27/9/13

Las preguntas que abre el independentismo ya excluyen en sus respuestas las demandas de una radical democratización

"¿Pero a qué cambio, a qué independencia apunta un acto como éste? La Diada, pese a estar impulsada por la sociedad civil, posee un contenido fácilmente fagocitable por el dispositivo mediático e institucional y es más bien funcional a la regeneración del régimen, a su sostenimiento y renovación.

 Lo que se vio en los medios de comunicación durante ese día y lo que se aprecia en la propaganda de CiU es una gran escenificación de una Catalunya sin conflictos –basta ver las publicidades sobre el acto–.

 Parece que se ha clausurado el espíritu del 15M –”no somos de derechas ni de izquierdas”– y hemos regresado por la fuerza al lenguaje político de las viejas categorías que sirven a la democracia formal y al sistema de partidos y que nos impiden vernos como 99% contra 1%, gobernantes contra gobernados.

 Eso es lo que permite que nos demos la mano en una cadena humana con políticos de CiU, gente de todas las tendencias, en una de las regiones donde la desafección política fue anterior a la del resto del Estado. Las cifras de abstención así lo atestiguan.

 Lo que están intentando los movimientos sociales en Cataluña ahora es luchar por explicar que hay un nacionalismo de izquierdas y un nacionalismo de derechas. Esta es una batalla perdida o no debería ser nuestra batalla, por más que el nacionalismo sea justamente, en el plano simbólico, la superación de estos antagonismos.

 Y en tanto que lo es, lo que vemos en el movimiento hacia la independencia es que no hay mucho lugar para matices: algo nos sobrevuela. Parece que es el mito del Estado-nación. Así, la izquierda “alternativa” –la que pretende vincular cuestión nacional y social– fue a rodear la Caixa como símbolo de la otra dominación, la económica, que no viene necesariamente de España. 

 Sin embargo, fue totalmente ignorada tanto por los medios de comunicación, como por la propia organización de la cadena humana –la Assemblea Nacional Catalana– e incluso recibió críticas por fomentar la “desunión”. “Todos juntos hacia Ítaca” es el mensaje.

Lo que esto demuestra es que en el marco del independentismo los que apuestan por una transformación de modelo, por una radical democratización –es decir reparto, igualdad–, no pueden ganar nunca la partida simbólica. 

No sólo porque el poder constituido controla la maquinaria mediática sino también porque lo que el nacionalismo realmente significa es unidad: sí, a veces nos peleamos, pero en el fondo nos podemos dar la mano, también izquierdas y derechas porque hay algo que está por encima de las diferencias y es que todos somos catalanes.

 Los que piensan que es un oportunidad para acabar con el régimen del 78 tienen muy poca capacidad de intervenir ahí en el discurso porque las preguntas que abre el independentismo ya excluyen en sus respuestas las demandas de una radical democratización. En esta ecuación democracia equivale a consulta, a independencia y después, “ja veurem.” Pero el ja veurem no arriba mai. (...)"         (Diario de un retorno, 15/09/2013)

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