11/2/14

El asesinato de Miguel Ángel Blanco fue acompañado de una serie de asesinatos selectivos, cuatro concejales del PP, mas la mujer de uno de ellos, otro de UPN, un policía nacional, un guardia civil y un ertzaina.

"(...) Es desde el ámbito del nacionalismo mayoritariamente desde donde se escucha la queja por lo que se considera intromisión de las víctimas del terrorismo en la política. Pero la historia del terrorismo en Euskadi es larga y tenemos ejemplos para todo.

 Como el que nos proporciona la fase de Estella-Lizarra, que va de la firma del acuerdo de ese nombre, en septiembre de 1998, con la correspondiente tregua de ETA, hasta su ruptura con el asesinato del militar Pedro Antonio Blanco en enero de 2000 y que inició otra serie terrible de atentados en la última etapa del terrorismo.

 Aquel pacto entre nacionalistas tuvo su origen en la indignación popular con que se vivió el espectáculo de increíble crueldad y venganza que fue el asesinato de Miguel Ángel Blanco de julio de 1997, justo tras la liberación de Ortega Lara, indignación que se resolvió in crescendo, hasta la declaración de tregua de junio de 1998, con una serie de asesinatos selectivos de cuatro concejales del PP, mas la mujer de uno de ellos, otro de UPN, un policía nacional, un guardia civil y un ertzaina.

 Y convendría recordar que aquel pacto defensivo entre nacionalistas estuvo también firmado por asociaciones como la Elkarri de Jonan Fernández, Herria 2000 Eliza, integrada por sacerdotes vascos, y Senideak, de ayuda a presos.

Quiere decirse que el nacionalismo, entendiendo por tal tanto a partidos políticos y sindicatos, como asociaciones afines, ha optado siempre por la defensa de unas ideas que coincidían con las que esgrimían los terroristas para atentar, aunque no utilizaran, obviamente, sus mismos métodos. Sobre todo cuando había miedo a que esas ideas se vieran en peligro ante una oleada popular en contra del terrorismo. 

Y hoy ese mismo nacionalismo en su conjunto es el mismo que se niega, una y otra vez, tanto por parte de políticos, como de sindicalistas, miembros de asociaciones y destacados sacerdotes, a diferenciar víctimas del terrorismo propiamente dichas, por un lado, y personas que han sufrido también con motivo del terrorismo, por otro, léase presos, víctimas de guerra sucia y sus correspondientes familias. (...)"     (EL CORREO 29/01/14, PEDRO JOSÉ CHACÓN DELGADO, en Fundación para la Libertad)

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