"(...) Usted es director del CLAC, organización que fomenta la pluralidad de la cultura catalana. ¿Se encuentra ésta amenazada?
Sí, así lo creo. El CLAC se propone renovar los
espacios de debate intelectual en Barcelona, que llevan cuatro décadas
controlados por el nacionalismo y sus periferias. Con las periferias me
refiero a los que no se definen como nacionalistas pero que, de algún
modo, acaban participando de la unanimidad que estos desean implantar.
Y
es que uno de los éxitos de Pujol fue crear un escenario deletéreo en
el que reinaba una ilusión de democracia, siempre y cuando se aceptaran
los límites impuestos por él. Los fijó tras el caso Banca Catalana, con
una operación que confundía Cataluña con su persona. Una confusión que
ha durado prácticamente hasta su confesión, que reveló que el guardián
de las esencias catalanas no era más que un estafador.
En realidad, lo que sembró aún se respira en
Cataluña. Hay miedo a decir lo que uno opina o a que a uno le relacionen
con ciertas personas. Y eso habla de una sociedad gravemente dañada por
una ideología destructiva—no en vano, ha conducido al colapso
institucional a todo el país—. Por todo ello, era necesario reabrir una
discusión pública sin injerencias políticas. (...)
A pesar de que la UNESCO,
UNICEF y la Comisión Europea reivindican la enseñanza en lengua materna,
la Educación catalana excluye el castellano como lengua vehicular. ¿Por
qué?
La inmersión fue otra de las creaciones de Pujol que,
como advirtió Tarradellas, nos llevaría a la división total. Pujol, un
hijo de manual del nacionalismo folclórico de origen romántico, quiso
crear la nación con la lengua.
Entonces, pretextando que el catalán
estaba a punto de extinguirse —lo que no ocurrió ni durante los años más
oscuros del franquismo— vetó el castellano como lengua vehicular,
marginando así a muchos catalanes. Es puramente absurdo.
Yo me eduqué en las dos lenguas en Mallorca y salí
del colegio conociendo bien ambas. Y nunca he entendido por qué eso no
puede hacerse también en Cataluña. (...)
Los incidentes por motivos ideológicos se han disparado en Cataluña. Sin embargo, el secesionismo niega que el procés haya afectado a la convivencia. ¿Cuál es la razón?
Los defensores del procés
aseguraban que era un movimiento pacífico, casi seráfico. Cuando en
realidad llevan mucho tiempo ejerciendo una violencia soterrada. Una
violencia que impide a un padre que su hijo aprenda también en
castellano; o que alguien te advierta: “Eso no lo puedes decir”.
Esto es
fruto de años y años de adoctrinamiento mediático y escolar, hasta que
casi flota en el aire. Toda esa violencia ha estallado finalmente por
una orquestación política, y está llegando a la calle, algo muy
peligroso.
Pero los nacionalistas han jugado con ello, esperando
altercados que despertasen una reacción internacional. Se le escapó el
otro día a Agustí Colomines, diciendo que una revolución con muertos
“tardaría menos”.
Estos excesos forman parte del pensamiento
nacionalista, que esconde un fondo reduccionista y violento. En el
momento que se pretende excluir a las personas por su origen, se siembra
una futura violencia. Nuestra respuesta frente a ello nunca puede ser
ponernos a su altura, sino mantenernos en la razón. En este sentido,
admiro el temple de Arrimadas, que nunca desciende al fango. La
descalificación ad hominem es justo lo que esperan. (...)
Según los últimos datos, las
empresas siguen marchándose de Cataluña: solo el último trimestre, se
marcharon 259 entidades. Sin embargo, el respaldo al proyecto
secesionista no parece haber menguado. ¿Cómo se explica?
El motivo es que el procés está afectando de manera grave a toda Cataluña, pero esa gravedad la notan menos las personas vinculadas al mismo procés.
Es decir, gente que vive de la Administración pública —funcionarios,
profesores y periodistas afines— y que no se tiene que batir el cobre en
la calle todos los días.
En cambio, los autónomos, las personas que
trabajan en la hostelería, etc., sí han sufrido la falta de confianza e
inseguridad jurídica generada por la tentativa secesionista. Pero,
claro, los nacionalistas viven en una burbuja. Piensan que todo va bien
porque a ellos les va bien. (...)"
(Entrevista a Andreu Jaume, escritor, editor y profesor de humanidades, el polifacético Andreu Jaume colabora en medios como El País o Crónica Global, El Catalán, 24/11/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario