"Hay algo en lo que coinciden la extrema derecha nacionalista española y
el nacionalismo catalán de amplio espectro: la obsesión, creciente por
la actitud de los militares ante el renovado “problema catalán”. El
propio president,Artur Mas, ha dedicado una mención al asunto. (...)
Tres fechas condensan ese recelo nacionalista catalán y su
correspondiente entusiasmo también nacionalista, pero español. La
primera, el 25 de noviembre de 1905, cuando un numeroso grupo de
oficiales del ejército, ofendidos en su honor por una viñeta satírica
publicada en el semanario Cu-cut!, se entregó al saqueo y la destrucción de los talleres y la redacción del periódico. (...)
Detrás del periódico que había soliviantado los ánimos, un partido
político, la Lliga Regionalista, y su líder, Francesc Cambó, ganador de
las elecciones municipales de ese año en Barcelona y futuro financiero
del insurgente Franco. (...)
La segunda fecha es la del 6 de octubre de 1934, cuando Lluis
Companys proclamó de forma unilateral el Estat Català. El general
Domingo Batet, comandante de la IV División Orgánica, abortó la rebelión
por orden del gobierno de Alejandro Lerroux, derrotando a las poco
aguerridas huestes de Frederic Escofet en unas horas.
El manifiesto que
emitió Batet al día siguiente tiene una factura impecablemente
democrática y constitucional. Un documento que vale la pena ser leído
hoy día.
Esta situación guarda alguna semejanza con la actual: un president
rompió la legalidad, y el militar que aplicó la ley obedeció al poder
civil y se limitó a reventar un acto de rebelión mediante una acción de
enorme mesura.
El ejército español de hoy se parece al que representaba
Batet (fusilado en 1936 por Franco porque insistió en defender el orden
constitucional), muy lejos de los africanistas salvajes que actuaron en
Asturias en esas mismas fechas bajo las órdenes de Franco.
Por suerte,
los Mossos d'Esquadra no están ahora mandados por Escofet, ni Artur Mas
ha ido (todavía) más allá de la retórica.
La tercera fecha del imaginario represivo es la del 18 de julio de
1936, cuando la guarnición militar de Barcelona se sublevó contra la
República, como hicieron muchas otras guarniciones en el resto de
España. La historia que se ha ido remendando estos últimos años en
Cataluña ha reservado el protagonismo de la derrota de los facciosos a
la acción de los Mossos y de las masas anarquistas.
Esta versión olvida,
de forma interesada, que la rebelión era contra la República y no
contra Cataluña, y que la acción decisiva para acabar con la rebelión
fue la de la Guardia Civil, mandada por el general Aranguren y el
coronel Antonio Escobar.
Los militares sublevados fueron apoyados por los militantes
carlistas. Cataluña tenía entonces la segunda organización carlista de
España por número de militantes y por instrucción militar, sólo por
detrás de la de Navarra.
Y el golpe estaba siendo financiado por
Francesc Cambó, el líder que seguía siendo de la Lliga Regionalista y
mutado ahora en auxiliar fundamental de militares golpistas. El llamado
Front d'ordre, que reunía a toda la derecha catalana, había obtenido un
40% de los votos en las anteriores elecciones en Barcelona. (...)
No hay lugar para el masoquismo de la derrota, para la repetición de la Historia (...)
Como mucho, a los soñadores nacionalistas de la extrema derecha
española y catalana les queda arrimarse a Felipe V y sus cañones durante
la Guerra de Sucesión.
Luchas dinásticas de poder contra poder en
tiempos en que eso se hacía por sostener legitimidades ajenas al pueblo,
aunque este pusiera la sangre. Hoy solo valen las legitimidades que se
rigen por las leyes.
No habrá más Cu-cut! Ni 1934. Si no queremos." (
Jorge M. Reverte , El País, 8 OCT 2012)
"Santiago González responde a Pilar Rahola.
De todos los episodios de la heroica nacional, quizás el más ingenuo
fue el del Sis d'Octubre, cuando Companys declaró alegremente la
república catalana pensando que la hermandad ibérica iría a la par.
Lo
que nos cayó fue la intemerata en forma de represión brutal, miles de
detenciones, cierre de periódicos y un descabezamiento de todos nuestros
dirigentes. Los detenidos fueron más de 5.000, entre ellos todo el
Govern catalán, la mayoría de alcaldes y concejales de Catalunya,
líderes sindicales, culturales, sociales, empresariales, etcétera.
En el
36, cuando fueron liberados, aún quedaban cientos de presos catalanes
en las prisiones y en los barcos-cárcel como el famoso Uruguay.
["Lo
que nos cayó" escribe Rahola con un admirable sentido de la ucronía y
su capacidad de atravesar la barrera del tiempo para asumir todas las
derrotas de su pueblo: en 1714 y en 1934. Claro que las cosas no fueron
así.
Hace algún tiempo recomendé aquí un libro cuya lectura convendría
mucho a la señora Rahola: 'Diez horas d'Estat Català' de Enrique de
Angulo, minuciosa crónica de una enloquecida noche de sábado, más
cercana al esperpento que a la tragedia pese a los intentos de la
columnista.
La ingenua proclama golpista se produjo dos años y
veintisiete días después de la aprobación por la República del Estatuto
de Auitonomía para Cataluña. Queda fuera de toda duda que las tropas de
la República, mandadas por el general Batet i Mestre no hicieron fuego
hasta que sufrieron bajas por los disparos de los insurrectos*.
(Batet
no fue un militar franquista, como podrían creer la señora Rahola y su
Rey Artur. En 1936 era capitán general de Burgos. Se opuso a la
insurrección y fue fusilado). Por si el libro anterior no le basta, me
permito recomendarle otro que le resultará más próximo:
"El general
Batet. Franco contra Batet. Crónica de una venganza". Su autor, Hilari
Raguer, es, entre otras cosas, fraile de Montserrat.
Pero vamos a acercarle otro
testimonio que le resultará difícil no respetar. El de Agustí Calvet,
también llamado Gaziel, uno de los grandes periodistas españoles del
siglo XX. No digo lo de españoles por faltar: Llamar a Gaziel 'uno de
los mejores periodistas catalanes' sería rebajar mucho su talento al
achicarle el espacio.
Sería como llamar a Iniesta 'el mejor jugador de
Fuentealbilla', no sé si me explico. Gaziel fue director de La
Vanguardia entre 1920 y 1936. Pues bien, señora Rahola, mire lo que
escribía el director de La Vanguardia en su periódico tres días después
del esperpento:
"Esto es, ni más ni menos, que una declaración de guerra.¡Y una declaración de guerra que equivale a jugárselo todo audazmente, temerariamente, en el preciso instante en que Cataluña, tras largos siglos de sumisión, había logrado, sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se atrevió ni se habría atrevido a hacer lo mismo con ella. Y eso, ¿por qué? por una República Federal que nadie pide en España, cuando menos ahora, y por un Estado Catalán que, dada ya la existencia de la Generalidad, no se necesita para nada... Estoy bañado en sudor, realmente aterrado..." (Gaziel, La Vanguardia, 9 de octubre de 1934). Lo tiene usted a un par de clics de ratón en la admirable hemeroteca del periódico en el que escribe.]
---------------[Le acercaré otro testimonio,
también próximo: la opinión de Josep Tarradellas en una larga
entrevista con el entonces director de La Vanguardia, Tristán La Rosa,
que fue publicada como preludio a la vuelta del exilio del presidente de
la Generalitat entre los días 4 y 9 de septiembre de 1976:
"El 6 de abril de 1934
[Companys] cometió un inmenso error. Fue una catástrofe política (...)
Al igual que otros dirigentes catalanes, Companys cayó en el error de
involucrar a España en el conjunto de la política catalana. Francesc
Cambó fue el primero en cometer esa equivocación. Lo he dicho muchas
veces. Marcelino Domingo hizo otro tanto. Y lo mismo cabe decir de
Maurín." (Josep Tarradellas (III) Lluís Companys) La Vanguardia, 7 de
septiembre de 1976."
Relato de los hechos por el general Batet en su segunda alocución en Radio Barcelona, el lunes, 8 de octubre de 1934.
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