"Si es verdad que la última encuesta realizada por encargo del
Ayuntamiento de Barcelona -a la que no se ha dado publicidad ya que como
todos saben los medios públicos catalanes responden a aquello que
mantenía una antigua compañía discográfica: la voz de su amo-, a lo que
iba, el resultado de ese trabajo mantiene que el 70% de los barceloneses
no votaría en un supuesto referéndum a favor de la independencia de
Cataluña.
Es decir, Barcelona decide permanecer en España, pero quizás el resto
de Cataluña dijera que sí a la independencia. Entonces lo mejor para la
ciudadanía sería que Barcelona se declarara Estado-ciudad, y que la
ciudad decida lo que quiere hacer haciendo suyo el derecho a decidir.
Eso sí sería libertad y democracia pura y dura. Barcelona ya no
dependería de los catalanes que viven en provincias. Barcelona sería
fiel a su pureza política, cultural, mestiza y cosmopolita, superando la
dialéctica Estado autónomo o Estado independiente. (...)
Las estado-ciudades, si bien son parte de una nación y no poseen
soberanía propia, poseen su propia constitución política, con sus
propias leyes y autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales.
Tienen amplias competencias y libertades respecto del Gobierno al que se
han federado.
Imaginen por un momento la Barcelona libre de nacionalistas, sólo
compuesta de ciudadanos libres e iguales, con gobiernos elegidos en
libertad y sin privilegios, con información libre y no sesgada, con
riqueza y prosperidad para su ciudadanía, con colegios sin ideologías,
formando a la ciudadanía en respeto y sana crítica, que el que más tiene
más impuestos pague, que la administración esté al servicio del
ciudadano y no al revés.
Sería contradictorio que el derecho a decidir no se aplicara al
supuesto que mantengo de Barcelona Estado-ciudad, pues si no, todo esto
sería una falacia y un engaño: derecho a decidir sólo para una cosa y no
para todas las cosas. (...)" (Antonio Pavón, Cronica global, Viernes, 25 de octubre de 2013)
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