"(...) 3. Las gafas perdidas y el voto soberanista
Uno de esos aludidos errores de campaña
del partido socialdemócrata (aparte de querer aparecer como moderado
defendiendo demasiado el equilibrio presupuestario o de liarse con la
prohibición del velo a las musulmanas) fue el intento de su líder Tom
Mulcair de atraer el disputado voto de los nacionalistas quebequeses,
que siguen siendo numerosos aunque cada vez menos partidarios de la
secesión.
Mulcair, él mismo un quebequés obviamente nada
independentista, trató de seducirles prometiendo en campaña que
aceptaría un hipotético 50,01% favorable a la ruptura como un umbral que
(de acuerdo a la jurisprudencia del Tribunal Supremo y la Clarity Act)
legitimaría su salida de la federación.
El viejo dirigente liberal Jean
Chrétien -también quebequés pero menos transigente con los devaneos
soberanistas y que sufrió como primer ministro el traumático referéndum
de 1995- aprovechó entonces para reivindicar la exigencia de una mayoría
muchísimo más clara. Y ha tenido fortuna su forma gráfica de
ridiculizar la simple mitad más uno: la integridad del Estado no puede
depender de que, en caso de nuevo referéndum, un votante con presbicia
olvide en casa las gafas y eso le pueda hacer errar al introducir la
papeleta del Sí o No en el sobre.
Lo relevante de esta
anécdota exitosa es que la firmeza federalista se acoge hoy mucho mejor
en Quebec que cualquier posibilidad de reabrir el temido melón
secesionista. De hecho, si los nacionalistas ya obtuvieron el año pasado
un pésimo resultado que les llevó a la oposición en el gobierno
provincial, el Bloque Quebequés se ha hundido ahora en su mínimo
histórico a nivel federal (4,7% y sólo 20,6% en la Belle Province, cuando hace veinte años tenía un millón más de votos y superaba el 49% de su territorio). (...)" (Ignacio Molina, Agenda Pública)
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