"La independencia de Cataluña es un asunto de los catalanes. La
autodeterminación es un derecho de los pueblos y en una democracia
existen mecanismos para articular las decisiones de los ciudadanos.
Creo
que en España y en Europa existe la madurez suficiente como para asumir
un proceso de independencia sin que haya que soportar un conflicto
bélico. Creo, además, que las identidades nacionales tienen hoy valor
sentimental más que importancia real en una economía globalizada por la
especulación, en la que el poder de los políticos se ha sometido a los
intereses de los mercados financieros. Hoy ya no es verdad eso de que
Cataluña necesita económicamente a España.
Pero los ciudadanos que todavía seguimos creyendo en la política,
aunque no seamos catalanes, tenemos derecho a pensar y opinar sobre la
situación de Cataluña mientras forme parte del Estado español. Como el
debate es complejo y está lleno de matices, conviene que cada cual
intente aclarar las razones fundamentales de sus argumentos y que todos
mostremos de manera honrada nuestras cartas.
Hablando de una partida
marcada por los corazones más que por las picas, hay una idea a la que
mi corazón no puede renunciar: la identidad histórica es respetable
desde el punto de vista administrativo, cultural y político, pero no
puede convertirse en un motivo de discriminación económica.
Los ciudadanos debemos pagar impuestos por nuestro poder adquisitivo y
nuestros ingresos, no por el lugar en el que hayamos nacido. La
negociación fiscal que a mí me interesa como ciudadano no pasa por un
acuerdo especial con Cataluña, sino por subir los impuestos a los
movimientos especulativos y las grandes fortunas.
Hay que añadir algún
tramo más de cotización para las rentas altas y convendría denunciar los
tratamientos especiales que alguna comunidad consiguió en nombre de sus
peculiaridades históricas. Una democracia es pura farsa si todos los
ciudadanos no son iguales ante la ley. Está justificado legislar con
atención a las singularidades, pero siempre para ayudar a la igualdad,
no para aumentar las diferencias.
Los vecinos del barrio de Salamanca en Madrid pagan más impuestos que
los vecinos de Vallecas. Su poder adquisitivo es mayor. Sería un
disparate democrático defender que por eso tienen derecho a mejores
servicios y atenciones especiales.
El debate político que le interesa a
la democracia no es reclamar un acuerdo fiscal propio para los vecinos
del barrio de Salamanca, sino denunciar que en realidad ya reciben un
trato especial, y no en cuanto vecinos de un barrio determinado, sino en
cuanto ricos. La fiscalidad española favorece a la gente de dinero y
humilla a los pobres. Por eso son tan frágiles las inversiones públicas
en derechos sociales.
Llevo años convencido de que Cataluña será independiente. Todo conduce a este desenlace. (...)
Cada vez que los partidos mayoritarios han necesitado el apoyo
nacionalista para gobernar, la derecha catalana ha dado la sensación de
poner a la venta su voto para conseguir privilegios. Y cada vez que la
derecha catalanista ha querido ocultar sus políticas injustas, no ha
encontrado solución más fácil que echarle la culpa al centralismo de los
partidos mayoritarios. (...)
El neoliberalismo catalán tiene una coartada fácil para justificar
sus recortes clasistas. La culpa la tiene España. Dentro de la lógica
neoliberal es un argumento razonable. En un mundo en el que los ricos no
quieren pagar impuestos, en un mundo que acepta como lógica la
desigualdad, por qué las comunidades con más poder adquisitivo van a
renunciar a sus propios privilegios. Se trata de desprenderse de los
pobres.
Como ciudadano español, prefiero una Cataluña independiente a un
acuerdo fiscal basado en la desigualdad y en los privilegios para las
rentas altas. La autodeterminación es un derecho que respeto, aunque no
se me escapen las verdaderas causas históricas (que siempre son
económicas). Lo que no respeto es la prepotencia de los poderosos. Soy
andaluz, nací entre emigrantes y también tengo mi historia." (Luis García Montero, Público, 13/09/2012)
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