"(...) El actual Síndic de Greuges (defensor del pueblo catalán), Rafael Ribó,
es un buen ejemplo de que lo que ha dado de sí la izquierda catalana.
Aparentemente se trata de un prócer de izquierdas, de la gauche divine.
Secretario general del PSUC y más tarde presidente de Iniciativa per
Catalunya Verds (ICV). Los que desde Izquierda Unida (IU) sufrimos las
veleidades de esta última formación política sabemos hasta qué punto en
la época de Ribó estaba trufada de nacionalismo y conocemos bien las
posturas ambiguas que mantenía en materia social y económica. (...)
Desde que fue nombrado, el actual Síndic de Greuges no ha dejado de
ser un instrumento a favor, primero del nacionalismo, después del
independentismo, un altavoz más en el ámbito internacional, orientado a
denigrar el sistema político estatal. “El Estado español oprime a los
catalanes”.
Pero la dificultad de mantener este mensaje con credibilidad
le ha hecho retornar al clásico “España nos roba”, aunque en una
versión más moderna: “Los enfermos españoles (se entiende del resto de
España) roban a los enfermos de Cataluña”.
Si la sanidad catalana funciona mal, si sus cifras están entre las
peores de España, si las listas de espera son de las más abultadas entre
las de todas las Comunidades, si en Cataluña en los últimos años se han
perdido un millón de camas, si han desaparecido 800 médicos de
asistencia primaria; en suma, si el funcionamiento de la sanidad en
Cataluña es muy deficiente, la razón no se encuentra en los recortes que
Mas realizó, sin que se hayan corregido hasta la fecha, ni en que el
gasto en sanidad sea del 4,8% de su valor añadido mientras la media en
España se sitúa en el 5,5%, ni en la incompetencia de la Generalitat, ni
en que el modelo seguido fuese el de concesión a las entidades
privadas, ni en que Cataluña lleve varios años sin presupuestos, ni en
el 3%, ni en el gasto desproporcionado de las mal llamadas embajadas
catalanas, ni en que los sueldos de los altos cargos -incluyendo al
presidente de la Comunidad y al Síndic de Greuges- carezca de parangón
en ninguna otra Administración, ni en que los distintos gobiernos
independentistas hayan desviado recursos de la sanidad a otras
finalidades, incluso ilegales, ni en que sea la Comunidad con menor
gasto sanitario por habitante, sino en el hecho de que a Cataluña van a
tratarse los enfermos de otras Autonomías.
El señor Ribó muestra en primer lugar una gran ignorancia y, lo que
es peor, no siente ninguna vergüenza de ella, cuando ante la pregunta
del periodista de la SER acerca de la desproporción de las listas de
espera en Cataluña con respecto a las del resto de España contesta: “Yo
no sé si es la lista de espera más larga, depende de cómo lo enfoquemos,
lo que le puedo garantizar es que uno de los déficits que tiene la
sanidad pública en Cataluña es que tiene un sobrecoste por la gente que
viene a Cataluña a intervenirse. ¿Por qué? Porque ha habido un modelo
excelente que, si no lo mimamos, se nos puede ir al garete”.
Lo primero que sorprende es que confiese con todo el descaro su
ignorancia de la dimensión de las listas de espera, un tema que debería
entrar dentro de sus preocupaciones prioritarias, porque pocas cosas
importan más a los ciudadanos que el correcto funcionamiento de la
sanidad.
Pero su ignorancia va mas allá demostrando un desconocimiento
total del funcionamiento del sistema nacional de salud y de los
mecanismos que el sistema tiene para compensar los distintos servicios
en materia sanitaria que unas Comunidades se prestan a otras. Parece
ignorar también que, como han puesto de manifiesto los mismos sindicatos
médicos, se estima en un escaso 1% el número de los pacientes que piden
ser atendidos fuera de su Comunidad.
Dada la trayectoria del síndico, cabe la sospecha de que tales
afirmaciones no obedecen tanto a la ignorancia como a prejuicios
xenófobos. Que sus palabras son fruto inconsciente de su ideología
supremacista. Desde su cargo, el contubernio con los independentistas y
con el procés ha sido total, al tiempo que se despreocupaba de
menudencias como esa de saber si las listas de espera son largas o no.
Pues bien, parece ser que Rafael Ribó ha entendido su papel de otra
manera y, ante el defectuoso funcionamiento de los servicios sanitarios
en Cataluña, en lugar de canalizar las quejas de los ciudadanos a la
Administración (esto es, a la Generalitat), defiende a la Generalitat
cantando las excelencias de la sanidad pública en esta Comunidad y
responsabilizando de cualquier defecto a los intrusos extranjeros de
otras Autonomías. Marcando diferencias. Todo ello, muy de izquierdas.
Según parece, a los catalanes, a la hora de manifestar sus
reclamaciones en aquellos casos en los que sufren un defectuoso
funcionamiento de los servicios públicos de la Generalitat, no les sirve
de nada acudir al Síndic de Greuges y eso a pesar de que dicen que el
número de empleados, muchos de ellos nombrados a dedo, son numerosos y
los sueldos, abultados, comenzando por el del Síndic. Pero el Síndic no
tiene ningún interés en censurar o denunciar a la Administración
catalana. No tiene tiempo de ocuparse de tales naderías. Su destino es
más alto, librar a Cataluña de la opresión de los extranjeros. Bien es
verdad que gracias a ello continua en el puesto tras 15 años.
Así, se puede dedicar, amparado en su cargo y con fondos públicos, a
recorrer el mundo censurando al Tribunal Supremo con la acusación de
venalidad por las sentencias emitidas en el caso del procés. Con una
gran osadía y desconocimiento del Derecho Penal, se atreve a llevar la
contraria a siete magistrados que están en lo más alto de su carrera
técnica y profesional. Claro que él no habla, aunque debería, como un
profesional o un técnico, sino como un militante -y bastante sectario,
por cierto- del procés. En ese campo no valen razones o argumentos, solo
fe y tergiversar los hechos. Desde ese mismo pedestal se pronunció en
contra del Tribunal Constitucional, declarando ilegal la aplicación del
art. 155 de la Constitución.
Porque no actúa como un técnico ni como un profesional, sino como
militante, emite -totalmente al margen de sus competencias- un informe
arbitrario y parcial al dictado del Presidente de la Generalitat acerca
de la actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (no de
la Autonomía) en los acontecimientos del 1 de octubre, tendente a
denigrar al Estado español.
De alguna forma, los independentistas lo
consideran y él lo acepta, con una cierta usurpación de funciones, el
tribunal supremo de la República Catalana. Quizás la única autoridad
judicial (aun cuando no sea un órgano jurisdiccional) que los golpistas
admiten y que les sirve de estratagema en su intento de eludir el poder
judicial. Por eso Torra cuando se vio acorralado por la Junta Electoral
Central con el mandato de que debía quitar los lazos amarillos de los
edificios oficiales, recurrió como coartada al Síndic de Greuges para
dar a entender que él solo obedecía a una institución catalana.
Ciertamente el actual Síndic de Greuges está muy ocupado para
dedicarse a esas pequeñas cosas que constituyen su responsabilidad y su
cometido. Bien es verdad que sí parece que tuvo tiempo en 2015 para
viajar a Berlín, gratis total, al final de la Champions, en un jet
privado invitado por el empresario Jordi Soler, uno de los implicados en
el 3%. Hay que decir, no obstante, en su descargo que jugaba el
Barcelona y ya se sabe que este equipo es más que un club y, por lo
tanto, se puede entender que el viaje era un servicio más a la causa del
procés. (...)
En Cataluña, sin duda, hay otra izquierda, la de los trabajadores,
obreros, empleados, pertenecientes a las clases modestas, muchos de
ellos o sus padres emigrantes hace años desde otras partes de España
buscando trabajo y una vida mejor. Pero en buena medida esa clase ha
quedado secuestrada por la izquierda caviar, que ha ocupado las
cúpulas de las formaciones políticas de izquierdas.
A esa izquierda de
trabajadores se le ha hecho creer que el origen de sus problemas se
encuentra fuera de Cataluña en un Estado español que oprime a los
catalanes. Se le ha inculcado que la lucha, la contienda, no tiene que
plantearse en términos de clases o de grupos sociales, sino de
territorios. Izquierda y nacionalismo, contradictio in terminis." (Juan Francisco Martín Seco, República de las ideas, 19/12/19)
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