"A fin de promocionar el Estatuto de Cataluña, el siempre imaginativo
Pascual Maragall se inventó un nuevo concepto político: el “federalismo
asimétrico” (como si en EE UU o en Alemania existieran un par de Estados
o de länderde primera y el resto fueran de segunda categoría),
cuya finalidad última la expresó claramente el mismo Maragall: “El
objetivo del Estatuto es la desaparición del Estado central en
Cataluña”.
Una vez formado el primer tripartito (año 2003) se inició el proceso
estatutario que habría de llevar al “federalismo asimétrico”, pero en el
Parlamento de Cataluña la puja por acrecentar la asimetría se hizo
insoportable, pues a cada propuesta de aumento competencial le seguía
algún Groucho Marx pidiendo “además, dos huevos duros”, hasta que el
proyecto encalló en el Parlamento catalán; entonces Rodríguez Zapatero
llamó a Mas a La Moncloa y consiguió desatascarlo.
Más tarde volvería a
requerir al líder de CiU, cuando el texto volvió a quedar varado en el
Congreso de los Diputados. Nadie supo jamás por qué ZP ponía tanto
empeño en pro de aquel estatuto, un proceso político puesto en marcha
por auténticos aprendices de brujo, que no sirvió para otra cosa que no
fuera exacerbar el separatismo. (...)
El Estatuto no cabía en la Constitución porque hacía mangas y capirotes
de la multilateralidad, concepto intrínseco a cualquier Estado compuesto
(federal o de otro tipo). No lo era por su sistema de financiación. No
lo era porque pretendiera crear catalanes de primera (los que hablan la
lengua “propia”) y catalanes de segunda (los castellanohablantes). En
suma: no lo era porque, como me confesó en privado un veterano líder
comunista, “no estamos ante un proyecto de ley, sino ante un acta de
rendición”. (...)
Y cabe preguntarse: ¿es ese federalismo (asimétrico) el mismo que la
dirección del PSOE pretende colar ahora mediante un cambio
constitucional?
De ser así, como muchos nos maliciamos, la dirección del PSOE
pretendería volver, como la burra, al trigo maragalliano-zapaterista,
para resucitar un Saturno que se merendó a todos sus inventores, dejando
tras de sí frustraciones y derrotas. Y todo ello, ¿solo para intentar
“encajar” al PSC dentro del PSOE?
Antes de tomar una decisión tan arriesgada, a la dirección del PSOE
le convendría echar una ojeada sobre la marcha electoral del PSC a
partir de que Maragall entró en la liza autonómica con sus “ideas
geniales”:
Año 1999, Maragall: 1.183.000 votos y 53 diputados.
Año 2003, Maragall: 1.026.000 votos y 42 diputados (primer tripartito).
Año 2006, Montilla: 790.000 votos y 37 diputados (segundo tripartito).
Año 2010, Montilla: 575.000 votos y 28 diputados.
En 2012, Pere Navarro: 524.000 votos y 20 diputados.
En pocas palabras: desde que empezó este baile, el PSC ha perdido 33
diputados, el 62% de los que tuvo en 1999, y 669.000 votos, el 56,5% de
los que obtuvo antes de que empezara la yenka estatutaria. Al
PSC, que siempre nutrió gran parte de sus urnas con votos de gente de
origen inmigrante, le ha resultado letal subirse al carro identitario.
Una actitud, la del PSC, que no se entiende en el resto de España, pero
que tampoco se entiende en Cataluña.
Las encuestas de opinión —y las
urnas— lo han dejado meridianamente claro: cuanto más nacionalista se
hace el PSC menos votos saca.
Y uno se sigue preguntando: ¿Merece la pena resucitar ahora el
disparate de la política territorial maragall-zapaterista solo para
darles gusto a los socialistas catalanes en su deriva suicida? (...)" (
Joaquín Leguina
, El País, 30 SEP 2013 )
No hay comentarios:
Publicar un comentario