9/1/19

Lo que sembró Jordi Pujol aún se respira en Cataluña. Hay miedo a decir lo que uno opina o a que a uno le relacionen con ciertas personas. Y eso habla de una sociedad gravemente dañada por una ideología destructiva

"(...) Usted es director del CLAC, organización que fomenta la pluralidad de la cultura catalana. ¿Se encuentra ésta amenazada?

Sí, así lo creo. El CLAC se propone renovar los espacios de debate intelectual en Barcelona, que llevan cuatro décadas controlados por el nacionalismo y sus periferias. Con las periferias me refiero a los que no se definen como nacionalistas pero que, de algún modo, acaban participando de la unanimidad que estos desean implantar. 

Y es que uno de los éxitos de Pujol fue crear un escenario deletéreo en el que reinaba una ilusión de democracia, siempre y cuando se aceptaran los límites impuestos por él. Los fijó tras el caso Banca Catalana, con una operación que confundía Cataluña con su persona. Una confusión que ha durado prácticamente hasta su confesión, que reveló que el guardián de las esencias catalanas no era más que un estafador.

En realidad, lo que sembró aún se respira en Cataluña. Hay miedo a decir lo que uno opina o a que a uno le relacionen con ciertas personas. Y eso habla de una sociedad gravemente dañada por una ideología destructiva—no en vano, ha conducido al colapso institucional a todo el país—. Por todo ello, era necesario reabrir una discusión pública sin injerencias políticas.  (...)

A pesar de que la UNESCO, UNICEF y la Comisión Europea reivindican la enseñanza en lengua materna, la Educación catalana excluye el castellano como lengua vehicular. ¿Por qué?

La inmersión fue otra de las creaciones de Pujol que, como advirtió Tarradellas, nos llevaría a la división total. Pujol, un hijo de manual del nacionalismo folclórico de origen romántico, quiso crear la nación con la lengua. 

Entonces, pretextando que el catalán estaba a punto de extinguirse —lo que no ocurrió ni durante los años más oscuros del franquismo— vetó el castellano como lengua vehicular, marginando así a muchos catalanes. Es puramente absurdo.

Yo me eduqué en las dos lenguas en Mallorca y salí del colegio conociendo bien ambas. Y nunca he entendido por qué eso no puede hacerse también en Cataluña.  (...)

Los incidentes por motivos ideológicos se han disparado en Cataluña. Sin embargo, el secesionismo niega que el procés haya afectado a la convivencia. ¿Cuál es la razón?

Los defensores del procés aseguraban que era un movimiento pacífico, casi seráfico. Cuando en realidad llevan mucho tiempo ejerciendo una violencia soterrada. Una violencia que impide a un padre que su hijo aprenda también en castellano; o que alguien te advierta: “Eso no lo puedes decir”. 

Esto es fruto de años y años de adoctrinamiento mediático y escolar, hasta que casi flota en el aire. Toda esa violencia ha estallado finalmente por una orquestación política, y está llegando a la calle, algo muy peligroso. 

Pero los nacionalistas han jugado con ello, esperando altercados que despertasen una reacción internacional. Se le escapó el otro día a Agustí Colomines, diciendo que una revolución con muertos “tardaría menos”.

Estos excesos forman parte del pensamiento nacionalista, que esconde un fondo reduccionista y violento. En el momento que se pretende excluir a las personas por su origen, se siembra una futura violencia. Nuestra respuesta frente a ello nunca puede ser ponernos a su altura, sino mantenernos en la razón. En este sentido, admiro el temple de Arrimadas, que nunca desciende al fango. La descalificación ad hominem es justo lo que esperan.  (...)

Según los últimos datos, las empresas siguen marchándose de Cataluña: solo el último trimestre, se marcharon 259 entidades. Sin embargo, el respaldo al proyecto secesionista no parece haber menguado. ¿Cómo se explica?

El motivo es que el procés está afectando de manera grave a toda Cataluña, pero esa gravedad la notan menos las personas vinculadas al mismo procés. Es decir, gente que vive de la Administración pública —funcionarios, profesores y periodistas afines— y que no se tiene que batir el cobre en la calle todos los días. 

En cambio, los autónomos, las personas que trabajan en la hostelería, etc., sí han sufrido la falta de confianza e inseguridad jurídica generada por la tentativa secesionista. Pero, claro, los nacionalistas viven en una burbuja. Piensan que todo va bien porque a ellos les va bien.  (...)"              

(Entrevista a Andreu Jaume, escritor, editor y profesor de humanidades, el polifacético Andreu Jaume colabora en medios como El País o Crónica Global, El Catalán, 24/11/18)

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