"En estos tiempos tan apasionados —y apasionantes— que vivimos debo
insistir una vez más en la necesidad de situar en el debate público el
papel de Barcelona, que históricamente ha tenido un papel muy singular y
ha ejercido siempre la capitalidad con un punto de rebeldía.
¿El
motivo? Ser una ciudad hecha a sí misma. Su potencia no viene derivada
de un Estado que le atribuye capitalidad política, económica o cultural,
sino de la propia capacidad de atreverse con proyectos ideados e
impulsados por ella misma. (...)
Lo más curioso, de todas formas, no es que esta resiliencia urbana de
Barcelona no cuente con la complicidad de los gobernantes españoles,
empeñados en pensar Madrid como centro del universo. Lo más curioso es
el recelo tradicional del nacionalismo catalán.
Pujol siempre pugnó por
domesticar Barcelona. Lo hizo con las reticencias iniciales al proyecto
olímpico o con la eliminación absurda de la corporación metropolitana.
El nacionalismo también atacó la ciudad con el recorrido del AVE, una
batalla ganada por el alcalde Hereu. Ahora lo hace con el Barcelona
World, una propuesta de ocio en las costas de Tarragona.(...)
La ciudad, hoy, está ausente del debate político, empieza a ser halo
de lo que fue y su proyección internacional vive de renta. Por suerte,
sus indicadores económicos señalan que sigue siendo el motor de
Cataluña. Sin embargo, el proyecto/modelo nacido en la Transición se ha
agotado.
El gobierno Trias se escuda en el relato nacional: Barcelona
será capital de un Estado soberano, afirma el alcalde. Una manera sutil
de liquidar el plus que Barcelona siempre ha aportado al país, la
capacidad de reinventarse de abajo a arriba.
Por ese camino, alerto, la
ciudad corre el peligro de acabar subordinada a Cataluña y ser atractiva
para turistas e inversores pero amputada del nervio que permite
asegurar su futuro como ciudad.
Barcelona debe ser menos municipio y más metrópoli, menos marca y más
ciudad, menos museo y más laboratorio, menos smart y más humana. En un
mundo de soberanías compartidas, a nuestra ciudad le toca definir
proyecto de futuro y convertir a sus habitantes en ciudadanos.
Barcelona
se resiste al corsé nacional. Una independencia, una voluntad de ser,
que no es una traición a su catalanidad sino la forma genuina de
expresarla. Habrá que ir con tiento: apasionados por alcanzar la
plenitud nacional podríamos olvidar el motor que nos ha permitido llegar
donde estamos." (Jordi Martí , El País, 16 NOV 2012)
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