"(...) Basta con repasar una memorable encuesta entre escritores de 1977 realizada por la revista Taula de Canvi, en la órbita de la izquierda, dedicada al hecho de Escribir en castellano en Cataluña.
El tono lo daba uno de los encuestados, Manuel de Pedrolo: «Querer
pasar por escritor catalán mientras se escribe en castellano equivale a
aceptar los planteamientos franquistas». Con todo, lo peor no eran los
escritores nacionalistas, sino los otros, que, simplemente, se
disculpaban por existir.
Un patético Carlos Barral mentía al describirse
a sí mismo como «irreductiblemente nacionalista». Y no era el único.
Con decir que, visto el promedio, hasta podía apreciarse heroísmo en
Pere Gimferrer, cuando reivindicaba a los escritores en español, siempre
que «hagan suyas las reivindicaciones catalanas». Ese era el nivel.
Eso sí, la naturaleza de la encuesta apuntaba al meollo del
nacionalismo catalán: la pertenencia a la comunidad política gravitando
en torno a la identidad, una identidad que se vinculaba a la lengua. No
lo ocultó el nacionalismo y, muy tempranamente, lo percibió el autor del
libro.
En 1977, el dirigente de Convergéncia, Ramón Trias Fargas, lo expresaba
con rotunda claridad: «La esencia de Cataluña, el espíritu de Cataluña,
la sangre de Cataluña, es su idioma».
Esa doctrina, que excluía de
Cataluña a más de la mitad de los catalanes, los más pobres, por cierto,
la suscribía en esas mismas fechas la izquierda, como lo mostraba la
ponencia, redactada por Francesc Valverdú, sobre política lingüística
del PSUC, los comunistas catalanes:
«La lengua catalana no es únicamente
un medio de expresión, sino un medio concreto en el que se articula, a
nivel comunicativo, la vida colectiva. A través de la lengua se
establece la identidad nacional, se expresa la pertenencia a una cultura
diferenciada, se participa de unos sentimientos que concuerdan con los
otros».
Ahí está la entera la izquierda que llegaría al poder con el
tripartito: las tesis más reaccionarias, la fundamentación romántica,
herderiana, de la comunidad política (...)" (Félix Ovejero Lucas, Revista de Libros)
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