"(...) No especificar sobre qué hay que decidir es una manera de mantenerse en
el limbo de las frases vacías (cuando no directamente
autocontradictorias, como cuando Artur Mas dice: “El 2014, el pueblo de
Cataluña será consultado sobre su libertad”, como si cupiera consultar a
quien carece de libertad).
No es la primera vez, ni mucho menos que el
nacionalismo catalán utiliza esta ambigüedad. (...)
Pero el que en cierto sentido se mantenga parecida ambigüedad admite
más de una lectura. Habrá quienes interpreten que la perseverancia en la
inconcreción lo que muestra es que, en última instancia, los dirigentes
nacionalistas no han renunciado por completo a la vieja estrategia
pujolista del peix al cove, solo que debidamente puesta al día.
Se trataría ahora, según tal interpretación, de evolucionar hacia un
gradualismo de nuevo cuño, reforzado por el formidable instrumento de
presión que supondría en cualquier negociación futura con el Gobierno
central estar en condiciones de amenazar con reactivar una sensibilidad
independentista.
A estos efectos, poder llevar a cabo una consulta no
vinculante (en la que para el votante nacionalista poco amante de las
aventuras no tuviera el menor coste real propinar una patada
independentista en la espinilla centralista) o, casi mejor, poder
esgrimir ante sus seguidores una prohibición por parte de Madrid a dicha
consulta, constituirían elementos de refuerzo para esta estrategia
neolampedusiana.
Con todo, cabe una interpretación más preocupante de semejante perseverancia nacionalista en la ambigüedad. (...)
Mi sospecha es la de que Artur Mas nunca ha sabido qué preguntar porque
nunca ha sabido qué proponer. De hecho, una de las respuestas más
reiteradas que suele proporcionar para justificar la consulta parece ir
en esta dirección: se trataría de convocarla para “conocer la voluntad
del pueblo de Cataluña sobre el futuro político del país”. (...)
Pues bien, probablemente sea el no tenerla en sentido fuerte (más allá del omnipresente sentiment)
lo que ha abocado a Mas a un decisionismo sin salida, preso del cual e
incapaz de defender horizonte político alguno mínimamente específico
(hasta el punto de que a estas alturas sigue resistiéndose como gato
panza arriba incluso a utilizar la palabra independencia), se ha lanzado
a una exasperada huida hacia adelante.
Mas, en efecto, lleva tiempo haciendo suyo, en la práctica, el eslogan independentista radical tenim presa
(a finales del pasado mes de septiembre determinó, de acuerdo con sus
socios parlamentarios, concederle tres meses al Gobierno central para
negociar la consulta). En su caso, la prisa se materializa en una
permanente fuga en la que, tras cada paso fallido, se muestra incapaz de
reflexionar, reconocer el error y hacer balance autocrítico.
En vez de
eso, convierte su fracaso en un argumento para acelerar la deriva, lo
que le obliga a pasar a la siguiente fase. Telegrafío lo sobradamente
conocido: declaraba desear el pacto fiscal y en un día (la Diada de
2012) su deseo mutó en el de la independencia. Fue una tarde a Madrid
para hablar con Rajoy y le bastó para convocar elecciones anticipadas.
Ahora ya ha anunciado que si la consulta no prospera lo que convocará
serán elecciones plebiscitarias, después de las cuales ni se sabe lo que
propondrá. (...)
A fin de cuentas, también Carl Schmitt reivindicaba la democracia. Solo
que, en su caso, la verdadera noción de democracia no era la de un
Gobierno donde la autoridad política se hallara legitimada a través de
un proceso de discusión pública fundado en argumentos racionales, sino
en una profunda —casi mística— identidad entre gobernados y gobernantes,
el pueblo y sus representantes.
Por su parte, el 29 septiembre de 2013,
Mas pronunciaba las siguientes palabras: “El mensaje es este: dentro de
Cataluña cuanta más piña mejor, porque adversarios ya los tenemos
fuera. No es necesario que nos convirtamos en adversarios aquí dentro”.
Curioso paralelismo, ¿no les parece?" (Manuel Cruz
, El País, 22 OCT 2013 )
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