23/10/11

ETA se rinde. Los últimos pistoleros, los herederos de los requetés franquistas, hermanos de los kosovares, han sido derrotados por los demócratas. Por primera vez...

" Un viejísimo chiste de Ramón mostraba a un inflamado orador arengando a las masas: "¡Tenéis que elegir: nosotros o el caos!". La gente balaba: "¡El caos, el caos!", y el vociferante remataba: "Da igual, también somos nosotros".

El comunicado de ETA se apunta a esta línea. Ellos han sido los causantes de los estragos y crímenes durante todos estos años. Ahora es gracias a ellos por lo que vamos a vernos libres de estragos y crímenes. Sin que se les mueva el pasamontañas, nos aseguran que gracias a la lucha armada hemos llegado al feliz momento en que podemos prescindir de la lucha armada. (...)


La simple realidad es que ETA renuncia a lo que ya es inviable, pero ni entrega las armas ni se disuelve. Está encantada de haberse conocido, de haber matado y hasta quiere que se le agradezcan los servicios prestados reconociendo lo acertado de su visión política.

La única pregunta ahora pertinente es: cuando ETA vea que el Estado de derecho no se suicida para complacerla, cuando compruebe que las cárceles no se abren por mágico conjuro y que no hay mesa de partidos, sino el ya establecido juego parlamentario en el marco constitucional... ¿seguirá resignándose a perdonarnos la vida o volverá a las criminales andadas?" (FERNANDO SAVATER: El pirómano ofrece su manguera. El País, ed. Galicia, 21/10/2011, p. 20)


"No hay manuales que orienten sobre cómo se disuelve una organización terrorista. (...)

Pero en todos los casos hay un elemento común: la prolongada eficacia policial en la detención de activistas. La retirada es una decisión de la organización, pero lo que decide a sus jefes a plantearse esa posibilidad son las continuas caídas, las cuales alimentan la sospecha (o paranoia) de la existencia de infiltrados en sus filas. (...)

Otra característica común tanto de los procesos de disolución como de las escisiones con abandono de la violencia es que los motivos invocados suelen ser técnicos o de eficacia política, y no de rechazo moral del terrorismo. (...)

Incluso después del abandono de las armas, lo habitual es reivindicar su necesidad pasada. Es muy raro que esa renuncia sea simultánea a la crítica de la estrategia armada. (...)

Así pues, el papel de los facilitadores (o especialistas en presentación de los hechos bajo un determinado prisma) puede resultar útil para el paso final, pero antes tiene que haber germinado entre al menos un sector del grupo y su entorno la convicción de que no les conviene proseguir la lucha armada; y esto depende sobre todo de la policía y los jueces.

En el caso de ETA, la decadencia que ha conducido a la situación actual se inició hace una década. En 2000, primer año tras la ruptura de la tregua de Lizarra hubo 23 asesinatos, y 15 más en 2001, el año del atentado de las Torres Gemelas. El año siguiente fueron 5 muertos, y 3 en 2003, el año de la ilegalización de Batasuna.

Esa decadencia fue resultado a su vez de los éxitos policiales en la detención de comandos y el descubrimiento de zulos. Factor este último que suele ser importante en la desmoralización de los estrategas de la lucha armada: los poli-milis solo dieron el paso a la disolución tras la captura de un gran depósito de armas subterráneo perfectamente camuflado bajo un caserío del Valle de Asúa, cerca de Bilbao. (...)

Para entonces ya se había producido la ilegalización de Batasuna, el otro factor decisivo para la dinámica que ahora culmina. (...)

Fue una decisión no solo ajustada a derecho, como confirmaría el Tribunal Constitucional y avalaría el de Derechos Humanos de Estrasburgo en 2009, sino plenamente justificada como medida de defensa del sistema democrático. Pues se produjo tras un giro de ETA en la selección de víctimas que hacía imposible la competencia electoral en condiciones de igualdad.

Entre las 623 personas asesinadas por ETA entre 1978, el año de aprobación de la Constitución, y 1995, sólo diez (menos del 2%) eran políticos o cargos públicos. De las 85 personas asesinadas en los diez años siguientes, una treintena, más de un tercio, fueron adversarios ideológicos: concejales, dirigentes de partidos, miembros de asociaciones cívicas.

Ello era resultado de decisiones expresamente tomadas en esa época, en paralelo a la orientación dada al terrorismo callejero: contra sedes, propiedades y militantes de otros partidos. En septiembre de 2002, un comunicado de ETA declaraba “objetivos militares” a todas las sedes y actos políticos del PP y del PSOE. Era imposible mantener en la competición electoral a un partido, Batasuna, asociado a la banda que de esa manera trazaba una frontera entre concejales y otros cargos (o candidatos a serlo) amenazados y libres de amenaza.

Resulta por ello llamativo que Brian Currin considerase en un artículo reciente “una aproximación desconcertante y vana” al problema la “prohibición” de Batasuna; y que se escandalizase de que “Madrid” presente a ETA como una banda criminal y terrorista” (Le Monde Diplomatique, junio de 2011).

Ha sido la ilegalización, junto a la eficacia policial (305 detenidos entre 2008 y 2010) lo que ha puesto en marcha los mecanismos que han llevado a la declaración de ayer. (...)

Este es ahora el problema principal: ETA rechaza disolverse sin dejar encauzado el tema de sus 700 presos y un número indefinido de activistas en el retiro. Seguramente piensa que su presencia latente es una garantía para que se aborde la cuestión; sin embargo, lo que más podría acelerar que ese tema resulte asumible por la democracia española, incluyendo una opinión pública contraria incluso al acercamiento a cárceles de Euskadi, según encuestas recientes, sería que el cese definitivo de las acciones armadas se convierta en disolución." (Patxo Unzueta, El País, 21/10/2011, p. 24/5)

" La policía y la Guardia Civil celebran que ETA anuncie el cese definitivo de la violencia. Lo hacen con cierta desconfianza pero también subrayando, con orgullo unánime, lo que para ellos es una obviedad: que si la banda se acaba no se debe a que ha hecho una reflexión de manera autónoma, sino a que los sucesivos golpes policiales la han llevado a una situación de debilidad y asfixia tal que no le ha quedado más remedio que abandonar. "Que nadie se engañe: a ETA la hemos derrotado", insisten mandos antiterroristas, que exhiben sus éxitos y lamentan tantos muertos, especialmente los de las propias filas. Ayer lo reiteraban sin paliativos: "Hemos provocado la rendición de ETA" (...)

ETA abandona cuando apenas le quedan libres y en activo 50 terroristas (la cifra más baja en décadas); vive en la asfixia económica por la falta de ingresos; tiene a más de 700 de los suyos en la cárcel (el mayor número en toda su historia) y el apoyo popular al terrorismo (entre aquellos que llegaron a considerar a ETA como su ejército de liberación vasco) se ha esfumado a la misma velocidad que crecía el poder de Bildu. (...)

"Que nadie piense que si la lucha antiterrorista hubiera fracasado se hubiese llegado a esta situación. Esto es fruto de la presión constante, de no dejarles respirar, de la colaboración internacional" (...)

Ya el verano pasado, un informe de los servicios contra ETA advertía de que los golpes asestados por las fuerzas de seguridad hacían "muy difícil la vuelta a la actividad armada" y consideraban como prácticamente imposible "el retorno a escenarios pasados, cuando ETA alcanzó su máxima capacidad operativa". (...)

La banda, una vez que renunció a extorsionar a los empresarios, se vio forzada a hacer ajustes al ver cómo se reducían sus arcas al perder su principal fuente de financiación. ETA vive de los ahorros y de las llamadas "aportaciones voluntarias" de quienes simpatizan con ella. Los ahorros no son desdeñables: en el primer semestre del año pasado, la banda recaudó 3,1 millones de euros, según mandos policiales." (El País, 21/10/2011, p. 31)

"La estrategia es ya meridianamente clara: ETA nunca anunciará su disolución y la izquierda abertzale, sea cual fuere el nombre con que se bautice y rebautice, nunca permitirá que nadie se beneficie del fin de lo que continuará siendo su brazo armado por un periodo de tiempo tan indefinido como se anuncia definitivo el cese de la actividad armada, último eufemismo para designar los delitos de terrorismo.

Ha sido una estrategia tenaz y cuidadosamente diseñada por políticos muy dotados para mantener en cada paso la iniciativa, sembrando a su alrededor el desconcierto y la división, mientras acopiaban, en el mercado internacional de resolución de conflictos, suficientes apoyos para situar las futuras negociaciones en el marco de una "confrontación armada". (...)

... negociar las condiciones de "superación de la confrontación armada". Lo cual quiere decir dos cosas: una, que ETA da por supuesto que la confrontación armada no está superada, que no es hora de anunciar su disolución; dos, que para superarla será necesario abrir un proceso de diálogo directo, esto es, que ETA sea reconocida como interlocutor válido de una negociación política que implique a los gobiernos español y francés con vistas a la "resolución del conflicto".
Y por último, habrá que tomar nota de que ETA coincide plenamente con la izquierda abertzale en la convicción de que, mientras dura el proceso, no toca, no ya hablar, ni siquiera mencionar a las víctimas de su larga actividad criminal." (SANTOS JULIÁ: Nunca anunciará su disolución. El País, 21/10/2011, p. 31) 

" En una columna publicada aquí hace un par de semanas, sugerí que de materializarse la mediación de Brian Currin, ETA dejaría de tener razones para desaparecer. Por su parte, el experto de este diario en el tema ha venido insistiendo en que el fin de ETA era "irreversible".

Aunque parezca absurdo, ambas predicciones se han confirmado. ETA declara el "cese definitivo" de su actividad armada, lo cual puede ser interpretado como el preludio a su desaparición -¿de qué sirve una organización terrorista que no practica la violencia?-, pero al mismo tiempo emplaza a los Gobiernos español y francés, siguiendo la pauta previamente trazada por Currin y la izquierda abertzale, a una negociación sobre "las consecuencias del conflicto", lo cual implica su supervivencia, por lo menos hasta que ese aspecto sea resuelto. (...)

"la Conferencia no es ETA". Con los datos de esta semana podemos decir que la conferencia ha sido un perfecto instrumento de la estrategia de la izquierda abertzale, acorde en este punto con ETA, y con la finalidad de que nos habla Currin en el artículo: "Puede temerse -declara- que[una vez desaparecida ETA] el Gobierno español entre en un punto muerto sobre los aspectos políticos del conflicto para proclamar su victoria en la lucha contra el terrorismo (subrayado B.C.)".

Y concluye: "La constitución del Grupo Internacional de Contacto está dirigida, en parte, a impedirlo". Más claro, imposible.

Montada con una técnica propagandística de gran calidad, la conferencia de San Sebastián respondía a ese objetivo: lograr que ETA no se hundiera políticamente con el Gobierno como interlocutor y administrador de su derrota, haciendo en cambio de esta la plataforma para un relanzamiento de la negociación política.

No vale quedarse en la primera frase, aunque sea la principal. La letra, que no es pequeña, tiene importancia de cara al futuro. Por eso Currin anteayer no estaba contento, como también se ha escrito, con el comunicado de ETA: de inmediato se dirigía a los Gobiernos español y francés para que respondieran a la exigencia de Aiete.

Así que ETA irá a desaparecer, pero de momento tenemos enfrente, no solo a los dos conocidos, la exBatasuna y ETA, obrando de concierto, sino a tres, con la voz de Currin aportando la colaboración "internacional".   (ANTONIO ELORZA: Paz o victoria. El País, 2/10/2011, p. 15)

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