"¿Qué ha pasado en Cataluña para que una parte importante del catalanismo se haya desplazado de repente hacia el independentismo? (...)
Sobre este estado de ánimo dominado por la decepción cayó como un rayo
la crisis económica. Los catalanes fueron los primeros españoles en
sentir los efectos del dogma de la austeridad, que el Gobierno de CiU
comparte de forma entusiasta con Merkel y con Rajoy.
Recortes en
educación, sanidad y servicios sociales, copago por partida doble y
doble rebaja salarial para los funcionarios. Hay mucho malestar, mucho
descontento por unas políticas antisociales de cuya responsabilidad se
ha zafado CiU hábilmente echando la culpa al déficit de las balanzas
fiscales.
Si Cataluña no tuviera un déficit fiscal con España de 16.500
millones de euros anuales, ni siquiera notaría la crisis, repite el
Gobierno. (...)
A la humillación de tener que pedir un rescate al Gobierno central se ha
sumado en las últimas semanas una imagen demoledora: la posibilidad de
que unos hombres de negro enviados por Cristóbal Montoro pudieran un día
llamar al Palau para exigir las cuentas de la Generalitat, con todo lo
que ello significa.
Mas proclamó que antes convocaría elecciones que
permitir que eso ocurriera. Pero puede ocurrir, entre otras cosas,
porque hay una ley que lo permite, y fue aprobada con votos de CiU. (...)
La idea de que Cataluña se está empobreciendo se ha abierto paso en los
últimos meses de forma angustiosa. El nacionalismo catalán ha sabido
dirigir la culpa hacia Madrid, aunque también hay quien cuestiona las
opciones económicas de corte neoliberal que Mas está aplicando en
Cataluña.
Al margen de estas críticas, una idea ha penetrado con fuerza
en el imaginario colectivo: el vigente sistema de financiación está
sangrando el país y le impide competir en el mundo globalizado. (...)
En su dialéctica de confrontación, los independentistas no hablan de
déficit sino de “expolio fiscal” y siempre que pueden recurren al mantra
de que “Madrid nos roba”, un mensaje tan simple como eficaz. (...)
La eclosión independentista tiene mucho que ver también con la
emergencia de unas nuevas generaciones de catalanistas nacidos y
educados en democracia, que no miran al pasado, sino al futuro y que
viven la posibilidad de la independencia como algo normal. “Ellos ven
las cosas mucho menos dramáticamente que nosotros, también la
independencia”, observa Joan J. Queralt, profesor de Derecho Penal de la
Universidad de Barcelona. (...)
Este “pensamiento plácido”, en cierto modo ingenuo, no concibe que
quienes predican democracia, no permitan un proceso de secesión
planteado de forma democrática. ¿Dónde está el problema? (...)
“La idea de nosotros es una construcción social", explica Jordi
Argelaguet, director del Centre d’Estudis de Opinió (CEO). “Una vez
definida la idea de nosotros, cuando ese colectivo percibe que es
cuestionado, lo que hace es cohesionarse aún más”.
A esa cohesión
contribuyen poderosamente unos medios de comunicación en catalán, en
general de muy buena factura profesional, que tienden a presentar todo
lo que ocurre en el mundo desde la óptica del interés nacional de
Cataluña.
El discurso dominante suele amplificar los agravios y se
retroalimenta con los efectos que provoca, de manera que esos medios son
identificados como los nuestros y eso les otorga el liderazgo en
Cataluña. Un buen ejemplo de círculo virtuoso.
En la emergencia del independentismo hay un componente emocional muy
fuerte, pero también influyen otros factores. Según Jordi Argelaguet,
entre los que votarían a favor de la independencia se observan dos
perfiles diferenciados: los que lo harían por razones de identidad y los
que lo harían por cálculo de oportunidad.
Hay pues un independentismo
doctrinal, basado en la identidad, de corte emocional, que difícilmente
cambiará de posición, y un independentismo más racional, no
necesariamente nacionalista, que llega a esa posición por un cálculo de
coste-beneficio. Ese es un fenómeno nuevo, que también se ha observado
en Quebec, según un estudio de Jordi Muñoz y Raúl Tormos editado por el
CEO. (...)
Así están las cosas en Cataluña. La Diada ha dejado una sensación de punto y aparte. De cambio de época." (El País, 16/09/2012)
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