"(...) A quien piense que el 9-N es el final del camino le convendría repasar
eso que tan bien definió Jordi Pujol con “la voluntad de ser”.
El
nacionalismo como instrumento, la identidad como Ser y el Ser como la
culminación de un relato enteramente inventado por las aspiraciones de
poder de unas élites burguesas catalanistas desde finales del siglo XIX
para asegurarse el dominio de un territorio y su mercado.
No nació ayer,
tampoco finalizará el 9-N. Por ello, cada treta fullera que Artur Mas
quiere hacer pasar por astucia para adornarse es sólo una escaramuza
más. Ganar o perder batallas no es definitivo, porque lo que se está
dilucidando es una guerra.
Es la guerra fría del -no entre- nacionalismo catalán contra -no y-
la nación Española. Guerra fría entendida como la lucha por la
hegemonía moral y política que les permita en el futuro una mayoría
electoral. (...)
En nuestra particular guerra fría, el nacionalismo busca conquistar conciencias, rendir voluntades,
en una palabra, alcanzar una mayoría electoral para imponer por hechos
consumados la secesión. Y en esto van ganando por goleada. Es posible
que los paños calientes de Rajoy hayan impedido un referéndum ilegal,
pero el sabor amargo que dejará en una población condicionada a diario
por estímulos victimistas abonará el terreno de nuevas conversiones a la
fe verdadera. (...)
Se ha logrado atraer a la mayoría de la población al derecho a
decidir con tal intensidad emocional que las razones legales esgrimidas
por la soberanía de España se han tomado como intransigentes y no
democráticas. El tocomocho perfecto para millones de catalanes que solo
quieren votar y no les dejan. Sean o no independentistas.
El mal está hecho, la trampa acoplada.
Desenmascarar la perversidad
argumental y moral no será fácil, ni hoy por hoy se han puesto los
medios políticos, intelectuales y mediáticos para desenmascarla. Ni
siquiera se ha inhabilitado a ningún responsable político para hacer visible la fuerza del Estado y demostrar así que nada sale gratis, y menos poner en riesgo los pilares constitucionales de una nación. (...)
Sin solucionar esta dejación de autoridad gubernamental
ni minar aquella superioridad moral, con sus escaramuzas, por muy
ridículas que sean, irán ganando partidarios y justificando todas las
ilegalidades y prevaricaciones que se les antoje.
El problema no es impedir el referéndum, sino la hegemonía moral que
les permite reivindicarlo y utilizar a sus partidarios contra España; el
problema no es la independencia, sino las artimañas del lenguaje
democrático que intenta socavarla; el problema no es la independencia,
sino crear las condiciones mediáticas, sociales, políticas e
intelectuales para contraponer un discurso alternativo que prepare a la
sociedad para saber qué se juega con el derecho a decidir la
independencia.
El problema hoy, por tanto, no es la independencia, es el
crecimiento de su hegemonía moral, que permitirá un día logarla.
Digámoslo claro: España entera se ha de movilizar con igual o mayor fuerza
en la calle gritando alto y firme que no está dispuesta a dejarse
arrebatar derechos y propiedades en nombre de los privilegios de la
casta nacionalista. Denunciar la estafa de su superioridad mural,
avergonzarles, recuperar la autoestima. Ese es el problema." (LIBERTAD DIGITAL 17/10/14, ANTONIO ROBLES, en Fundación para la Libertad)
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