9/10/12

Es en la admisión del derecho a decidir de los catalanes donde se halla el fundamento de la fuerza de España


"No puedo por menos que preguntarme, en los días que corren, quién cuida hoy de la honra de España y lo que hay que hacer para preservarla. Lo primero es reconocer la situación en la que España se halla, priorizando los problemas que la acechan. 

Es el más urgente -junto a la crisis económica- el desafío planteado por la Generalitat de Catalunya, que, de hecho, ya se ha enfrentado al Estado al sostener, en palabras del president Mas, que promoverá una consulta sobre el derecho a decidir sea o no legal.(...)

 Ante esta gravísima situación, pórtico posible de una ruptura traumática, ¿qué deberían hacer los españoles para preservar la honra de España? En primer lugar, hacer un último intento -sincero y claro- de lograr un arreglo con los catalanes, para seguir compartiendo un mismo Estado en el que todos nos sintamos respetados. (...)

En segundo término -last but not least-, los españoles deberían admitir y facilitar cuanto antes el derecho de los catalanes a decidir libremente su destino, sin tratar de impedirlo usando como burladero la Constitución, ni alegando argumentos de conveniencia y racionalidad económica que, pese a ser muy dignos de consideración, sólo a los catalanes compete evaluar por la cuenta que les trae. 

Porque si, sopesadas estas razones, a los catalanes no les conviene la fórmula federal ofrecida, es lógico que puedan irse. Ni ellos pueden imponer a los españoles su modelo de relación con España, si es que quieren alguno, ni los españoles pueden obligar a los catalanes a pasar por una fórmula de convivencia que no les complazca.

Aunque parezca paradójico, es en la admisión del derecho a decidir de los catalanes donde se halla el fundamento de la fuerza de España y la raíz de su decoro. (...)

Pienso en mi padre, castellano viejo de Castilla la Vieja, notario siempre en Catalunya -en Alcanar, Ripoll y Calella-, que nunca hubiese hecho camino con alguien que se doliese de su compañía.

Por ello, si fuesen mayoría los catalanes que, tras ponderar individual y debidamente los pros y contras de su decisión, votasen por la independencia de Catalunya, nada habría que objetar.

 Sería un fracaso histórico, un desastre económico y -para muchos como yo- un desgarro personal. Pero peor sería seguir como ahora, en una situación que inevitablemente degeneraría en enfrentamiento."             (Juan-José López Burniol, LaVanguardia, 06/10/2012)

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