7/7/22

Salvador López Arnal, colaborador de El Viejo Topo y Rebelión: Para algunos de nosotros/as ha sido bastante fácil decir y escribir lo que hemos pensado y sentido en estos últimos años... Aparte de insultos en redes y desencuentros inesperados con amigos de izquierda de “tota la vida”, ligeros problemas en mi departamento de trabajo y algunas discusiones tensas y desagradables, también dolorosas, en los claustros. Poca cosa si lo comparamos con otros casos... La inestabilidad laboral les acompañaba y acompaña, o bien ambientes en empresas privadas en las que la hegemonía nacional-secesionista es muy notable. Se la jugaban, se la juegan. No era fácil decir NO en septiembre y octubre de 2017, o durante las movilizaciones del tsunami antidemocrático. Cualquier desacuerdo, por mínimo que fuere, era tildado de catalanofobia y españolismo. Y a pesar de ello, usando a veces nombres falsos (¡no quedaba otra!) muchos compañeros/as han sabido estar a la altura de difíciles circunstancias, han acudido a manifestaciones anti-secesionistas, no se han tragado los cuentos que nos han querido imponer, han denunciado atropellos, han defendido la fraternidad... nos han enseñado, nos siguen enseñando, a vivir de pie

"(...) Para algunos de nosotros/as ha sido bastante fácil decir y escribir lo que hemos pensado y sentido en estos últimos años. Mi caso por ejemplo. Enseñante-funcionario de secundaria desde 1982, más tarde profesor-tutor en la UNED de Santa Coloma de Gramenet, jubilado desde 2017, nunca con aspiraciones políticas institucionales, no había nubes negras ni riesgos en mi horizonte.

Aparte de insultos en redes y desencuentros inesperados con amigos de izquierda de “tota la vida”, ligeros problemas en mi departamento de trabajo y algunas discusiones tensas y desagradables, también dolorosas, en los claustros. Poca cosa si lo comparamos con otros casos. Plantar cara no era complicado para mí. Por lo demás, la fraternidad de amigos y compañeros, y también de organizaciones como ASIC/ASEC y AIREs, ayuda lo suyo en estas situaciones.

Pero la situación no ha sido ni es la misma para muchas otras personas. Su situación no era ni es la mía. Ni de lejos. La inestabilidad laboral les acompañaba y acompaña, o bien ambientes en empresas privadas en las que la hegemonía nacional-secesionista es muy notable. Se la jugaban, se la juegan. No era fácil decir NO en septiembre y octubre de 2017, o durante las movilizaciones del tsunami antidemocrático. Cualquier desacuerdo, por mínimo que fuere, era tildado de catalanofobia y españolismo. 
 
Y a pesar de ello, usando a veces nombres falsos (¡no quedaba otra!) muchos compañeros/as han sabido estar a la altura de difíciles circunstancias, han acudido a manifestaciones anti-secesionistas, no se han tragado los cuentos que nos han querido imponer, han denunciado atropellos, han defendido la fraternidad, no han repetido puerilmente los tópicos nacionalistas sobre España y su historia, se han alejado de toda cosmovisión simplista, se han movilizado, han estudiado, han organizado seminarios, han hablado de clases trabajadoras españolas y no de identidades de destino en lo universal, han dicho España (no Estado español, Sepharad o Madrid) y no les ha temblado el pulso ni la garganta. Y así siguiendo.

En síntesis, nos han enseñado, nos siguen enseñando, a vivir de pie. Tiene mucho mérito la forma en que lo han hecho, la manera en que lo siguen haciendo. Ni lo hemos olvidado ni lo olvidaremos. Gracias, compañeros, gracias.

Ni que decir tiene que un amplio sector de la izquierda española (la catalana incluida) ha querido desconocer la situación y apenas nada ha dicho ni dice de la inexistencia de una verdadera libertad de expresión en el país del pujolismo, arturismo y torrismo, en el país del Vivales o de doña Laura Borràs (¿para cuándo su dimisión?). Pero ya estamos acostumbrados: nos dejaron huérfanos y a la intemperie; apañaos como podáis, nos vinieron a decir. (...)"                (Salvador López Arnal, blog, 01/07/22)

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