" El autor sostiene que en la Guera de Sucesión los catalanes no
estaban a favor de la rebelión contra Felipe V Afirma que los ingleses
tuvieron que conquistar Barcelona –como Gibraltar– para que apoyaran a
su candidato.
LA UNIÓN EN 1707 DE ESCOCIA E INGLATERRA, QUE EL PUEBLO ESCOCÉS
HA CONFIRMADO TAN TRIUNFALMENTE, SIRVE PARA RECORDARNOS QUE EN LA MISMA
ÉPOCA HACE 300 AÑOS HUBO PLANES PARA UNIR CATALUÑA TAMBIÉN A LA CORONA
BRITÁNICA.
LA UNIÓN DE CATALUÑA CON INGLATERRA NO ERA UN PLAN INSENSATO, Y
NOS COSTARÁ POCO TRATAR DE ENTENDER LO QUE PASÓ. LOS BRITÁNICOS YA EN EL
AÑO 1705 HABÍAN OCUPADO EL PEÑÓN DE GIBRALTAR, QUE AÚN POSEEN, Y
EXISTÍAN TAMBIÉN BUENAS RAZONES PARA OCUPAR LA ROCA DE MONTJUIC, QUE
TENÍA LA MISMA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA PARA ELLOS.
Eran los años, como sabemos, de la Guerra de Sucesión. Un pequeño
número de catalanes, impulsado por su hostilidad al rey de Francia Luis
XIV, creía que podían valerse del poderío naval británico para liberarse
de la dominación francesa.
Pero ¿qué podían ofrecer a los británicos a
cambio? Ahí es donde la historia empieza a hacerse interesante. Cuando
estalló la guerra, las autoridades militares de Londres estudiaron la
posibilidad de obtener apoyo en España para su candidato al trono
español, el archiduque Carlos de Habsburgo. No fue demasiado difícil
encontrar apoyo en Valencia entre los grupos rebeldes.
Sin embargo, en
Cataluña la mayoría de los catalanes permanecieron firmemente fieles a
Felipe V. No fue hasta después de la captura de Gibraltar, a principios
de 1705, cuando un puñado de comerciantes ingleses en Cataluña, entre
ellos Mitford Crowe y Joseph Shallet, lograron establecer contacto con
un grupo de disidentes de la zona de Vic.
Las autoridades en Londres se alegraron del contacto. La propia reina
Ana dio instrucciones a Crowe sobre los pasos a seguir. Los
conspiradores de Vic aseguraron a Crowe que contaban con el apoyo del
pueblo catalán.
Crowe pronto descubrió que esto no era cierto, ya que
fueron incapaces de generar un solo nombre de importancia para respaldar
su historia. Disgustado, les informó de que si no presentaban al menos
seis firmas, él tendría que tomar otras medidas. Crowe también escribió a
la reina para informarle de que no había conseguido ningún apoyo
catalán firme.
La reina Ana no estaba demasiado preocupada, ya que su objetivo era
simplemente ganar algún tipo de apoyo, fuera cual fuera la región. Sus
instrucciones a Crowe eran claras: «Para que haga alianza entre nosotros
y el dicho principado o cualquier otra provincia de España: y hemos
ordenado que mantenga relaciones, acuerde y concluya cualquier causa con
los responsables de dicho principado o cualquier otra provincia». Los
ingleses estaban simplemente buscando una excusa, y eran conscientes de
que había poco descontento en Cataluña.
Efectivamente los conspiradores
no pudie- ron presentar nombres (la gente que según ellos los respaldaba
se identificaba simplemente como «una comisión de personas de séquito y
representación en aquel Principado»), y los ingleses tuvieron que
recurrir a la política que habían adoptado en el caso de Gibraltar:
simple conquista.
Contrariamente a la afirmación de los conspiradores de que los
catalanes aceptarían a los ingleses con los brazos abiertos, cuando la
armada se presentó delante del puerto de Barcelona en 1705, la ciudad no
aceptó su presencia. Según apuntó un oficial del ejército británico:
«Llegamos a Cataluña con la promesa de que seríamos bien recibidos; pero
nos encontramos, cuando llegamos allí, con que no había nadie que nos
apoyara, a no ser que les pagáramos».
Durante tres semanas no se
atrevieron a hacer ningún ataque contra la ciudad, y finalmente el 11 de
septiembre los comandantes británicos tomaron la decisión de retirarse
de Barcelona.
Sin embargo, dos noches más tarde, tomaron una decisión sorpresa, y
por la noche un contingente militar inglés atacó y se apoderó de
Montjuic. Fue sólo la mitad de la operación. Tuvieron que fortificar
Montjuic y la utilizaron como base para disparar contra Barcelona.
La
enérgica resistencia de Barcelona a los ataques aliados, demostraba que
los catalanes no estaban bajo ningún concepto a favor de la rebelión
contra su rey Felipe V. Barcelona no se decantó por los británicos; los
británicos la capturaron. Sólo después de que los ingleses ocuparan la
ciudad, salieron los elementos anti franceses de la población para
darles la bienvenida.
El acuerdo entre Mitford Crowe y los conspiradores catalanes en 1705
se conoce como el «pacto de Génova», pero no tenía ninguna validez
diplomática. Los conspiradores alegaron que representaban al «Principado
de Cataluña», lo cual era completamente falso, ya que ni una sola
autoridad pública de Cataluña emitió su dictamen conforme al pacto. La
representación de «Cataluña» era completamente ficticia. El propio Crowe
lo sabía pero no deseaba perder la oportunidad.
Los ingleses estuvieron
sólo interesados en encontrar una excusa para enviar sus tropas al
Mediterráneo con el fin de establecer una base militar. Las
instrucciones que se dieron simultáneamente a sus mandos militares eran
bien sencillas: si los catalanes no aceptan las propuestas británicas,
serán ocupados por la fuerza.
Así fue como se firmó el pacto de Génova, un acuerdo basado casi
enteramente en informaciones falsas. ¿Podría deducirse de dicho pacto
que los catalanes y los ingleses eran aliados? En absoluto. En 1705, los
británicos entraron en Cataluña –con la ayuda de unos cuantos
conspiradores catalanes– únicamente como invasores y conquistadores.
Años más tarde, el político Lord Bolingbroke escribió: «Aunque Su
Majestad ofreció en su momento garantizar las leyes y firmar algún pacto
con ese pueblo, sin embargo no parece que se acabara formalizando dicha
garantía jamás, ni que se firmara ningún tratado, pacto o acuerdo con
ellos».
El «pacto» era un acuerdo ficticio, basado en información falsa
proporcionada por los conspiradores, y no tuvo el apoyo ni de catalanes
ni de autoridades públicas. Como al parecer nadie en Barcelona apoyaba o
podía respaldar políticamente el pacto, los británicos sólo tuvieron
una opción: ocupar Barcelona.
Y eso es lo que los conspiradores insistieron durante el resto de la
guerra: que los ingleses deberían seguir ocupando el país, y si fuera
necesario permanecer allí para siempre, luchando contra España, aun
cuando la paz ya había sido acordada en toda Europa.
Tal y como resultó
todo al final, los catalanes fueron sus peores enemigos, porque
insistieron en que continuara el estado de guerra generalizado y se
negaron a aceptar ninguna de las condiciones de paz que se les sugerían.
Sin embargo, las relaciones entre los británicos y la Diputació se
habían deteriorado hasta tal extremo que los británicos llegaron a
protestar ante la Diputació porque se habían producido ataques contra
sus barcos.
Si los ingleses hubieran en algún momento aceptado esta política de
ocupación permanente, como de hecho muchas personas en Londres
insistieron en que deberían, las tropas inglesas habrían seguido
ocupando Cataluña, que hoy sería lo que después Gibraltar fue: una parte
integral del Reino Unido.
Si hubiese sucedido, el señor Mas sería hoy
el equivalente del Sr. Salmond: un político de habla inglesa con el
sueño obsesivo de establecer su propio mini-paraíso personal en un
pequeño territorio perpetuamente buscando, año tras año, su
independencia del Reino Unido." (Henry Kamen, El Mundo, 08/10/2014)
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