"(...) Me temo que la onda expansiva del comunitarismo nacional que estamos
viviendo se vea alimentada también por el pánico reflejo de huir de la
España que se supone culturalmente inferior, “proletaria”; la España de
los tramposos (pareciera que no tengamos Millets, ni…) la de los
haraganes (nadie vive de renta en Cataluña), la de las mafias (¿aquí no
hay prostíbulos protegidos por funcionarios?) etc. etc.
Tiene también
una base social muy mayoritariamente mesocrática: clases medias y
sectores asalariados; y tiene algo de conflicto, de clase y cultural,
entre las clases medias de comarcas y el cinturón urbano y obrero de
Barcelona ( es un problema viejo, incrementado por el progreso material
de las comarcas y sus clases medias).
¿Quién tendrá el beneficio
estratégico de esa deriva? En el sentido más amplio quien está
interesado en ocultar el discurso de clase. ¿Quién se llevará la derrota
estratégica de una generación, por lo menos? Los que defienden el
discurso de clase y la salida de la crisis sistémica por media de una
alianza de clases populares.
El nacionalismo, además de muchas otras
implicaciones y consecuencias, aleja a las clases medias de esa alianza
de clases, del frentepopulismo estratégico, puesto al día, que es –para
mí– la única salida de izquierdas que tiene posibilidades y puede
llamarse como tal.
¿Hay alguna chance en
este “proceso” para los discursos independentista revolucionarios, por
tanto no nacionalistas sino de clase? Yo no acierto a verla. No pueden
confundirse los deseos con las realidades.
No se si la última propuesta
de Quim Arrufat es un reconocimiento de subordinación en el proceso:
Arrufat no llama a las masas a manifestarse contra las vacilaciones de
Mas, llama a ERC a formar con CDC un gobierno de “unión sagrada” para
“blindar desde dentro” el “proceso”… así que éste “proceso” es el suyo, a
pesar de que ellos no tienen en él ninguna opción dirigente, ninguna
opción de iniciativa y renuncian a toda opción de ruptura.
O yo me estoy
equivocando de medio a medio, o más pronto que tarde, el
independentismo revolucionario tendrá que romper con el ”proceso”, pero
no sólo eso, tendrá que sumarse al exclusivo discurso de clase. También
de eso hay un precedente histórico.
En los años treinta una parte de los
jóvenes –trabajadores de manguito y cuello blanco– que habían seguido a
Maciá, se alejaron de él, se enfrentaron a Esquerra y se integraron en
el Bloc Obrer i Camperol, y, más tarde en el PSUC, defensores de la
identidad nacional –sin ninguna duda- pero no de la independencia(por
más que algunos se empeñen en torcer y torturar sus discursos para
esconder aquella realidad)." (José Luis Martín Ramos, Rebelión, 13/10/2014)
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