"Pero vamos a ver, ¿de qué estamos hablando? Creo que muchos españoles
(que no españolistas ni españolazos) estamos observando el
independentismo creciente en Cataluña sin ese enconamiento que a algunos
les vendría de perlas, con distancia emocional.
No hay apasionamiento
con respecto a este asunto, sí cierto estupor, ¿será verdad que una
mayoría de catalanes se quieren independizar de nosotros? Pero la
actitud general desde que Convergència decidió sacar pecho y dar voz
institucional a la manifestación de un sentimiento “ilusionante”, como
se dice ahora, ha sido la de aceptación: lo que tenga que ser será, y si
ha de ocurrir, que sea de la mejor manera posible.
Es extraordinario,
para una vez que los españoles no somos broncas, esta actitud parece no
gustarle ni a unos ni a otros: ni a esa minoría que defendería la patria
española hasta no se sabe qué últimas consecuencias, ni a aquellos que
defienden la nación catalana.
Todos ellos desearían que este fuera el
tema predominante, que su deseo monopolizara las conversaciones de la
calle.
Pero la calle no es ya el reflejo de una tertulia política
radiofónica o televisiva, no puede serlo, porque las penurias personales
se imponen en la mayoría de los hogares, y también por un cansancio que
padecen todos los sures, el sur de Europa, el sur de España, de ser continuamente tachados como los saqueadores de todos los nortes,del norte de Europa, del norte de España.
Pero, sobre todo, vamos a ver, ¿de qué estamos hablando? De un
partido político que después de elevar conscientemente la temperatura de
la independencia y provocar una suerte de delirio social ahora no tiene
el valor de pronunciar el nombre de aquello que reclama y plantea un
referéndum con una pregunta cobardona. Después de la que han montado.
Para que luego nos exijan apasionamiento a favor o en contra. No,
gracias." (
Elvira Lindo
31 OCT 2012)
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