con el resto de España por las que España tiene con el país del mundo con el que tiene menos fricciones: Portugal. 

En ese ejercicio, la disminución del comercio bilateral entre Cataluña y el resto de España es descomunal, y supone una reducción muy severa del PIB catalán y otra muy importante del PIB del resto de España. La pérdida neta para ambas partes no es baladí.

Además, a corto plazo los procesos de separación siempre son costosos porque repartir activos y pasivos no es fácil. Como no hay ni contrato que regule el reparto ni una judicatura que lo supervise, los conflictos se agudizan. 

Mientras duran las discusiones, el valor de los activos disminuye y el valor de los pasivos aumenta. En este sentido, la independencia unilateral se parece a los divorcios; es muy improbable que nadie salga beneficiado económicamente.

Por ejemplo, supongamos que el presidente de la Generalitat amenazase con no pagar la parte de la deuda de España que le corresponde a Cataluña, para mejorar su posición negociadora. Obviamente, el Gobierno español no lo aceptará, sus tenedores dejarán de respaldarla, habremos creado nuestra propia crisis de la deuda soberana y no estaremos dando la imagen de una democracia nórdica consolidada. (...)"                    ( / / /   , El País, 26 SEP 2015)

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